Seminario Interplanteles Material UnidadCuatroHUUno
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
COLEGIO DE CIENCIAS Y HUMANIDADES
MATERIAL DE APOYO PARA EL ALUMNO
HISTORIA UNIVERSAL MODERNA Y CONTEMPORÁNEA II
UNIDAD IV
AUGE DEL CAPITALISMO DE LIBRE
COMPETENCIA Y PRESENCIA DEL
MOVIMIENTO OBRERO. LOS
NACIONALISMOS (SIGLO XIX hasta 1873 )
noviembre 2003
SEMINARIO INTERPLANTELES DE APOYO A HISTORIA UNIVERSAL MODERNA Y
CONTEMPORÁNEA I-II (RUBRO 3)
CICLO ESCOLAR 2003-2004
COORDINADORES: VÍCTOR DAVID JIMÉNEZ MÉNDEZ Y ROMÁN ARTURO SÁNCHEZ MORALES
INTEGRANTES: ISMAEL ANTONIO COLMENARES MAGUREGUI, JAIME HORACIO CRUZ CERVANTES,
ARTURO DELGADO GONZÁLEZ, MAXIMIANO ESPINA MIRANDA, MIGUEL ÁNGEL GALLO TIRADO, JESÚS
ANTONIO GARCÍA OLIVERA, ARACELI JIMÉNEZ REYES, JAIME LOPEZ SÁNCHEZ, BERNABÉ OCAMPO
CASTRO, VÍCTOR EFRAÍN PERALTA TERRAZAS y RICARDO ANTONIO REYES JUÁREZ
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Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El alumno caracterizará el capitalismo industrial de libre competencia y sus fundamentos ideológicos,
relacionándolo con las corrientes de pensamiento y los movimientos sociales que lo cuestionan.
Contenidos temáticos
Características del capitalismo industrial de libre competencia. Liberalismo político.
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número treintaiseis
Actividad de profundización y refuerzo:
En Ciencias Sociales hay una riqueza amplia de actividades en las cuales es posible plasmar el conocimiento
adquirido, ya que no sólo es de manera oral o escrita como se puede poner de manifiesto el avance que se ha
obtenido entre la gama de actividades que se pueden realizar aparecen las que se solicitan a continuación: el
sociodrama y la elaboración de dibujos, porque en ellas se puede captar el grado de comprensión adquirido
sobre un tema.
Después de leer el texto sobre el sistema fabril, realiza a tu elección, en trabajo extra clase, una de las
siguientes actividades:
A. Elabora el guión de un sociodrama en el que se presenten las funciones y la organización del sistema
fabril.
SOCIODRAMA
Nos permite mostrar elementos para el análisis de cualquier tema, basándonos en situaciones o hechos de la
vida real.
Es una actuación en la que utilizamos gestos, acciones y palabras. Representamos algún hecho o situación,
que después vamos a analizar.
Se debe tener claro cuál es el tema que se va a presentar y por qué se va a hacer en ese momento.
Se puede utilizar: para empezar a estudiar un tema, como diagnóstico; para ver qué conocemos ya de un
tema; para ver parte del mismo, en el caso que se estudie un tema y se quiera profundizar en uno de sus
aspectos; al finalizar el estudio de un tema (como conclusión o síntesis), en este caso se haría para ver qué se
ha aprendido de lo estudiado, o a qué conclusiones se ha llegado.
Recomendaciones: hablar con voz clara y fuerte; moverse y hacer gestos, no dejar que las palabras sean
lo único de la actuación; utilizar algunos materiales fáciles de encontrar, que hagan más real la actuación (sombreros,
pañuelos, mesa, petate, etc.); usar letreros grandes de papel o tela para indicar lugares.
B. Elaborar dibujos representando los cambios en la organización que hubo entre los dos sistemas de
trabajo, para explicarlos posteriormente a tus compañeros.
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Material de Apoyo Historia Universal I
El término «Revolución Industrial» no debería ser confinado
a un tipo singular de desenvolvimiento económico
en la época moderna. Debería adoptarse una
acepción tan amplia del término como para que pudiese
abarcar todos los cambios económicos que han
producido la cultura material contemporánea, con inclusión
de las alteraciones experimentadas por las instituciones
sociales como consecuencia ineludible de
esas transformaciones.
Para mayor claridad, la Revolución Industrial puede
ser dividida en tres fases principales:
1) cambios revolucionarios en los métodos técnicos
para fabricar, transportar y transmitir información
2) aparición del sistema fabril considerado como
un nuevo método de organización de la industria
y de la disciplina del trabajo
3) repercusiones generales, económicas, sociales,
políticas y culturales, de la nueva tecnología
y del sistema fabril
DE LA HERRAMIENTA A LA MÁQUINA
Los cambios tecnológicos sobre los cuales descansan
los aspectos mecánicos de la Revolución Industrial
se basan, como hemos visto, en los progresos ya
logrados por la Ciencia Natural y Aplicada. En sentido
amplio, la revolución técnica consistió, ante todo, en
la transición del artesanado a la máquina. Nunca, seguramente,
se dará en la sociedad humana una transición
más revolucionaria que la correspondiente al
abandono de la economía de herramientas y la inauguración
de la época de la máquina. El hombre logró
entonces dominar a la Naturaleza y colocarla a su servicio
por medio de esclavos de hierro. No se trata sólo
de una nueva técnica maquinista aplicada a la manufactura
de tejidos, sino del desenvolvimiento de métodos
más baratos y más eficientes de fabricar productos
metalúrgicos. Se encontró un tipo mucho mejor de
energía para mover la maquinaria y los nuevos mecanismos
de transporte. La máquina de vapor, el motor
de combustión interna y el eléctrico suplantaron al buey,
al asno y al caballo. En la segunda Revolución Industrial,
la electricidad fue explotada en interés del transporte.
También se convirtió en la base de una revolución
maravillosa en la transmisión de informaciones,
de modo que los hechos pudieron ser diseminados
por todas las partes conocidas del planeta con la eliminación
práctica del inconveniente del tiempo. Por
último, esta información reunida con facilidad y transmitida
rápidamente es ahora ampliamente difundida
mediante los diarios y la radio.
APARICIÓN DEL SISTEMA FABRIL
Igualmente nueva fue la aparición del sistema fabril
como una forma diferente de organización industrial y
de disciplina del trabajo. Los viejos sistemas guildista
y doméstico se habían basado fundamentalmente en
las relaciones personales del empresario con sus dependientes.
Estos dos sistemas más viejos fueron sustituidos
por el sistema fabril cuando se introdujo la técnica
maquinista.
El término “sistema fabril” se presta a confusión,
porque ha sido usado con muy diferentes sentidos por
los escritores. Aquí se emplea para indicar la organización
del trabajo (personal) en las modernas plantas
equipadas con máquinas. También ha sido usado por
excelentes autoridades para designar toda reunión
considerable de trabajadores, aun cuando se valgan
de herramientas, bajo una sola dirección. Estas unidades
de trabajo deberían ser llamadas “talleres centrales”,
para evitar que se confunda la centralización
voluntaria para conveniencia con la intrincada y
compulsoria centralización del trabajo tan característica
de la edad de las máquinas.
En el sentido preciso adoptado aquí, el sistema
fabril fue una consecuencia necesaria de la moderna
técnica maquinista. La pesada y complicada maquinaria
que comenzó a emplearse con la Revolución Industrial
no podía ser instalada en casas particulares.
El sistema fabril provocó, inmediatamente, la adopción
de un tipo radicalmente distinto de disciplina industrial.
Un número mucho mayor de individuos fueron
reunidos en un establecimiento, las relaciones
personales entre el empresario y sus empleados tendieron
a desaparecer y el trabajador se vio regimentado
en todas sus actividades. Con el progreso del sistema
fabril y de la empresa de negocios impersonal, el trabajo
tendió a convertirse en una mercancía, comprada
y vendida en el mercado del trabajo de acuerdo
con la libre competencia, más bien que con consideraciones
humanitarias. Los trabajadores industriales
quedaron a merced de la clase patronal, hasta que
sus organizaciones estuvieron en condiciones de defenderlos
y servirles de instrumento para contratar
colectivamente las condiciones de su trabajo. (...)
NATURALEZA Y SIGNIFICACIÓN DE LA REVOLUCIÓN
INDUSTRIAL
Elmer Barnes Harry
Tomado de Historia de la economía del mundo occidental. Hasta principios de la Segunda Guerra
Mundial, UTEHA, 1980, pp. 337-338 y 357-361.
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Material de Apoyo Historia Universal I
APARICIÓN DE LA FÁBRICA
El nuevo imperio de las máquinas determinó una transformación
radical en la manera de aplicar el trabajo
del hombre al proceso industrial. Esto dio lugar al nacimiento
de la fábrica o factoría, la forma moderna más
característica de concentrar y controlar el trabajo. La
fábrica podría existir en forma rudimentaria sin máquinas
muy complicadas. Ya vimos que bajo la forma primitiva
de “talleres centrales”, la factoría puede descubrirse
en la antigua Mesopotamia, en Grecia, en Roma
y en la Inglaterra del sistema comercial-capitalista de
principios del siglo XVI, pero las factorías fueron poco
corrientes antes de que surgiera el imperio de las máquinas.
Desde entonces se hicieron inevitables y, en
la actualidad, dominan casi por completo la industria
moderna. Si pudo haber alguna suerte de factoría sin
máquinas muy complicadas, la moderna maquinaria,
por el contrario, no puede ser montada en otro lugar,
porque es demasiado voluminosa para ser instalada
en casas particulares. También requiere más trabajadores
de los que pueden reunirse en dichas casas.
En un capítulo anterior indicamos algunos de los
inconvenientes del sistema doméstico como se había
desarrollado en Inglaterra durante el siglo XVI. Bajo
este sistema, una considerable cantidad de manufactura
era llevada a cabo en los distritos rurales y, a veces,
en combinación con la agricultura. Tal cosa se
debió; parcialmente, a la oposición de las guildas, contrarias
a la consolidación de las plantas industriales
en las ciudades. Cuando los gobiernos nacionales se
impusieron a las guildas, la manufactura, y muy particularmente
en las industrias nuevas como la de paños
de lana y estambres, progresaron fuera de su jurisdicción.
La nueva clase capitalista de los maestros pañeros
se apoderó entonces del control de la industria textil.
La Revolución Comercial, con la consiguiente ampliación
del mercado, aumentó la venta potencial de
artículos manufacturados, y con tal motivo las ventajas
de la producción en gran escala comenzaron a
exteriorizarse. De nuevo, la industria fue trasladada,
parcialmente, a las ciudades, porque ello suponía un
amplio mercado y la seguridad de obtener trabajadores.
En los siglos XVI y XIX la urbanización de la industria
adquirió una fuerza irresistible debido a la introducción
de la máquina de vapor.
Entonces la industria tendió a concentrarse en
aquellas localidades que disponían de fuerza hidráulica,
hierro y carbón. Con la introducción de la maquinaria,
el proceso manufacturero se fragmentó en muchas
operaciones rutinarias, ejecutadas principalmente
por las máquinas y sin que los trabajadores tuvieran
que hacer otra cosa que vigilarlas. Estas máquinas,
no sólo eran muy caras para que los trabajadores individuales
pudieran ser sus dueños, sino que estaban
combinadas con todas las que llevaban a cabo una
operación especial del proceso general, como5 por
ejemplo, el de la conversión de la fibra de algodón en
tejido acabado. Estas máquinas tenían que ser instaladas
en lugares donde se dispusiera de la energía
pertinente para moverlas, y esto rara vez ocurría en
los hogares de los trabajadores. En esta época, y antes
del desenvolvimiento de los aparatos eléctricos, la
energía era transmitida por un sistema de ejes y correas,
lo cual determinaba el que sólo pudiera usarse
en las proximidades de su origen.
La transición gradual del tejido a mano a la factoría
ilustra bien esta tendencia general. Había muchos tejedores
en los talleres centrales de Inglaterra antes de
que fuese inventado el telar mecánico. Cuando apareció
éste, esta maquinaria más económica fue instalada
en ellos, y el taller se convirtió en fábrica. Los
tejedores a mano, que todavía trabajaban en sus casas,
fueron gradualmente suprimidos, cuando las máquinas
productoras de energía mejoraron tanto que
hicieron su trabajo mucho más barato, hasta el punto
de que el trabajador manual no pudo competir con ellas.
Este se vio entonces obligado a buscar empleo en la
factoría o dedicarse a cualquier otra ocupación que le
permitiera ganarse la vida. Pronto demostró la factoría
que era una agencia mucho más eficiente para fabricar
artículos. Su aceptación general fue, por tanto,
inevitable, y hasta deseable, a pesar de los cambios
revolucionarios que envolvía y el desorden y sufrimientos
que determinó.
Las primeras factorías con energía mecánica datan,
principalmente, de la época en que las máquinas
de Watt aparecieron en el mercado después del año
1780. (52) La primera hilandería movida a vapor fue
abierta por un hombre llamado Robinson, el año 1785.
Entre los más importantes fundadores de las primeras
fábricas textiles figuran Ricardo Arkwright, Samuel
Oldknow, Robert Peel y Roberto Owen. El enérgico
fundidor John Wilkinson introdujo el sistema de la factoría
en la industria metalúrgica. Como dice el profesor
Clapham, el sistema fabril se abrió camino lentamente
y con diferente tipo de progreso en las diversas
industrias. Hacia el año 1830, las grandes fábricas
abundaban en la rama algodonera de la industria textil
tanto como en la metalúrgica del hierro. El trabajo
manual y las pequeñas fábricas eran todavía corrientes,
no sólo en las industrias de la lana y el estambre,
sino también en otras muchas industrias.
PRINCIPALES ELEMENTOS DEL SISTEMA
FABRIL
De las características principales del sistema fabril, la
más notable es la reunión de un número mucho mayor
de trabajadores en un solo establecimiento de los
que podían ser reunidos en los tipos más primitivos de
la disciplina industrial. Aunque un establecimiento pueda
ser considerado como factoría cuando emplea una
docena o más de trabajadores, la factoría moderna
comprende cientos y hasta miles de ellos. Hasta las
144
Material de Apoyo Historia Universal I
pequeñas emplean, normalmente, mayor número de
personas de las reunidas en los establecimientos ordinarios
de las guildas.
El sistema fabril ofrece también mayores oportunidades
para controlar, supervisar y disciplinar el trabajo.
En comparación con los anteriores aprendices y
jornaleros, los trabajadores de las fábricas modernas
están, normalmente, más a merced de las clases capitalistas
de lo que fue posible cuando los segundos
podían convertirse en maestros y las herramientas eran
relativamente baratas. La superior disciplina posible
en el sistema fabril es todavía más aparente si la comparamos
con el sistema doméstico, bajo el cual el capitalista
o su representante visitaba a los trabajadores
sólo esporádicamente al distribuir la materia prima o
al recoger el producto acabado. Con anterioridad al
desenvolvimiento de las organizaciones correspondientes,
los trabajadores fabriles dependían casi por
completo de la voluntad de su patrón, cuya presencia
constante en la fábrica hacía posible una vigilancia y
disciplina completas.
No sólo la fábrica hizo que el control del trabajo fuese
mucho más fácil, sino también que la disciplina y la
regimentación fueran absolutamente inevitables para
impedir que prevaleciesen el caos y la confusión. La
inspección desorganizada, basada en contactos personales,
pudo ser adecuada en los pequeños establecimientos
de las guildas, pero era insuficiente en la
nueva situación creada con la reunión de cientos de
trabajadores bajo un mismo techo. Llegó, pues, a ser
necesario el establecimiento de reglas rigurosas que
determinasen las horas de trabajo, las tareas que debía
ejecutar cada trabajador, su comportamiento en
relación con el patrono, la conducta que debía observar
dentro de la fábrica y hasta el modo como debía
entrar y salir en la misma. (Tan complicado llegó a ser
este código en algunos lugares que su aplicación literal
y completa hubiera paralizado la operación de la
planta. Esta situación fue aprovechada por algunas
organizaciones extremistas, que lograron practicar un
sabotaje pacífico cumpliendo dichas reglas literalmente
y con toda perfección.) El siguiente sumario de las
reglas y castigos impuestos en una primitiva fábrica de
algodón de las proximidades de Manchester ha sido
citado por Mr. y Mrs. Hammond. Ilustra muy bien el
carácter de la nueva disciplina industrial y el natural
contraste entre las nuevas condiciones y las relativamente
flexibles y descuidadas de la vida industrial bajo
el sistema doméstico:
El hilandero que deje abiertas las ventanas
1 chelin.
El hilandero que esté sucio durante su trabajo
1 chelin.
El hilandero que se encuentre, fuera de su puesto,
lavándose
1 chelin.
El hilandero que deje el bote de aceite fuera de su
sitio
1 chelin.
El hilandero que repare la banda de su tambor a la luz
del gas
2 chelin.
El hilandero que deje su gas encendido
2 chelin.
El primer código adecuado de disciplina fabril fue
redactado por Sir Ricardo Arkwright. En realidad, su
importancia para la Revolución Industrial es mucho
mayor como organizador de fábricas que como promotor
del water-frame giratorio. Las fábricas de
Arkwright estaban tan bien organizadas y su código
pareció tan adecuado que fue ampliamente adoptado
en Europa, y de este modo llegó a ser el padre de los
posteriores y más completos del siglo XIX.
En estos últimos años, la observación y el experimento
han probado que esos códigos de disciplina
fabril presentaban serios defectos en su reacción sobre
la personalidad humana. Han sido censurados,
porque sacrificaban al orden y a la regimentación la
tendencia natural humana al esfuerzo creador o a reducirlo
al mínimo necesario para conservar el empleo.
Es evidente que los trabajadores están sujetos a
un gran esfuerzo nervioso por la monotonía tanto de
la rutina mecánica como de la disciplina fabril. También
parece, aunque algunos psicólogos lo nieguen,
que este tedio o cansancio provoca, a menudo, enfermedades
nerviosas que retienen a los trabajadores
en el hogar:
El informe del Inspector Jefe de Factorías y Talleres
de 1931 demuestra que el tedio es la causa de
que muchos trabajadores ingleses pierdan más días
de trabajo que todas las demás enfermedades industriales
juntas. Este es el resultado de la mecanización
de la industria, según el comentario de The Lancet,
revista médica inglesa. Las perturbaciones nerviosas
ligeras que han incrementado mucho en los últimos
años son, en realidad, según se cree, el resultado del
cansancio. Este estado de tedio es tan grande que
determina padecimientos nerviosos lo bastante severos
para que se pierdan días de trabajo, cosa casi
desconocida por los artesanos, añade The Lancet.
El reconocimiento de que debe haber algo equivocado
en esta situación ha estimulado el desenvolvimiento
de la moderna ciencia de la dirección del personal
y de la psicología y psiquiatría industriales con
la idea de humanizar la fábrica.
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Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El alumno caracterizará el capitalismo industrial de libre competencia y sus fundamentos ideológicos,
relacionándolo con las corrientes de pensamiento y los movimientos sociales que lo cuestionan.
Contenidos temáticos
Características del capitalismo industrial de libre competencia. Liberalismo político.
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número treintaisiete
1. Lecturas y análisis
Después de leer los dos Textos, resuelve la siguiente Guía de lectura:
1. Explica el significado de los conceptos: Acumulación originaria de Capital, Mercancía, Capital, Capitalismo,
Plusvalía, Salario, Clases sociales, Proletario, Burgués, Medios de producción, Trabajo y Fuerza Humana
de Trabajo.
2. Resuelve el siguiente problema: Un millonario Inglés, naufraga cerca de una isla del Pacífico; rica en todos
los recursos naturales; se salva toda la tripulación y la riqueza del Inglés que consiste en cien millones
de Dólares en Oro y otro tanto en maquinaria.
a.- ¿El Ingles es burgués?
b.- ¿La tripulación y habitantes de la isla pertenecen al proletariado?
c.- ¿Su riqueza es Capital?
d.- ¿Cómo podrá el ingles obtener Plusvalía?
3. Aplicando la siguiente fórmula:
365a + 52b + 12c + etc.
365
Investiga en el mercado; ¿Cuál será el valor diario de la fuerza humana de trabajo de una obrero en México
actualmente, considerando que el salario debe cubrir las necesidades básicas del obrero y su familia?
4. ¿Por qué hay pobres y ricos en el mundo?
146
Material de Apoyo Historia Universal I
1. Lucha de clases
Con independencia de que sean ricos o pobres, fuertes
o débiles, blancos, negros, amarillos o mestizos,
todo el mundo debe producir y distribuirse las cosas
que necesita para garantizar su vida.
El sistema de producción y distribución vigente
en los Estados Unidos se denomina capitalismo. En
muchos otros países del mundo rige el mismo sistema.
Para producir y distribuir los alimentos, los vestidos,
la vivienda, los automóviles, los aparatos de radio,
los periódicos, las medicinas, las escuelas, esto,
aquello y lo de más allá, se requieren dos medios esenciales:
1. Tierras, minas, materias primas, maquinaria,
fábricas, es decir, lo que los economistas denominan
«medios de producción».
2. Fuerza de trabajo, o sea, trabajadores que
empleen su fuerza y su destreza sobre los medios de
producción a fin de obtener los bienes que se necesitan.
En los Estados Unidos, al igual que en otros
países capitalistas, los medios de producción no son
de propiedad pública. La tierra, las materias primas,
las fábricas, la maquinaria, pertenecen a individuos
particulares, a los capitalistas.
Es éste un hecho que reviste una importancia
tremenda, ya que el poseer o no poseer los medios de
producción determina la posición de cada uno en la
sociedad. Si se pertenece al pequeño grupo de propietarios
de los medios de producción —la clase capitalista—
se puede vivir sin trabajar. Si, por el contrario,
se pertenece al amplio grupo que no posee los medios
de producción —la clase trabajadora— se ha de
trabajar necesariamente para vivir.
Una clase vive de la propiedad; la otra clase
vive de su trabajo. La clase capitalista consigue sus
ingresos empleando a otros que trabajan para ella; la
clase trabajadora obtiene sus ingresos en forma de
salarios mediante el trabajo que realiza.
Dado que el trabajo es esencial en orden a producir
los bienes que necesitamos para garantizar nuestra
existencia, lo lógico sería que aquellos que realizan
el trabajo —la clase trabajadora— se viesen ampliamente
recompensados. Y, sin embargo, no ocurre
así. En la sociedad capitalista no son los que más
poseen.
El beneficio constituye el mecanismo que hace
funcionar la sociedad capitalista. El hombre de negocios
inteligente es aquel que paga el mínimo posible
por lo que adquiere y recibe el máximo posible por lo
que vende. El primer paso en el camino de los grandes
beneficios consiste en reducir los gastos. Uno de
los gastos de la producción es el salario que se paga
a los trabajadores. Por ello, el capitalista está interesado
en pagar los salarios más bajos posibles. Y, de
idéntica forma, está interesado, asimismo, en obtener
la mayor cantidad de trabajo posible de los trabajadores
que de él dependen.
Los intereses de los propietarios de los medios
de producción, y los de los hombres que trabajan para
ellos, están en contradicción. Para los capitalistas, la
propiedad ocupa el primer lugar y la humanidad el segundo;
para los trabajadores, la humanidad —ellos
mismos— ocupa el primer lugar, y la propiedad el segundo.
Ésta es la razón por la que en la sociedad capitalista
existe siempre conflicto entre las dos clases.
Ambos bandos de la guerra de clases actúan
de la forma en que actúan porque no tienen más remedio
que hacerlo así. El capitalista debe intentar conseguir
beneficios para seguir siendo un capitalista. El
trabajador debe intentar obtener salarios decentes para
seguir viviendo. Cada uno de ellos puede triunfar, exclusivamente,
a costa del otro.
Toda la palabrería existente acerca de la «armonía
» entre capital y trabajo es un puro disparate.
En la sociedad capitalista no puede haber tal armonía
porque lo que es bueno para una clase es malo para
la otra, y viceversa.
Por lo tanto, la relación que debe existir en la
sociedad capitalista entre los propietarios de los medios
de producción y los trabajadores es la misma que
existe entre el bisturí y el cáncer.
2. Plusvalía
En la sociedad capitalista, el hombre no produce
lo que necesita para satisfacer sus propias exigencias,
sino que produce bienes cuyo objeto es ser vendido
a otros. Si antiguamente la gente producía bienes
para su propio uso, hoy día produce artículos
para el mercado, es decir, mercancías.
El trabajador no posee los medios de producción.
Sólo puede hacer frente a la vida de una forma:
vendiéndose a cambio de un salario a aquellos que sí
ANÁLISIS SOCIALISTA DEL CAPITALISMO
Leo Huberman y Paul Sweezy
Tomado de. Introducción al socialismo. Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 1976. Pág. 17-29.
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Material de Apoyo Historia Universal I
los poseen. Acude al mercado de trabajo con la única
mercancía que puede ofrecer: su capacidad para trabajar,
su fuerza de trabajo. Es esto lo que el empresario
le compra. Es esto lo que el empresario adquiere
de él a cambio del salario. El trabajador vende al capitalista
su mercancía, la fuerza de trabajo, recibiendo
como compensación el salario.
¿Qué cantidad de salario percibe? ¿Qué es lo
que determina el importe de su salario?
La clave de la respuesta se basa en el hecho
de que todo cuanto puede ofrecer el trabajador es una
mercancía. El valor de su fuerza de trabajo, como el
de cualquier otra mercancía, viene determinado por la
cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario
para producirla. Pero, como la fuerza de trabajo del
obrero forma parte consustancial de sí mismo, su valor
equivale al de los alimentos, vestidos y vivienda
necesarios para hacer frente a su existencia y —puesto
que la oferta de fuerza de trabajo disponible ha de
perpetuarse— mantener una familia.
En otras palabras, si el propietario de una fábrica,
taller o mina necesita que trabajen para él cuarenta
horas, debe pagar a quien ha de hacerlo lo suficiente
para que pueda seguir viviendo y para poder mantener
unos hijos capaces de sustituirle cuando haya
muerto o cuando sea demasiado viejo para trabajar.
De esta forma, los trabajadores reciben, a cambio
de su fuerza de trabajo, un salario de subsistencias
y —en algunos países— un exceso por encima
del mismo para poder adquirir una radio, un refrigerador
o para poder asistir a algún espectáculo de vez en
cuando.
¿Significa esta ley económica de que los salarios
de los trabajadores tienden a mantenerse a un
nivel de pura subsistencia que resulte estéril todo tipo
de acción sindical y reivindicativa? No, de ninguna
manera. Por el contrario, los trabajadores, a través de
este tipo de acción, han conseguido en muchos países
—incluido los Estados Unidos— elevar los salarios
por encima del nivel mínimo de subsistencia. E
incluso es importante tener en cuenta que es éste el
único camino asequible a los trabajadores para evitar
que dicha ley económica actúe de forma constante.
¿De dónde procede el beneficio?
La respuesta no la encontraremos en el proceso
de intercambio o distribución de las mercancías,
sino, por el contrario, en el proceso de producción.
Los beneficios que afluyen a la clase capitalista se originan
en la producción.
Los trabajadores, al transformar las materias primas
en productos determinados, dan lugar a una nueva
riqueza, crean un nuevo valor. La diferencia entre
lo que el trabajador percibe en salarios y el nuevo valor
que ha incorporado a las materias primas mediante
su trabajo es lo que se reserva para sí el empresario.
De ahí es de donde procede el beneficio.
Cuando un trabajador vende su fuerza de trabajo
a un empresario, no le vende lo que produce,
sino su capacidad para producir.
El trabajador vende su fuerza de trabajo por la
duración de toda la jornada laboral, es decir, por ocho
horas en este caso. Supongamos que el tiempo necesario
para producir el valor del salario que percibe es
de cuatro horas. Llegado este momento, no abandona
el trabajo para volver a su casa. ¡ Ah, no! Ha sido
contratado para trabajar ocho horas y, por lo tanto, le
quedan otras cuatro horas de trabajo. Durante estas
cuatro horas ya no trabaja para él, sino para el empresario.
Parte de su trabajo es un trabajo retribuido;
el resto es un trabajo no retribuido. El beneficio
del empresario procede de este trabajo no retribuido.
Debe existir una diferencia entre lo que se le
paga al trabajador y el valor de lo que produce, ya
que, de otra forma, el empresario no le contrataría. La
diferencia entre lo que percibe el trabajador en forma
de salario y el valor de la mercancía que produce recibe
la denominación de plusvalía.
La plusvalía es el beneficio que va a parar al
empresario. Éste adquiere fuerza de trabajo a un precio
y vende el producto obtenido mediante dicho trabajo
a un precio superior. La diferencia —plusvalía—
se la reserva para sí.
3. Acumulación de capital
El capitalista empieza con dinero. Con él adquiere
los medios de producción y la fuerza de trabajo.
Los trabajadores, al aplicar su fuerza de trabajo a
los medios de producción, producen mercancías. El
capitalista toma dichas mercancías y las vende, recibiendo
a cambio dinero. La cantidad de dinero que
obtiene al final del proceso ha de ser superior a la que
tenía al comienzo del mismo. La diferencia entre una
y otra constituye su beneficio.
Cuando la cantidad de dinero que obtiene al final
del proceso no es mayor que la que tenía al comienzo
del mismo, no obtiene ningún beneficio y, en
tal caso, deja de producir. La producción capitalista no
se origina ni termina en virtud de las necesidades de
la gente. Se origina y termina por dinero.
El dinero no puede crear más dinero permaneciendo
inmóvil o escondido debajo de un ladrillo. Sólo
puede aumentar si se le utiliza como capital, es decir,
adquiriendo medios de producción y fuerza de trabajo,
y, con ello, obteniendo una parte de la nueva riqueza
creada por los trabajadores cada año, cada día,
cada hora.
Se trata de un auténtico tiovivo de verbena. El
capitalista intenta obtener beneficios cada vez mayores
a fin de poder acumular cada vez más capital —
medios de producción y fuerza de trabajo—, a fin de
poder conseguir beneficios cada vez mayores, a fin
de poder acumular cada vez más capital, a fin de etc.,
etc., etc.
148
Material de Apoyo Historia Universal I
Y la forma de aumentar los beneficios es conseguir
que los trabajadores produzcan bienes cada vez
más rápidamente y a un precio cada vez más reducido.
No está mal la idea, pero ¿cómo lograrlo? La
respuesta está en la mecanización y en la organización
científica. Mayor división del trabajo. Producción
masiva. Ritmos infernales de producción. Mayores rendimientos.
Más maquinaria. Máquinas automáticas que
hacen posible que un obrero produzca lo que antes
obtenían cinco, lo que antes obtenían diez, dieciocho,
veintisiete.
Los obreros a los que la nueva maquinaria convierte
en «superfluos» constituye un «ejército industrial
de reserva» que a duras penas puede sobrevivir o
que, con su mera existencia, presiona hacia abajo los
salarios de quienes tienen la suerte de disponer de un
empleo.
Pero la nueva maquinaria no se limita a crear
una población excedente de trabajadores, sino que,
además, modifica el carácter del trabajo mismo. Obreros
no cualificados, simples peones, pueden —gracias
a las nuevas máquinas— ejecutar el mismo trabajo
que antes exigía una mano de obra altamente
especializada y bien remunerada. Los niños pueden
ocupar el lugar de los adultos en la fábrica; las mujeres
pueden sustituir a los hombres.
La competencia obliga a cada capitalista a buscar
la forma de producir más barato que los demás.
Cuanto más reducido sea su «coste por unidad de
mano de obra», más fácil le será vender a un precio
inferior al de sus competidores sin dejar de obtener
beneficios. Mediante la extensión y el uso de la maquinaria,
el capitalista puede conseguir que los trabajadores
produzcan cada vez más bienes a una velocidad
cada vez mayor y a un coste cada vez menor.
Mas la moderna maquinaria que hace posible
todo esto supone un alto precio. Significa una producción
a mayor escala que antes, significa fábricas cada
vez mayores. En otras palabras, significa una acumulación
cada vez mayor de capital.
No hay opción posible para el capitalista. Los
mayores beneficios van a parar a quienes utilizan los
procedimientos técnicos más avanzados y productivos.
Por ello, todos los capitalistas luchan denodadamente
por introducir constantes mejoras. Pero tales
mejoras requieren cada vez más capital.
Para mantener su puesto en el mundo de la producción,
para hacer frente a la competencia de los demás
y conservar lo que tiene, el capitalista ha de esforzarse
constantemente por ampliar su capital.
Ya no se trata sólo de que desee obtener mayores
beneficios a fin de acumular más capital y, de
esta forma, aumentar de nuevo sus beneficios, sino
que el propio sistema le obliga objetivamente a ello.
149
Material de Apoyo Historia Universal I
Es importante no confundir la producción de mercancías
en general con el capitalismo. Es verdad que sólo
bajo el capitalismo “todos o la mayoría de los productos
toman la forma de mercancías”, de modo que puede
decirse, ciertamente, que el capitalismo implica la
producción de mercancías. Pero lo contrario no es
verdad: la producción de mercancías no implica necesariamente
el capitalismo. En realidad, un alto grado
de desarrollo. de la producción de mercancías es un
prerrequisito necesario para la aparición del capitalismo.
Por consiguiente, a fin de aplicar nuestra teoría
del valor al análisis del capitalismo es necesario ante
todo examinar cuidadosamente los rasgos especiales
que separan a esta forma de producción del concepto
general de producción de mercancías.
1. El capitalismo
Bajo la producción simple de mercancías, a la
que mayormente, hasta ahora, hemos limitado nuestra
atención, cada productor posee y trabaja con sus
propios medios de producción; bajo el capitalismo la
propiedad de los medios de producción corresponde
a un conjunto de individuos, mientras que otro realiza
el trabajo. Además, tanto los medios de producción
como la fuerza de trabajo, son mercancías; es decir,
unos y otra son objetos de cambio y, por lo mismo,
portadores de valor de cambio. Se sigue que no sólo
las relaciones entre propietarios, sino también las relaciones
entre propietarios y no propietarios tienen el
carácter de relaciones de cambio. Lo primero es característico
de la producción de mercancías en general,
lo segundo, del capitalismo solamente. Podemos
decir, por lo tanto, que la compra y venta de la fuerza
de trabajo es la differentia specifica (diferencia específica)
del capitalismo. Como Marx lo expresó:
Las condiciones históricas de su existencia no
se dan de ningún modo con la mera circulación de
dinero y mercancías. Sólo pueden surgir a la vida
cuando el propietario de los medios de producción
y subsistencia se encuentra en el mercado
con el trabajador libre que vende su fuerza de trabajo.
Y esta condición histórica abarca una historia
del mundo. El capital, por lo tanto, anuncia desde
su primera aparición una nueva época en el
proceso de la producción social. (Esto se expresa
a menudo diciendo que el capitalismo, a diferencia
de sistemas económicos anteriores, se basa
en el trabajo libre. Al lector puede ocurrírsele preguntar
si, según este criterio la economía fascista
moderna es capitalista. La respuesta es, ciertamente,
en sentido afirmativo. El estudio más completo
de la Alemania nacional-socialista hecho
hasta ahora responde a esta cuestión del modo
siguiente: “Libertad de contratación del trabajo significa
sobre todo una distinción clara entre tiempo
de trabajo libre, que introduce en las relaciones
de trabajo la posibilidad de calcular y predecir. Significa
que el obrero sólo vende su fuerza de trabajo
durante determinado tiempo, que se contrata o
se fija por la ley... En Alemania aún existe esa libertad
de contratación del trabajo. La distinción
entre trabajo y ocio es tan neta como en cualquier
democracia, si bien el régimen intenta controlar el
trabajo libre que les queda a los obreros... Han
fracasado todos los intentos de los juristas nacional-
socialistas para sustituir el contrato de trabajo
por algún otro instrumento legal (tal como las relaciones
de comunidad) y... todas las relaciones entre
patrones y empleados siguen siendo contractuales.”
Ed. de Fondo de Cultura Económica, 1943,
pp. 377-78.)
En la producción simple de mercancías el productor
vende su producto a fin de comprar otros productos
que satisfagan sus necesidades específicas.
Empieza con Mercancías, las convierte en Dinero, y
de ahí, una vez más, en Mercancías. Las Mercancías
constituyen el principio y el fin de la transacción que
tiene su fundamento racional en el hecho de que las
mercancías recibidas son cualitativamente diferentes
de las entregadas. Marx designa este circuito, simbólicamente,
como M-D-M. Bajo el capitalismo, por otra
parte, el capitalista, actuando en su calidad de tal, se
presenta en el mercado con Dinero, compra Mercancías
(fuerza de trabajo y medios de producción) y entonces,
después de cumplido un proceso de producción,
vuelve al mercado con un producto que convierte
una vez más en Dinero. Este proceso se designa
como D-M-D. El dinero es el principio y el fin; falta aquí
el fundamento racional de M-D-M, ya que el dinero es
cualitativamente homogéneo y no sirve para satisfacer
necesidades. Es, sin duda, evidente que si la D
del comienzo tiene la misma magnitud que la del fin,
todo el proceso carece de sentido. De ahí que el único
proceso significativo desde el punto de vista del capitalista
sea D-M-D’, en el que D’ es mayor que D. La
transformación cualitativa del valor de uso es reemplazada
aquí por la expansión cuantitativa del valor
de cambio como objetivo de la producción. En otras
PLUSVALÍA Y CAPITALISMO
Paul M. Sweezy
Tomado de: Teoría del desarrollo capitalista. México,F.C.E., pág. 68-7
150
Material de Apoyo Historia Universal I
palabras, el capitalista sólo tiene por qué desembolsar
dinero a cambio de fuerza de trabajo y medios de
producción, si en esa forma puede adquirir una cantidad
mayor de dinero. El incremento del dinero, la diferencia
entre D’ y D, es lo que Marx llama plusvalía; (La
palabra alemana es Mehrwert, literalmente “más valor”.)
constituye el ingreso del capitalista como tal y
suministra “el fin directo y el incentivo determinante de
la producción”.
Es de la mayor importancia no pasar por alto
las implicaciones de este análisis. Para Marx la importancia
decisiva de la plusvalía se debe a la forma histórica
específica de la producción capitalista. El pasaje
que sigue subraya vigorosamente el punto:
La circulación simple de rnercancías —vender
para comprar— es un medio de realizar un propósito
no conectado con la circulación, a saber, la
apropiación de los valores de uso, la satisfacción
de necesidades. La circulación de dinero como
capital es, por el contrario, un fin en sí rnisma,
puesto que la expansión del valor sólo tiene lugar
en el curso de este movimiento renovado sin cesar.
La circulación de capital, por lo tanto, no tiene
límites. De este modo el representante consciente
de este movimiento, el poseedor de dinero, se
convierte en capitalista. Su persona, o más bien
su bolsillo, es el punto del cual parte y al cual regresa
el dinero. La expansión del valor, que es
la base objetiva o el resorte principal de la circulación
D-M-D, se convierte en su fin subjetivo,
y sólo en la medida en que la apropiación de
más y más riqueza en abstracto se convierte en el
único motivo de sus operaciones, el capitalista
actúa como tal, esto es, como capital personificado
y dotado de conciencia y voluntad. Los valores
de uso, por lo tanto, no deben considerarse nunca
como el fin real del capitalista; ni tampoco la ganancia
lograda en un sola transacción. El proceso
inacabable y sin descanso de la obtención de ganancias
es el solo fin que persigue.
Basta comparar esta afirmación con la opinión
casi universal de los economistas ortodoxos, de que
la adquisición de plusvalía como incentivo de la producción
proviene de una característica innata de la
naturaleza humana (el llamado “móvil de la ganancia”)
para advertir cuán hondo es el abismo que separa la
economía política marxista de la ortodoxa.(...)
2. El origen de la plusvalía
Para descubrir el origen de la plusvalía es necesario
ante todo analizar el valor de la mercancía fuerza
de trabajo Cuando decimos que la fuerza de trabajo
es una mercancía, no queremos decir que el trabajo
mismo sea una mercancía. La distinción es importante
y debe ser cuidadosamente tomada en consideración;
podemos aclararla como sigue: el capitalista toma
a salario al obrero para que éste vaya cierto día a su
fábrica, preparado a realizar cualquier tarea que se le
encomiende. Al hacer esto, compra la capacidad de
trabajo del obrero, su fuerza de trabajo; pero hasta
aquí no se trata del gasto de cerebro y músculo que
constituyen el trabajo real. Estos últimos entran en el
cuadro solamente cuando al obrero se le pone en
movimiento, en una tarea específica. El trabajo, en
otras palabras es el uso de la fuerza de trabajo, exactamente
como, empleando la analogía de Marx, la digestión
es el uso del poder de digestión.
En el sentido más estricto, la fuerza de trabajo
es el trabajador mismo. En una sociedad de esclavos
esto es obvio, ya que lo que el comprador adquiere es
el esclavo y no su trabajo. Bajo el capitalismo, sin
embargo, el hecho de que el contrato de trabajo sea
legalmente limitado o terminable, o ambas cosas, oscurece
la realidad de que lo que el obrero hace es
venderse por un período de tiempo estipulado. Ésta
es, sin embargo, la realidad de la cuestión, y es probable
que el concepto de un día de fuerza de trabajo
sea mejor entendido, simplemente, como un trabajador
por un día.
Ahora bien, puesto que la fuerza de trabajo es
una mercancía, debe tener un valor como cualquier
otra mercancía. Pero ¿cómo se determina el valor de
“esta mercancía peculiar”? Marx responde a esta cuestión
como sigue:
El valor de la fuerza de trabajo se determina,
como en el caso de cualquiera otra mercancía,
por el tiempo de trabajo necesario
para la producción, y, en consecuencia, también
para la reproducción de este artículo
especial... Dado el individuo, la producción
de fuerza de trabajo consiste en la reproducción
de sí mismo o su manutención. Por consiguiente,
el tiempo de trabajo requerido para
la producción de fuerza de trabajo se reduce
al necesario para la producción de los medios
de subsistencia; en otras palabras, el
valor de la fuerza de trabajo es el valor de los
medios de subsistencia necesarios para el
mantenimiento del trabajador... Sus medios
de subsistencia deben...ser suficientes para
mantenerlo en su estado normal como individuo
laborante. Sus necesidades naturales,
como el alimento, el vestido, el combustible
y el alojamiento varían según las condiciones
climáticas y otras condiciones físicas de
su país. Por otra parte, el número y la magni151
Material de Apoyo Historia Universal I
tud de sus llamadas necesidades esenciales...
son el producto del desarrollo histórico
y dependen, por lo tanto, en gran medida, del
grado de civilización de un país...
Volveremos más tarde a este problema; por el
momento debe advertirse en particular lo que sigue:
que el valor de la fuerza de trabajo se reduce al valor
de una cantidad más o menos precisa de mercancías
ordinarias.
Ahora estamos listos para pasar al análisis de
la plusvalía. El capitalista llega al mercado con dinero
y compra maquinaria, materiales y fuerza de trabajo.
Los combina después en un proceso de producción
del que resulta un volumen de mercancías que son
lanzadas nuevamente al mercado. Marx supone que
el capitalista compra lo que compra a sus valores de
equilibrio y vende lo que vende a su valor de equilibrio.
Y sin embargo, al final tiene más dinero que cuando
comenzó. En algún punto del proceso se ha creado
más valor —o plusvalía—. ¿cómo es esto posible?
Es claro que la plusvalía no puede surgir del
mero proceso de circulación de mercancías. Si todos
pretendieran obtener una ganancia elevando sus precios,
digamos en un 10 por ciento, lo que cada quien
ganara como vendedor lo perdería como comprador,
y el único resultado sería la elevación de los precios
en general, lo que a nadie beneficiaría. Parece ser
igualmente obvio que los materiales que entran en el
proceso productivo no pueden ser la fuente de la
plusvalía. El valor que los materiales tienen al comienzo
es transferido a los productos al final, pero no hay
razón para suponer que posean el poder oculto de
aumentar su valor. Otro tanto pasa, aunque tal vez de
un modo menos evidente, con los edificios y máquinas
que se utilizan en el proceso productivo. Lo que
distingue los edificios y la maquinaria de los materiales
es el hecho de que los primeros transfieren su valor
al producto final más lentamente, es decir, en una
sucesión de períodos de producción, y no todo de una
vez como en el caso de los materiales. Es verdad, por
supuesto, que de los materiales y la maquinaria se
puede decir que son físicamente productivos, en el
sentido de que la mano de obra que trabaja con ellos
puede rendir una producción mayor que la mano de
obra que trabaja sin ellos, pero la productividad física
en este sentido no debe confundirse bajo ninguna circunstancia
con la productividad de valor. Desde el
punto de vista del valor no hay razón para suponer
que los materiales o la maquinaria puedan transferir
finalmente al producto más de lo que ellos contienen.
Esto sólo deja una posibilidad, a saber, que la fuente
de trabajo sea la fuente de la plusvalía. Examinemos
esto más de cerca.
Como ya hemos visto, el capitalista compra la
fuerza de trabajo en su valor, es decir, paga al obrero
como salario una suma correspondiente al valor de
los medios de subsistencia del obrero. Supongamos
que este valor es el producto del trabajo de seis horas.
Pero significa que después de seis horas de producción
el obrero ha añadido al valor de los materiales
y la maquinaria usados —un valor que sabemos
reaparece en el producto— el valor adicional suficiente
para compensar sus propios medios de subsistencia.
Si el proceso hubiera de interrumpirse en este
punto el capitalista podría vender el producto por lo
exactamente suficiente para reembolsar sus gastos.
Pero el obrero se ha vendido al capitalista por un día,
y no hay nada en la naturaleza de las cosas que ordene
limitar la jornada de trabajo a seis horas. Supongamos
que la jornada de trabajo es de doce horas. Entonces,
en las últimas seis horas, el obrero continúa
agregando valor, pero ahora es un valor en exceso del
necesario para compensar sus medios de subsistencia;
es, en suma, plusvalía que el capitalista puede
tomar para sí.
Todas las condiciones del problema se cumplen,
en tanto que las leyes que regulan el cambio
de mercancías no han sido en ninguna forma violadas.
Pues el capitalista como comprador pagó
por cada mercancía, por el algodón; por el huso y
por la fuerza de trabajo, su valor completo. Vende
su hilaza.. . en su valor exacto. Sin embargo, retira
de la circulación más de lo que originalmente
lanzó a ella.
La llana lógica de este razonamiento puede expresarse
de un modo más sencillo. Con su trabajo de
un día el trabajador produce más que los medios de
subsistencia de un día, consecuencia, la jornada de
trabajo puede dividirse en partes, trabajo necesario y
trabajo excedente. Bajo las condiciones de la producción
capitalista el producto del trabajo necesario va a
poder del obrero en forma de salario, mientras que el
capitalista se apropia el producto del trabajo excedente
en la forma de plusvalía. Debe notarse que el trabajo
y el trabajo excedente como tales son fenómenos
que están presentes en todas las sociedades en que
la productividad del trabajo humano se ha elevado
por encima de cierto mínimo muy bajo; es decir, en
todas las sociedades con excepción de las más primitivas.
Más aún, en diversas sociedades no capitalistas
(por ejemplo, la esclavitud y el feudalismo) el producto
del trabajo excedente se lo apropia una clase especial
que por un medio u otro mantiene su control sobre los
medios de producción Lo específico del capitalismo
es, entonces, no el hecho de la explotación de una
parte de la población otra, sino la forma que asume
esta explotación, a saber, la producción de plusvalía.
152
Material de Apoyo Historia Universal I
1. Lectura y análisis
Un grado de comprensión mayor en la lectura de textos se puede poner de manifiesto en la actividad de comparar,
con el fin de obtener conclusiones que nos amplíen el conocimiento; enseguida se te proporciona un breve
comentario de cómo llevar a cabo esta actividad, con el fin de obtener mejores resultados en la lectura de la
temática tratada.
COMPARAR DOS O MÁS TEXTOS
— Analizar el contenido de los textos, sintetizando las ideas fundamentales.
— Comparar los textos, destacando las semejanzas y diferencias entre ambos.
— Indagar las circunstancias históricas del momento, la personalidad de los autores y sus referencias
ideológicas y políticas, para encontrar explicación a sus diferencias.
—Redactar las conclusiones manifestando las argumentaciones de los textos y valorando, con espíritu crítico,
los distintos puntos de vista.
Materiales de lectura propuestos:
1. Lee con atención el texto de Alfredo Traversoni (historiador del siglo XX).
2. Posteriormente, lee con el mismo cuidado el texto de Adam Smith (economista del siglo XVIII y uno de los
fundadores del liberalismo).
3. En tercer término, trata de relacionar ambos textos, localizando en el de Smith las ideas señaladas por
Traversoni. Elabora una lista de las ideas que son coincidentes en ambos textos y participa en el intercambio
grupal de opiniones a este respecto.
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número treintaiocho
153
Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El alumno caracterizará el capitalismo industrial de libre competencia y sus fundamentos ideológicos,
relacionándolo con las corrientes de pensamiento y los movimientos sociales que lo cuestionan.
Contenidos temáticos
Características del capitalismo industrial de libre competencia. Liberalismo político.
El pensamiento político y social en el siglo XIX,
Como una de las formas más específicas del liberalismo,
el liberalismo económico tiene sus fundamentos
doctrinarios en el siglo XVIII, muy particularmente en la
obra de los fisiócratas franceses y del inglés Adam Smith.
Recordemos que los fisiócratas hicieron perdurable, como
síntesis de un aspecto fundamental de su pensamiento
económico, la frase «laissez faire, laissez passer» (dejad
hacer, dejad pasar) en reclamo de la eliminación de
las trabas estatales, tan caras a los mercantilistas (reglamentaciones,
leyes, impuestos aduaneros, etc.), que pudieran
trabar el desarrollo de la producción y del comercio.
Estas ideas fueron desarrolladas en forma más sistemática
por Adam Smith, cuya obra La riqueza de las naciones
es considerada el sustento básico del pensamiento
económico liberal, la piedra fundamental en la fundación
de la economía política como disciplina científica
y el punto más representativo de la escuela de los economistas
clásicos.
Adam Smith se apoya en las bondades del llamado
orden natural, en tanto señala imperfecciones inevitables
a las instituciones humanas. Considera que la conducta
del hombre es determinada en forma natural por seis
motivaciones: el amor de sí mismo, la simpatía, el deseo
de ser libre, un sentido de propiedad, un hábito de trabajo
y la tendencia de trocar, permutar o cambiar una cosa por
otra. Con esas motivaciones naturales, el hombre sería
el mejor juez de su propio interés y debería dejársele en
libertad para actuar a su manera.
No habría, según Smith, conflicto entre el interés individual
y el interés colectivo; por el contrario, existiría entre
ellos una «armonía natural». Es al respecto muy comentada
su afirmación, según la cual, cuando cada individuo
buscaba su beneficio «una mano invisible le conducía
a favorecer un fin que no entraba en su propósito».
Apoyado en esta idea, Smith era partidario de restringir
la acción gubernativa. A su juicio ésta debía limitarse
al cumplimiento de tres deberes: defender el país contra
la agresión extranjera; establecer una buena administración
de justicia, y sostener obras públicas e institucionales
que un individuo o un grupo de individuos no manten-
LIBERALISMO ECONÓMICO
Alfredo Traversoni
Lectura tomada de Antonio Fernández, Historia del Mundo Contemporáneo. Curso de Orientación Universitaria.
Barcelona, Ediciones Vicens-Vives, 1995, pp. 74-75.Colombia, Cincel, Kapelusz, 1988, pp. 16-19.
drían por falta de una utilidad adecuada.
Su consejo respecto del tipo de producción que debe
escoger cada país es gráfico: «Todo jefe de familia discreto
deberá tener como máxima no intentar producir en
casa aquello que le cueste más hacer que comprar... Lo
que es prudencia en la conducta de una familia individual,
difícilmente puede ser desatino en la de un gran
reino.» La conclusión se deduce fácilmente: no oponer
obstáculos a la compra fuera del país de aquellos bienes
que podrían comprarse en el extranjero más baratos de
lo que costaría hacerlos en el país. (...)
Aplicación de las teorías liberales
Los gobiernos que siguieron las teorías y los consejos
del liberalismo económico se caracterizaron por la adopción
de las siguientes medidas:
Restringir la intervención estatal en los problemas económicos.
El Estado concentra su actividad en el mantenimiento
del orden público, razón por la que se le ha denominado
«Estado gendarme».
Eliminar las reglamentaciones, limitar los impuestos y
combatir los monopolios como forma de impedir las trabas
al desarrollo de las iniciativas económicas.
Establecer medidas tendentes al libre comercio. En
este punto, que requiere reciprocidad entre los Estados,
hubo problemas, Inglaterra, el país más desarrollado, fue
la abanderada del libre comercio, en tanto otros países -
Francia, por ejemplo-, que no estaban en condiciones de
competir con la productividad inglesa, no siguieron en este
aspecto los principios liberales.
Asegurar la libre contratación entre empleadores y empleados,
en el supuesto de que se trate de hombres
libres en cuya relación contractual no debe intervenir el
Estado. Esto está también vinculado con la creencia en
las leyes naturales, entre ellas las de mercado (relación
entre la oferta y la demanda), y con las ideas de Ricardo
sobre el salario.
Asegurar la libre empresa y la libre competencia. En
esta idea está presente, además de las anteriores, la
de la armonía natural entre el interés individual y el
interés colectivo. Se entiende que la libre competencia
hace prevalecer la eficiencia y esto beneficia
globalmente la economía.
154
Material de Apoyo Historia Universal I
La riqueza de las naciones (1776)
Cada individuo en particular pone todo su cuidado en
buscar el medio más oportuno de emplear con mayor
ventaja el capital de que puede disponer. Lo que desde
luego se propone es su propio interés, no el de la
sociedad en común: pero estos mismos esfuerzos
hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación
suya, el empleo más útil a la sociedad como
tal. (...)
Ninguno por lo general se propone primariamente
promover el interés público, y acaso ni aun conoce cómo
lo fomenta cuando no lo piensa fomentar. Cuando prefiere
la industria doméstica a la extranjera sólo medita
su propia seguridad: y cuando dirige la primera de modo
que su producto sea del mayor valor que pueda, sólo
piensa en su ganancia propia: pero en este y en otros
muchos casos es conducido como por una mano invisible
a promover un fin que nunca tuvo parte en su
intención. Ni es contra la sociedad el que este loable
fin no sea por todos premeditado, porque siguiendo el
particular por un camino justo y bien dirigido las miras
de su interés propio, promueve el del común con más
eficacia a veces que cuando de intento piensa en fomentarlo
directamente. No son muchas las cosas buenas
que vemos ejecutadas por aquellos que afectan
obrar solamente por el bien público, porque, fuera de
lisonja, es necesario para obrar en realidad por este
solo fin un patriotismo de que se darán en el mundo
muy pocos ejemplares; lo común es afectarlo; pero esta
afectación no es muy común en los comerciantes, porque
con muy pocas palabras y menos discursos sería
cualquiera convencido de su ficción.
LA LIBERTAD ECONÓMICA
Aquellos sistemas, pues, que por preferir la agricultura
a todas las demás artes y negociaciones, y para
promoverla imponen restricciones a las manufacturas,
y al comercio extrínseco, obran contra el mismo fin
que se proponen, y desaniman directamente aquella
misma especie de industria que pretenden promover.
Son en sí más inconsecuentes y contradictorios aún
que el sistema mercantil. Éste animando las manufacturas
y el comercio extranjero más que la agricultura
del país, hace que cierta porción de capital que había
de emplearse en una especie de industria se desvíe
de ésta por emplearse en la que es menos; pero al fin
viene en realidad y por último a promover aquella suerte
de industria que se propone fomentar: pero aquellos
sistemas agricultores por el contrario, desaniman en
realidad su industria favorita.
Así pues cualquier sistema que pretende o atraer
hacia cierta especie particular de industria con fomentos
y estímulos extraordinarios mayor porción de capitales
de una sociedad, que los que naturalmente se
inclinarían a ella, o con extraordinarias restricciones
lanzar violentamente de cierto género de industria
particular parte del capital que de lo contrario se emplearía
en ella, es en realidad subversivo, o ruinoso
para el intento mismo que se propone conseguir. Retarda
en vez de acelerar los progresos de la sociedad
hacia la grandeza y riqueza verdadera, o real: y disminuye
en lugar de aumentar el valor real del anual producto
de la tierra y del trabajo.
Todo sistema, o de preferencia extraordinaria, o de
restricción se debe mirar como proscrito, para que de
su propio movimiento se establezcan el simple y obvio
de la libertad labrantil, mercantil, y manufacturante.
Todo hombre, con tal que no viole las leyes de la justicia,
debe quedar perfectamente libre para abrazar el
medio que mejor le parezca para buscar su modo de
vivir, y sus intereses; y que puedan salir sus producciones
a competir con las de cualquier otro individuo
de la naturaleza humana. El soberano vendrá a excusarse
de una carga, para cuya expedita sustentación
se hallará combatido de mil invencibles obstáculos
pues para desempeñar aquella obligación estaría siempre
expuesto a mil engaños, para cuyo remedio no
alcanza la más sublime sabiduría del hombre: ésta es
la obligación de entender en la industria de cada uno
en particular, y de dirigir la de sus pueblos hacia la
parte más ventajosa para los intereses de ellos; cosa
que aun los mismo que lo practican con un lucro inmediato
suelen no acabar de penetrar. Según el sistema
de libertad negociante, al soberano sólo quedan tres
obligaciones principales a que atender: obligaciones
de grande importancia, y de la mayor consideración,
pero muy obvias e intangibles: la primera proteger a la
sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades
independientes: la segunda, en poner en lo posible
a cubierto de la injusticia y opresión de un miembro
de la república a otro que lo sea también de la
misma; o la obligación de establecer una exacta justicia
entre sus pueblos: y la tercera, la de mantener y
erigir ciertas obras y establecimientos públicos, a que
nunca pueden alcanzar, ni acomodarse los intereses
de los particulares, o de pocos individuos, sino los de
toda la sociedad en común: por razón de que aunque
sus utilidades recompensen superabundantemente los
gastos al cuerpo general de la nación, nunca satisfarían
esta recompensa si los hiciese un particular.
LA ARMONÍA UNIVERSAL
Adam Smith,
155
Material de Apoyo Historia Universal I
El objetivo principal de este breve estudio es el de
resaltar una de las facetas más significativas de la
historia de la primera mitad del siglo XIX: los
movimientos liberales como reacción y, probablemente,
complemento de la etapa de la Restauración. Por ello
está justificado que nos centremos en el liberalismo,
núcleo modular de los movimientos y que
paulatinamente se irá “modernizando” –el primer paso
lo da en 1848- , en definitiva, para sobrevivir.
Sin duda otros grandes movimientos, especialmente
el nacionalismo y el socialismo, se estaban gestando
en la época que estudiamos, pero ninguno de ellos se
desarrolló plenamente durante estos años…
El liberalismo probablemente tomó su primera connotación
política moderna de los liberales, “partido” (¿),
“grupo de presión” (¿), que surgió en España a comienzos
del siglo XIX. Sin embargo, concebido como
un sistema coherente de ideas y objetivos prácticos,
su desarrollo se inició en la Inglaterra de los siglos
XVII y XVIII. Es un fenómeno moderno pero heredero
de una rica tradición que hunde sus raíces en el mundo
grecorromano, en el constitucionalismo medieval,
en el renacimiento y en la reforma, en la revolución
política francesa y, naturalmente, en los cambios económicos
producidos en los estados modernos que dieron
lugar a la conformación de la burguesía como clase
que aspiraba al poder.
Indudablemente, el liberalismo es una ideología que
marca un momento importante en Europa y que sirvió
de base para una serie de movimientos europeos.
Como ideología es la expresión de los intereses económicos
y políticos de la burguesía.
Aunque el corpus doctrinal del liberalismo no sea
un todo tan compacto y homogéneo como el del marxismo
(socialismo), ya que se va completando con las
varias aportaciones de filósofos, economistas, políticos,
historiadores, en definitiva, con aportaciones de
distintos pensadores, podemos considerarlo como una
filosofía global que trata de dar respuesta a todos los
problemas esenciales de la vida de la persona humana.
Y esto, como sintetiza R. Remond, porque se puede
considerar como una filosofía política que tiene
como objetivo lograr una mayor libertad entre los individuos
(otra cosa es que ésta sea una aspiración que
sólo beneficie a un grupo determinado), una filosofía
social en la que prima el individualismo, una filosofía
de la historia en la que ésta no se hace por las fuerzas
colectivas sino por la individualidad, y una filosofía del
conocimiento o de la verdad en la que ésta se logra a
través del diálogo entre las verdades individuales.
Esta visión un tanto idealista del liberalismo como
filosofía global hay que completarla necesariamente
aludiendo de nuevo al nivel sociológico y económico.
Ello nos da la clave para establecer el nexo de unión
con los intereses económicos y políticos de un grupo
social determinado que en la pasada centuria se identifica
con la burguesía y que pone su acento sobre los
elementos socioeconómicos inherentes al sistema liberal.
Muy pronto –las alternativas de los protosocialistas
(socialistas tempranos) o la marxiana (marxista) son
prueba de ello- se vio que el sistema era inoperante
para dar respuesta a todos los problemas y contradicciones
que emergían de la naciente sociedad de clases,
pero frente a la Europa restaurada de 1814 y aun
mucho después para los sectores de ideología
ultramontana (reaccionaria), apareció como una ideología
revolucionaria cuya praxis era una amenaza para
el orden de la sociedad.
Sus grandes aspiraciones estuvieron encaminadas
a la consecución de la libre expresión, de la libertad
individual y a la limitación del poder de una autoridad
arbitraria partiendo del principio de la soberanía popular.
En el primer liberalismo, aunque estas dos grandes
aspiraciones estaban presentes, se resaltó más la primera
que la segunda, que se podría condensar en el
logro de la integridad personal y familiar, libertad religiosa
y de industria y protección de la propiedad. Como
ejemplo de esta primacía puede bastar la alusión a las
concesiones que en este sentido se hicieron en 1830
en Francia, a raíz de las jornadas de julio y la llegada
de Luis Felipe de Orleans al trono. Después de la preocupación
por la limitación del poder y la oposición de
la soberanía popular a la nacional se agudizó, quedando
plasmada en la defensa de la separación de
poderes, el parlamentarismo, el constitucionalismo, limitación
a la “autoridad” que se amplió, sobrepasando
el estricto campo de la política, con los postulados
de la no intervención estatal en las actividades económicas
y sociales, y que queda resumida en la vieja
doctrina condensada en “laissez faire, laisser passer,
le monde va de lui même”. (Dejad hacer, dejad pasar,
el mundo marcha solo”.)
LAS CORRIENTES IDEOLÓGICAS. EL LIBERALISMO
Ma. Teresa Martínez de Sas
Tomado de: Las claves de la Restauración y el liberalismo, España, Edit. Planeta, 1990, pp. 15-22.
156
Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El alumno caracterizará el capitalismo industrial de libre competencia y sus fundamentos ideológicos,
relacionándolo con las corrientes de pensamiento y los movimientos sociales que lo cuestionan.
Contenidos temáticos
La restauración aristocrática y la Santa Alianza. Las revoluciones y los movimientos nacionalistas
(1820, 1830 y 1848). Las unificaciones de Italia y Alemania.
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número treintainueve
A continuación te presentamos una serie de palabras importantes para la comprensión de nuestro tema. En
el renglón siguiente escribe el significado de la misma; si tienes duda o desconoces el tema deja el espacio
en blanco.
I. Lectura y análisis
• Proponemos la siguiente lectura para discutir y argumentar con relación a este tema:
«El nacionalismo en cuanto ideología y lenguaje es relativamente moderno, pues aparece en la escena
política hacia el final del siglo XVIII. El nacionalismo forma parte del “espíritu de la época”, pero también
depende de otros móviles, puntos de vista e ideales anteriores, porque lo que llamamos nacionalismo actúa
en muchos niveles y puede ser considerado tanto una forma de cultura como un tipo de ideología política y
de movimiento social.
«El término nacionalismo se ha utilizado de muchas formas, pudiendo tener los siguientes significados:
todo el proceso de formación y mantenimiento de las naciones o Estados-nación;
la conciencia de pertenecer a una nación, con los sentimientos y aspiraciones a su seguridad y
prosperidad;
el lenguaje y el simbolismo de la “nación” y de su papel;
una ideología, que incluye una doctrina cultural de las naciones, de la voluntad nacional y normas
para que se hagan realidad las aspiraciones nacionales;
el movimiento social y político que se propone alcanzar los objetivos de la nación.
Anthony D. Smith, La identidad nacional, Madrid, trama editorial, 1991, página 100.
Un texto que nos permite entender el nacionalismo como una expresión política puede ser el siguiente:
Instrucciones:
1. Lee con atención el siguiente texto, subraya las palabras que desconoces o de las cuales tienes
duda de su significado. Puedes consultarlo en un diccionario o preguntarlas a tu profesor.
2. Identifica cuáles son las ideas principales del texto. Tu maestro te dará mayores indicaciones.
Chovinismo
Etnia
Nación
Nacionalismo
Patria
Racismo
157
Material de Apoyo Historia Universal I
EL NACIONALISMO
Carlton J.H. Hayes
Tomado de: El nacionalismo, una religión, México,
UTEHA, 1966, p. 162.
«La mayor parte de los intelectuales defensores del
nacionalismo cultural carecían al principio, de propósito
político. Es posible que glorificara algún estado político
que determinada nacion hubiera tenido en un pasado
más o menos remoto, tal como fue para la “nación
alemana” el Sacro Imperio Romano durante la edad
media. Sucedió, sin embargo que, en corto tiempo, el
movimiento en pro del nacionalismo cultural comenzó
a ser protegido por un número siempre creciente de
“liberales” con ideas políticas (generalmente de la clase
media instruida) que se oponían a los regímenes
despóticos predicados por Metternich y querían
establecer, por medio de movimientos revolucionarios,
gobiernos constitucionales con garantías de libertad
personal, como el existente en Inglaterra. Sostenían la
tesis de que cada nacionalidad, como cada individuo,
posee un derecho inherente a la libertad. Estos
nacionalistas liberales fueron muy brillantes entre 1830
y 1850, tanto en Alemania como en Italia y Polonia.
« Una ruidosa tempestad de nacionalismo liberal se
abatió sobre Europa en 1848. Los motines eran constantes
en París, Milán, Viena, Berlín y Roma, se
gestaban en Dublín y amenazaban a Londres. La tempestad
dejó pocas huellas visibles. El resultado más
importante fue que inició el conflicto entre el liberalismo
y el nacionalismo.»
158
Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El alumno caracterizará el capitalismo industrial de libre competencia y sus fundamentos ideológicos,
relacionándolo con las corrientes de pensamiento y los movimientos sociales que lo cuestionan.
Contenidos temáticos
La restauración aristocrática y la Santa Alianza. Las revoluciones y los movimientos nacionalistas (1820,
1830 y 1848). Las unificaciones de Italia y Alemania.
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarenta
I. Lectura y análisis
Algunas de las actividades de lectura que has desarrollado a lo largo de la unidad han ido aumentando el grado
de dificultad, ya que se considera que el conocimiento adquirido también lo ha sido; ahora se te solicita que
lleves a cabo las lecturas que se ponen a continuación, con el fin de que redactes un resumen, en el cual se de
respuesta a las preguntas que se te hacen. (se te señala de forma breve algunos lineamientos que te faciliten
esta tarea)
REDACTAR UN TEMA
Es comunicar por escrito el conocimiento que se tiene de él. Exige una organización previa.
Métodos y pautas de trabajo:
Preparación
— Conocer bien el contenido. — Elaborar un guión que estructure el conocimiento en apartados.
Redacción Consta de tres partes:
a. Introducción. Debe figurar la presentación global del tema, la situación espacio-temporal y los apartados
en que se ha estructurado el tema.
b. Desarrollo. Incluye la presentación del contenido, de acuerdo con los apartados establecidos en el guión.
Conclusión. Síntesis y valoración personal.
Instrucciones: Después de realizar la lectura correspondiente al tema de las revoluciones de 1848, lee el texto
de Carlos Marx sobre la revolución en Francia y señala en forma breve:
Los acontecimientos que precipitaron la revolución de 1848 en Francia.
Los actores de esta revolución y sus motivos por participar en el movimiento.
La trascendencia de la participación del proletariado en este movimiento.
Al grupo beneficiado con esta revolución.
– Actividades de profundización y refuerzo del tema
— Lectura de mapa
Después de observar el mapa de la difusión de las revoluciones en 1848, analiza dónde surgían los estallidos de
descontento y relaciónalos con los sistemas de gobierno que dominaban el país, reino o imperio.
— Lectura de imagen
Después de observar la estampa sobre una escena parisina de la revolución de 1848 responde a las siguientes
preguntas:
a) ¿Cuál es el tema de la estampa?
b) ¿Qué grupos sociales están representados? ¿Cómo los identificas?
c) ¿Cuáles son los símbolos representados?
d) ¿Qué significado tiene que el trono de Luis Felipe sea llevado a la Bastilla?
159
Material de Apoyo Historia Universal I
(…) dos acontecimientos económicos mundiales
aceleraron el estallido del descontento general e
hicieron que madurase el desasosiego hasta convertirse
en revuelta.
La plaga de la patata y las malas cosechas del
1845 y 1846 avivaron la efervescencia general en el
pueblo. La carestía de 1847 provocó en Francia, como
en el resto del continente, conflictos sangrientos. ¡Frente
a las orgías desvergonzadas de la aristocracia financiera,
la lucha del pueblo por los víveres más indispensables!
¡En Buzancais, los insurrectos del hambre
eran ajusticiados! ¡En París, estafadores más que
hartos arrancados a los tribunales de la familia real!
El otro gran acontecimiento económico que aceleró el
estallido de la revolución fue la crisis general del comercio
y de la industria en Inglaterra; anunciada ya en
otoño de 1845 por la quiebra general de los
especuladores de acciones ferroviarias, contenidas
durante el año de 1846 gracias a una serie de circunstancias
meramente accidentales -como la inminente
derogación de los aranceles cerealistas-, estalló, por
fin, en el otoño de 1847, con las quiebras de los grandes
comerciantes en productos coloniales en Londres,
a las que siguieron muy de cerca las de los bancos
agrarios y los cierres de fábricas en los distritos industriales
de Inglaterra. Todavía no se había apagado la
repercusión de esta crisis en el continente, cuando
estalló la revolución de febrero.
La asolación del comercio y la industria por la epidemia
económica hizo todavía más insoportable el absolutismo
de la aristocracia financiera. La burguesía
de la oposición provocó en toda Francia una campaña
de agitación en forma de banquetes a favor de una
reforma electoral, que debía darle la mayoría en las
Cámaras y derribar el Ministerio de la Bolsa(…) Es
sabido cómo Guizot y las Cámaras contestaron a las
propuestas de reforma con un reto inequívoco; cómo
Luis Felipe se decidió, cuando ya era tarde, por un
ministerio de Barrot; cómo se llegó a colisiones entre
el pueblo y las tropas, cómo el ejército se vio desarmado
por la actitud pasiva de la Guardia Nacional y
cómo la monarquía de Julio hubo de dejar el sitio a un
gobierno provisional (…).
El proletariado, al dictar la República al Gobierno
provisional y, a través del Gobierno provisional, a
toda Francia, apareció inmediatamente en primer plano
como partido independiente, pero, al mismo tiempo,
lanzó un desafío a toda la Francia burguesa. Lo
que el proletariado conquistaba era el terreno para luchar
por su emancipación revolucionaria, pero no, ni
mucho menos, esta emancipación misma.
Lejos de ello, la República de Febrero, tenía,
antes que nada, que completar la dominación de la
burguesía, incorporando a la esfera del poder político,
junto a la aristocracia financiera, a todas las clases
poseedoras (…) la República de Febrero, la derriba la
Corona, detrás de la que se escondía el capital, hizo
que se manifestase en su forma más pura la dominación
de la burguesía.
Lo mismo que en las jornadas de Julio habían
conquistado luchando la monarquía burguesa, en las
jornadas de Febrero los obreros conquistaron luchando
la república burguesa. Y lo mismo que la monarquía
de Julio se había visto obligada a anunciarse como
la monarquía rodeada de instituciones republicanas,
la República de febrero se vio obligada a anunciarse
como una república rodeada de instituciones sociales.
El proletariado de París obligó también a hacer
esta concesión (…).
Pero todo esto no bastaba. La República de
Febrero había sido conquistada por los obreros con la
ayuda pasiva de la burguesía. Los proletarios se consideraban
con razón como los vencedores de Febrero
y formulaban las exigencias arrogantes del vencedor.
Había que vencerlos en la calle, había que demostrarles,
que tanto pronto como luchaban, no con la burguesía,
sino contra ella, salían derrotados. Y así como
la República de Febrero, con sus concesiones socialistas,
había exigido una batalla del proletariado unido
a la burguesía contra la monarquía, ahora, era necesaria
una segunda batalla para divorciar a la república
de las concesiones al socialismo, para que la república
burguesa saliese consagrada oficialmente como
régimen imperante. La burguesía tenía que refutar con
las armas en la mano las pretensiones del proletariado.
Por eso la verdadera cuna de la república burguesa
no es la victoria de Febrero, sino la derrota de Junio
(…).
1848
DEL TRIUNFO DE FEBRERO A LA DERROTA DE JUNIO
Karl Marx
Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Progreso, Moscú, 1972. (Este texto forma parte de una serie
de artículos escritos por Marx para la Nueva Gaceta Renanaal hilo de los acontecimientos.)
160
Material de Apoyo Historia Universal I
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaiuno
I. Lectura y análisis
• Lee con atención los textos: ”La lucha por la unificación nacional de Alemania”, de Erich Kahler y “La
conciencia unificadora”, de Antonio Fernández y realiza las actividades recomendadas.
Actividades de refuerzo
Con el fin de que continúes ejercitando el manejo de la categoría espacio en el desarrollo histórico, se te
propone realizar la actividad de localizar algunas regiones relacionadas con el tema que se está tratando, para
que tengas una idea de dónde acontecieron los hechos a que se hace referencia en la información que se te
proporciona.
1. En un mapa de Europa, ubica las regiones (ducados y reinos de herencia feudal pero con bases capitalistas)
que conformaron la unificación tanto de Alemania como de Italia.
2. Relaciona los efectos del nacionalismo de la época con el surgimiento de Alemania e Italia como estados
nacionales.
OBJETIVOS
1. Identificar la circunstancia en la que se combinan fenómenos políticos, intelectuales, sociales y mentales
propicios para la unificación de Alemania,
2. Conocer la complejidad del hecho histórico y un ejemplo de la visión total de la historia (“La historia como
suma expresiva de experiencias humanas”).
3. Analizar mapas históricos.
161
Material de Apoyo Historia Universal I
Junto con el despertar literario de fines del siglo XVIII,
Alemania experimentó, asimismo, un despertar político.
Prusia ya era una destacada potencia europea y
su soberano, Federico el Grande, era temido y admirado
en todo el continente. El surgimiento de esta
figura, excepcional y un tanto enigmática, insufló nueva
vida en el decadente Imperio. Alemania encontró
en Federico un gran monarca que era al mismo tiempo
un hombre de acción y un hombre de intelecto, y
muchos pueblos alejados de las fronteras prusianas
empezaron a mirarlo como al dirigente de los alemanes.
Los avances de la literatura y la filosofía alemana
junto con las conquistas de Federico en los campos
de batalla de Europa produjeron un brote de patriotismo
alemán que combinaba satisfacción y orgullo
en los logros de Alemania por la abyecta condición del
Imperio y de los asuntos nacionales del país en general.
El principal hecho de la época, la Revolución francesa,
sólo sirvió para exacerbar estos sentimientos,
porque actuó como catalizador para una serie de revoluciones
por toda Europa, todas ellas efectuadas por
las mismas fuerzas sociales, e inspiradas por las mismas
ideas.
Las cortes de Europa se sintieron profundamente
alarmadas e iniciaron conspiraciones contra Francia.
Los primeros ejércitos revolucionarios franceses, formados
por la primera “levée en masse” (reclutamiento
general) que había habido en el país, pronto pudieron
dejar su posición defensiva y tomar la ofensiva, encabezadas
por Napoleón. Las conquistas napoleónicas
despertaron sentimientos encontrados en la clase
media alemana: la admiración al genio de Napoleón
junto con el odio al opresor extranjero. Pero más importante
que todas las reacciones inmediatas al reinado
del terror en Francia y al imperialismo francés fue
la duradera influencia de las ideas revolucionarias francesas.
En Alemania, el movimiento de liberación tuvo
dos aspectos. Hubo un deseo de liberar a Alemania,
al mismo tiempo, del tirano francés y de sus propios
tiranuelos, los príncipes y señores feudales de Alemania.
De manera sorprendente, Prusia se puso a la cabeza
de este movimiento en pro de la liberación interna.
Después de la muerte de Federico el Grande en
1786, se redujo la potencia de la dinastía Hohenzollern
y su debilidad se dejó sentir en un relajamiento de la
disciplina del estado. Al mismo tiempo, la influencia
de las ideas francesas y de la filosofía y literatura alemanas
cundió por el país y aun por el gobierno. Berlín
se convirtió en sede del movimiento romántico. Hombres
como Fichte, Schelling, Hegel, Schleiermacher y
Wilhelm von Humboldt enseñaban en la recién fundada
Universidad de Berlín, y entre los estadistas del
país había algunos sinceros patriotas y demócratas.
Entre los últimos se encontraba el barón de Setin, quien
inauguró un vasto sistema de reformas: abolición de
la servidumbre, liberación de la industria, disolución
de gremios, reforma de la tributación y de todo el sistema
financiero. Durante un breve periodo, pareció
que Prusia se dejaría llevar por la gran onda democrática
y humanitaria que recorría Alemania. Esta primera
década del siglo XIX, década de lucha contra
Napoleón, constituye el único punto en la historia de
Alemania en que los grandes movimientos intelectuales
del país se fundieron con la capacidad militar y
administrativa de Prusia, y en que el ideal de la libertad
universal alentó la lucha por la liberación política.
El ministro prusiano Hardenberg proclamó: “En este
país haremos una revolución desde arriba”.
Pero, por desgracia, las revoluciones desde arriba no
son de efectos duraderos. La liberación externa, la
liberación de Napoleón, se logró, con la ayuda de Rusia.
Pero no se materializó la democratización de Alemania.
El intento de una liberación interna estaba
condenado al fracaso, porque Alemania seguía dividida
en incontables dominios, cada uno con un soberano
que no estaba dispuesto a renunciar a su autonomía
para formar una Alemania unificada y democrática.
Napoleón había hecho mucho para facilitar el
problema de la unificación alemana porque, sencillamente,
había abolido varios pequeños principados.
Mas pese a esto, Alemania seguía integrada por treinta
y nueve dominios soberanos. Dos de ellos, Austria
y Prusia, eran importantes potencias europeas.
Baviera, Sajonia y Württemberg eran reinos creados
por Napoléon. Hannover se había unido con Inglaterra
mediante una boda real, y Schleswing-Holstein con
Dinamarca. Además de esos reinos, Alemania incluía
tres ciudades-repúblicas hanseáticas e incontables
principados, ducados, grandes ducados, etc. Habiéndose
liberado de Napoleón, los soberanos de Alemania
ya no necesitaron el apoyo de sus súbditos y pronto
pusieron alto a todas las reformas democráticas,
uniéndose bajo la dirección del canciller austríaco
Metternich en un sólido frente reaccionario. Los portavoces
de la liberación nacional fueron acallados, por
uno u otro método. Todo el que deseaba emprender
una revolución no tenía que derrocar a un tirano sino
a treinta y nueve. Tan sólo este hecho fue suficiente
LA LUCHA POR LA UNIFICACIÓN NACIONAL DE
ALEMANIA
Erich Kahler
Tomado de : Los alemanes, México, Fondo de Cultura Popular, 1977, 368pp. (Colección popular, núm. 165)
162
Material de Apoyo Historia Universal I
construir su inmenso imperio colonial y comercial.
Cuando se comparaban con los franceses y los ingleses,
no podían dejar de sentir cierta amargura por su
falta de poder político, su falta de riqueza económica y
su falta de unidad nacional y cultural. Aumentó su complejo
de inferioridad nacional, y con él creció la sospecha
de que habían sido engañados y robados a través
de los siglos. Esta sospecha siempre ha facilitado a
los gobernantes de Alemania desviar el descontento
interior hacia imaginarios “enemigos” extranjeros.
Aun en los patriotas de las Guerras de Liberación,
en hombres como Fichte y Jahn, vemos un creciente
resentimiento, no sólo contra los pueblos extranjeros,
sino también contra la tendencia universalista
y humanista que hasta entonces había guiado las letras
y la filosofía de Alemania. El nacionalismo alemán
siempre ha tenido este tono de amargura y resentimiento
contra el impulso universalista nacido en la literatura
y en el pensamiento de fines de siglo XVIII.
Como los intelectuales habían sido los proponentes
de la universalidad, el nacionalismo alemán siempre
se ha inclinado a culpar a la intelectualidad por los
fracasos políticos de Alemania. Esta tendencia cobró
más fuerza aún al ponerse a la cabeza de los asuntos
nacionales los Junkers prusianos, básicamente
antiintelectuales. Por desgracia, desde luego, esta
censura tiene cierta justificación, pues los intelectuales
idealistas y políticamente ineptos no habían podido
traducir sus pensamientos en una acción ni crear
la unidad nacional que anhelaba Alemania. La unificación
de Alemania, aunque superficial y breve, fue
obra de hombres de mentalidad Junker. Correspondió
hacerla a ellos porque la unidad nacional alemana, a
diferencia de la unidad nacional de países como Inglaterra
y Francia, estaba en el futuro; había que lograrla
mediante un esfuerzo de la voluntad, mediante
un trabajo arduo y colectivo. De este modo, no es
sorprendente que Prusia, que había creado una ética
estatal del trabajo arduo y que había creado el gobierno
más eficiente de Europa, se pusiera a la cabeza en
la obra de unificación de Alemania.
De manera característica, el primer paso que dio
Prusia hacia la unidad alemana no fue político sino
económico: la fundación de la Zollverein (unión aduanera)
alemana de 1819. La unidad política seguiría
una vez que Bismarck demostrase de manera concluyente
la supremacía de Prusia sobre Austria en la
Guerra de 1866, y después de que las fuerzas combinadas
de Alemania hubiesen triunfado sobre Napoleón
III de Francia en 1870.
En 1871, Bismarck completó la labor de unificación,
uniendo a todos los dominios de Alemania -excepto
a Austria- en el Segundo Reich alemán. Finalmente,
Alemania estaba unida, e inmediatamente fue
una potencia mundial.
para escindir el movimiento revolucionario en innumerables
grupos locales y para hacer imposible toda acción
nacional coordinada. Además, la bien enraizada
costumbre de la sumisión había hecho a los alemanes
totalmente ineptos para emprender una revolución. Ya
hemos observado cómo los revolucionarios del
“Hambacher Fest” debatieron la legalidad de la revolución.
Y por todos estos factores, los varios levantamientos
populares que ocurrieron en Alemania durante
el siglo XIX fueron en vano. Mientras que los franceses
habían conseguido reordenar por completo su
sociedad, los alemanes quedaron muy lejos de esta
meta, logrando tan sólo reformas parciales que no
hacían más que reducir ciertos abusos del absolutismo.
El inveterado antagonismo entre el norte y el sur
ayudó a frustrar todos los intentos de unificación alemana.
Austria y Prusia pudieron depender del patriotismo
regional aun hasta de los segmentos más revolucionarios
de sus poblaciones. Los liberales que combatían
contra sus gobiernos locales en el interior, los
apoyaban en la lucha por la supremacía nacional. Los
resultantes alineamientos, divisiones y realineamientos
de gobernantes, territorios, credos y partidos se reflejan
en los interminables planes constitucionales creados
por entonces: monarquía universal o república
unitaria; rígida centralización u holgada federación; una
confederación de la gran Alemania (grossdeutsche),
que incluiría a Austria, bajo la guía de Austria o de
Prusia; una confederación de la gran Alemania, bajo
la guía nominal de Austria, pero en realidad de Prusia;
la llamada Tríada, guía de una junta de tres poderes,
Prusia, Austria y una organización subordinada que
incluiría a todos lo demás estados alemanes, con
Baviera como representante; una confederación alemana
limitada (kleindeutsche), bajo la guía prusiana,
dentro de una confederación más extensa aliada con
Austria; una confederación alemana limitada, aliada
con Austria; una confederación alemana limitada, que
excluiría a Austria y estaría encabezada por Prusia.
Éstos son tan sólo algunos de los planes que por entonces
se consideraban. En las mezquinas luchas por
rivalidades regionales se perdió el impulso democrático;
y los sueños de pensadores y escritores idealistas
degeneraron en lemas demagógicos.
La continua incapacidad para alcanzar la unidad
nacional tuvo un efecto pernicioso sobre la mentalidad
alemana. Durante toda la época moderna, los
alemanes habían sido oprimidos por gobernantes nacionales
y extranjeros; y sin embargo, en aquellos mismos
siglos habían visto a Francia levantarse hasta alcanzar
el poder y la gloria dominando al mundo en lo
político y en lo cultural en el esplendor de su “ancien
régime”, en el fervor de su Revolución y en la grandiosa
envergadura de las conquistas napoleónicas. Luego,
en el curso del siglo XIX, observaron a Inglaterra
163
Material de Apoyo Historia Universal I
En la génesis de la conciencia nacionalista italiana
confluyen un movimiento intelectual, unas necesidades
económicas y la actividad política de algunas figuras
relevantes.
Como en todos los movimientos nacionalistas, los
escritores románticos italianos ensalzan la idea de una
patria italiana. En los versos de Leopardi o en las novelas
de Manzoni se recoge líricamente este sueño
unitario. En 1843, Gioberti, en Del Primado moral y civil
de los italianos, sostiene la existencia de una raza
italiana, unida por la sangre, la religión y el idioma, y
propugna, en razón de los destinatarios de su obra, la
aproximación de todos los italianos en torno al papa,
mientras ocultaba sus más íntimos pensamientos, en
los que recelaba de la política pontificia, como expone
en obras posteriores. Al año siguiente de aparecer en
Bruselas el apasionado llamamiento del abate Gioberti,
Balbo dedica a éste su obra De la esperanza de Italia,
en la que postula un estado federal, teniendo en cuenta
la diversidad de las entidades políticas italianas. La
obra de Silvio Pellico, Mis prisiones, contribuye a difundir
un sentimiento antiaustríaco. Esta publicística de
los años 40 perfila una situación muy diferente a la de
los años 30, cuando pequeñas insurrecciones no encontraron
eco popular por ausencia de una conciencia
nacional.
Al lado de las ideas, los intereses. Los comerciantes
y fabricantes de los estados del norte son conscientes
de la necesidad de la unidad, sin ella no puede
articularse un mercado de dimensiones nacionales
ni constituirse una infraestructura viaria. Incluso el protagonista
de la unificación, Cavour, forja su concepción
de una Italia unida tras un estudio sobre los ferrocarriles
en Piamonte, en el que concluye su imposible
rentabilidad de no articularse en una red más extensa.
Algunos sectores sueñan con un Zollverein italiano.
Para un desarrollo de la economía la división política
se ha convertido en un obstáculo más difícil de salvar
que la atormentada orografía de la península.
Las concepciones de los políticos van desde la realización
nacional en torno al papa (la idea de Gioberti
y los neogüelfos), o en torno a la casa de Saboya
(Massimo d’Azzeglio), hasta la constitución de una
República (Mazzini)
LA CONCIENCIA UNIFICADORA
Antonio Fernández
Historia Universal. Edad Contemporánea, Barcelona, Vicens Vives, 1990, V. 4. Pp. 109-111.
En el conde de Cavour se unen su sentimiento
monárquico de apego a la monarquía piamontesa y el
conocimiento de la estructura económica de Italia; es
sin duda la figura máxima del Risorgimento desde el
punto de vista político. Ya durante su vida aparecieron
varias biografías; disponemos de sus discursos parlamentarios,
escritos personales y periódicos; han estudiado
su personalidad italianos, como Bianchi, y extranjeros,
como Treitscke; entre ellos se pueden encontrar
apologistas, como Adolfo Omodeo, que le apellida
hostiles, como Mack Smith, que le considera carente
de ideas políticas y presenta a Garibaldi como el
héroe del Risorgimento. Garibaldi es la contrafigura,
el revolucionario de barricada, capaz de arrastrar a
las masas con su oratoria apasionada, el defensor del
carácter republicano del futuro estado italiano. Mazzini
el exiliado, el fundador de la república romana en la
revolución de 1848, constituye la extrema izquierda
de los políticos del Risorgimento, todavía en 1870 soñaba
en encender la revolución en Sicilia, zona descontenta
por su marginación y sus graves problemas
económicos.Aparte de esta constelación de políticos
de tendencia dispar, ¿qué papel desempeñan los reyes
de la Casa de Saboya? La figura de Carlos Alberto
ha sido muy discutida, ha tratado de aclararse si fue
un instrumento o un obstáculo para la unificación. Sabemos
que deseaba realizar la unidad sin ayudas exteriores
en cuyas páginas se puede comprobar su miedo a la
revolución, su deseo de prohibir palabras como liberal
o Constitución, sus simpatías por los gobiernos conservadores,
incluso por el austríaco. Es un hombre
que desea realizar la revolución nacional sin una revolución
liberal. Para la marcha del proceso unificador
fue una fortuna su abdicación en su hijo Víctor Manuel,
que sintonizaba mejor con el movimiento patriótico.
Sin duda el gran mérito de Cavour fue el de saber
atraerse a fuerzas políticas tan dispares: el centro
derecha de D’Azzeglio, el centro izquierda de Ratazzi;
y posteriormente a los republicanos, el veneciano
Manin, el lombardo Pallavicino, el siciliano La Farina.
164
Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El alumno caracterizará el capitalismo industrial de libre competencia y sus fundamentos ideológicos,
relacionándolo con las corrientes de pensamiento y los movimientos sociales que lo cuestionan.
Contenido temático
El socialismo utópico, el científico y el anarquismo. La independencia. La organización de la clase obrera
y la Comuna de París (1871).
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaidos
I. Lectura y análisis
INSTRUCCIONES
• El texto que se te pone a continuación “Los obreros ingleses y el maquinismo”, te da un panorama general de
la industrialización en Inglaterra y sus repercusiones para la clase obrera; pero es importante que analices la
forma en que se te presenta, ya que es un ejemplo de cómo se puede llevar a cabo el análisis de un texto, lo
cual no es nuevo para ti, pero consideramos que te puede ser útil recordar que un texto tiene un contexto
más amplio, el cual es necesario que recuperes en toda lectura que realices, ya que sólo de esa manera vas
cubriendo de conocimiento los espacios que te van surgiendo en el aprendizaje.
COMENTAR UN TEXTO a) Trabajo previo: Leer el documento. Numerar las líneas de 5 en 5. Subrayar las
ideas principales y las expresiones más significativas. Buscar el significado de elementos clave para el análisis
y que necesitan explicación: alusiones, términos específicos, fechas, lugares, hechos, nombres propios.
Responder a las preguntas que orientan el comentario.
Comentario:
1. Introducción: Identificación del documento. Debe figurar: título (indica a veces, la idea esencial);
fecha de creación del documento (si no está explicitada, se debe deducir del contenido); autor: profesión y
función que desempeña en ese momento histórico; tema de que trata; naturaleza del texto, que por el contenido
puede ser: político (discursos, manifiestos), jurídico (leyes, tratados), económico (contratos), testimonial (memorias,
diarios), o por el destinatario: privado o público; tipo de fuente: histórica o historiográfica (primaria o secundaria);
contexto histórico: circunstancias en que se enmarca el documento.
2. Desarrollo: Análisis y explicación del documento: extraer la idea principal de cada párrafo; relacionar
la información con el momento histórico; explicar lo que el autor dice o lo que se puede deducir (primer nivel
de explicación); completar lo que el autor quiere demostrar, recurriendo a conocimientos históricos externos al
documento en manuales de historia (segundo nivel de explicación).
3. Conclusión: Síntesis interpretativa. Recoge el sentido global del texto: antecedentes, influencia sobre
acontecimientos posteriores e importancia histórica. Debe figurar una valoración crítica personal en la que
se argumenten las razones por las que se está de acuerdo o en desacuerdo con el contenido del texto.
Texto: Los obreros ingleses y el maquinismo. “Petición de los obreros a los comunes”. Diario de la Cámara de
los Comunes, 1974. (1).
— Lectura individual del texto.
— Seguir los pasos que se indican para realizar el comentario del texto.
— Obtener conclusiones de la actividad realizada.
En los textos 2 y 3 se encuentra información que complementa lo relativo al desarrollo industrial y sus
consecuencias en el aspecto social, lee con atención siguiendo las indicaciones dadas para la lectura anterior,
con el fin de obtener mejores resultados. Realiza las actividades específicas que se te solicitan para
cada una, ya que si bien es cierto lo esencial es la lectura, las tres forman parte de una estrategia didáctica,
en donde se obtienen distintos niveles o grados de comprensión de la temática planteada en ellas.
Texto: Los Luditas. (2).
— Lectura en equipos del texto.
— Contesta el siguiente cuestionario:
1. ¿Qué sentimientos detectas de parte de los obreros con respecto a las máquinas?
2. ¿Cuál es la actitud de los luddistas con los propietarios?
Texto: El Cartismo. (3).
Destaca los principales puntos del programa que se llamó la “Carta del Pueblo”.
Elabora un cuadro sinóptico que sirva para explicar el desarrollo del movimiento cartista.
165
Material de Apoyo Historia Universal I
La invención y el uso de la máquina de peinar la lana,
que tiene por efecto reducir la mano de obra de manera
muy inquietante, inspira [a los obreros] el temor
serio y justificado de llegar a ser, ellos y sus familias,
una grave carga para el Estado.
Constatan que una sola máquina, atendida por
una persona adulta y servida por cinco o seis niños,
realiza tanto trabajo como treinta hombres trabajando
a mano según el antiguo sistema[…].
La introducción de la citada máquina tendrá por
consecuencia casi inmediatamente el privar de sus
medios de existencia a la masa de los obreros. Todos
los negocios serán acaparados por algunos empresarios
poderosos y ricos[…]. Las máquinas, cuyo uso
lamentan los peticionarios, se multiplican en todo el
reino, experimentándose ya cruelmente sus efectos;
un gran número de obreros se encuentran sin trabajo
y sin pan. Con dolor y en la más profunda angustia
ven aproximarse el tiempo de miseria en el que 50.000
hombres, con sus familias, privados de todos los recursos,
víctimas del acaparamiento, lucrativo para algunos,
de sus medios de existencia, se verán reducidos
a implorar la caridad de las parroquias.
“Petición de los obreros a los Comunes”. Diario de la
Cámara de los Comunes, 1794.
CUESTIONES
a) Naturaleza, cronología y temática del texto
Texto reivindicativo de carácter socioeconómico
en el que los obreros ingleses exponen la preocupación
del sector textil lanero ante la presencia de la
máquina.
Como se señala en el mismo, el documento está
fechado en el año 1794. Momento particularmente significativo
para Inglaterra, por cuanto correspondía a
una fase avanzada en las transformaciones producidas
en el sector textil que coincidían, además, con una
coyuntura económica difícil para los trabajadores ingleses
debido al rápido aumento de la población, la
aparición de malas cosechas y la situación de guerra
que mantenía con la Francia revolucionaria.
El texto recoge una petición de los trabajadores
textiles ingleses a la Cámara de los Comunes, en la
cual expresan su preocupación laboral ante la presencia
y rápida expansión de la maquinaria en el sector,
hasta el punto de sembrar inquietud en su condición
de trabajadores.
a) En el texto aparecen diversas expresiones que
por su particularidad requieren una explicación
de sus significados.
- Peinar la lana: hace referencia a la primera de
las operaciones del proceso de fabricación del hilo,
que consistía en abrir, desenmarañar, limpiar y depurar
las materias textiles, con objeto de eliminar todas
las impurezas que ensucian las fibras y la agrupación
de éstas en forma de cinta contínua.
- Antiguo sistema: la operación del peinado se
realizaba desde antiguo mediante un viejo torno accionado
manualmente.
- Implorar la caridad de las parroquias: la parroquia
era la unidad básica del sistema de beneficencia
inglés, que arrancaba de mediados del siglo XVI, cuando
en 1563 la legislación isabelina estableció los principios
que debían dirigir la organización nacional de
asistencia a los necesitados, por medio de un impuesto
destinado a socorrerlos, que se vinculaba a través
de las parroquias.
b) Señala las ideas fundamentales del texto.
Dos son las ideas fundamentales recogidas en
el texto:
— Inquietud y temor de los obreros ante la intromisión
de la máquina en la industria textil, ya que ello traía
consigo, junto a una mayor racionalidad y economía
del procesos productivo, una inevitable disminución de
la mano de obra.
— De no existir alternativas, esto significaba condenar
al paro y a la miseria a importantes masas de trabajadores,
que así habrían de convertirse en una pesada
carga para el Estado, al tiempo que se les condenaba
a implorar la beneficencia pública.
c) ¿En qué contexto se produjo la aparición de la
máquina en el proceso de producción industrial?
¿Cuál fue su ritmo de expansión dentro
del sector? ¿Y cuál la situación que generó?
Se debe advertir, en primer lugar, que las primeras
etapas de la Revolución industrial se basaron principalmente
en el uso de técnicas medievales y de su
aprovechamiento hasta donde fue posible. No deja
de ser bastante curioso que los inventos más originales
que prestaron su concurso al progreso de la industria
textil se realizaron mucho antes de iniciarse la expansión
del sector y, naturalmente, orientados a la
industria lanera, más importante por aquel entonces
que otras fibras del sector.
1) Es indudable que la innovación estaba de
moda a mediados del siglo XVIII. En la industria manufacturera,
la transformación técnica fue especialmente
evidente y completa en el ramo textil, sobre todo en
el algodonero, cuyas innovaciones comenzaron a aplicarse
a los demás ramos textiles a finales de siglo.
LOS OBREROS INGLESES Y EL MAQUINISMO
Julio Armesto Sánchez*
166
Material de Apoyo Historia Universal I
¿A qué obedeció semejante preocupación? A
mediados de la referida centuria el delicado equilibrio
entre las necesidades de hilado y la capacidad productiva
del mercado inglés, encontró nuevos y graves
factores de perturbación como consecuencia de la
aplicación de la lanzadera volante de John Kay (ya en
uso desde 1733), que aproximadamente doblaba el
rendimiento de la tejedora. La situación fue especialmente
difícil con la generalización del uso de la lanzadera
entre 1750 y 1770.
Esta situación obligó a importar crecientes cantidades
de hilos que provocaron una subida de los precios
en el mercado interior, crearon preocupación e
incertidumbre entre los tejedores y, en ocasiones, condujeron
a verdaderas agitaciones sociales.
Por ello, era perfectamente comprensible la preocupación
que, desde antiguo, tuvieron los artesanos
por mejorar y perfeccionar las máquinas de hilados.
Como consecuencia, se idearon una serie de innovaciones
para acrecentar la productividad del torno manual
empleado ordinariamente en el hilado casero,
primicias de las máquinas de Hargreaves, Arkwright y
Crompton.
Es también conocido cómo después de 1750
surgieron iniciativas para estimular la fantasía de eventuales
inventores. Es el caso de los premios (de 40 a
100 libras esterlinas) ofrecidos entre 1760 y 1763 por
la Sociedad de Artes de Londres, para <
lino, algodón o seda, al mismo tiempo, y que exija el
concurso de una sola persona para su funcionamiento...>>.
Un dato asimismo revelador de la febril situación
creada nos lo proporciona la evolución del número
de patentes registradas desde mediados de siglo:
las 92 contabilizadas durante la década de los años
cincuenta se convirtieron en 647 en la década que cerró
el siglo.
Desde entonces, las innovaciones se sucedieron
y propagaron como el fuego por los cottages -casas
de campo-, que hasta entonces trabajaban con el
viejo torno a mano. La spinning jenny (hiladora Jenny)
de James Hargreaves (1768), imitaba los movimientos
de un hilador que utilizara la rueca en su forma
primitiva, conjugándolos de forma tal que permitiera a
un solo operario hacer funcionar varias púas (hasta
cien, más o menos). Así se pudo multiplicar por
dieciseis la producción de hilo. Tal como había ocurrido
con la lanzadera volante, la hiladora de Jenny fue
un éxito. Sin embargo, no era adaptable a la acción
mecánica. La water frame o telar contínuo de Richard
Arkwright (1769), estaba concebida específicamente
para trabajar mediante la fuerza hidráulica o animal.
Empleaba rodillos para estirar las hebras, pero en esencia
era el torno manual utilizado a finales de la Edad
Media, que podía accionarse mecánicamente. Samuel
Crompton, hijo de un granjero acomodado y latonero
e hilandero de profesión, ideó la mule jenny (1779), en
la cual se combinaban elementos de las dos anteriores,
a pesar de que su funcionamiento era algo más
complicado. Al igual que la jenny, se trataba de un
dispositivo capaz de multiplicar el número de púas que
podían ser accionadas por un hilador experto. A partir
de entonces, se hicieron varios inventos para adaptarla
a la acción mecánica, logro que no se alcanzó
hasta bien entrado el siglo XIX.
Como consecuencia, la producción de hilo creció
de manera desproporcionada, trasladando así las
dificultades a la fabricación de tejidos. La solución se
encontró en el telar mecánico. En este sentido, la
máquina de Edmund Arkwright (1785) fue la obra de
un pionero. Clérigo formado en Oxford, Cartwright se
interesó en la construcción de un telar mecánico capaz
de corresponder a la abundante hilaza proveniente
de las máquinas de Arkwright. Pronto resolvió los
problemas que planteaba la máquina proyectada, y
antes de fin de siglo su prototipo original estaba suficientemente
perfeccionado. A pesar de ello, la adopción
del telar mecánico se realizó lentamente. Hubo
que esperar a repetidos intentos hasta la obtención
de un telar mecánico rentable y seguro en su funcionamiento:
el telar mecánico de Roberts (1822).
En otras fases de la manufactura textil se llevaron
igualmente a cabo adelantos que contribuyeron al
aumento general de la producción. Así, en el cardado,
R. Arkwright desarrolló la ‘biela y peine’ (1775),
que convertía la fibra cardada en una hebra que luego
se torcía fácilmente. Thomas Bell inventó una prensa
cilíndrica (1783) para imprimir las telas y John Mercer
desarrolló un método de procesamiento del algodón
que daba a la fibra un tacto parecido al de la seda
(‘algodón mercerizado’) (Similares aplicaciones tecnológicas
se implantaron en las demás fibras textiles).
En definitiva, el estímulo general a la expansión
de la producción se intensificó ante las crecientes dificultades
técnicas que había que superar. Las innovaciones
rompieron esta situación sobrepasando tales
limitaciones.
2) Sin duda, el éxito productivo contribuyó a su
rápida expansión. Pero si notables fueron los incrementos
experimentados en la producción y en el rendimiento
no se debe ignorar que la industrialización
supuso un cambio social fundamental que transformó
las vidas de los hombres de modo irreconocible. Bien
es verdad que no de la misma manera.
A partir del momento en que se primó la inversión
sobre el consumo -o lo que es lo mismo del capital
sobre el trabajo-, el cálculo económico se estableció
en función del pleno rendimiento de los factores
productivos, la obtención del máximo beneficio y el
menor costo (lo cual impuso una remuneración salarial
mínima). Desde la perspectiva de la división del
trabajo, los obreros fueron considerados como elemen167
Material de Apoyo Historia Universal I
tos aislados al servicio de la máquina, sin otra fuente
de ingresos que el salario percibido a cambio de su
trabajo. Esta dependencia podía conducirles, en determinadas
circunstancias, a situaciones extremadamente
difíciles.
La racionalidad económica esbozada tenía especiales
consecuencias en el ámbito de la seguridad
social. La opinión tradicional era que un hombre tenía
derecho a ganarse la vida, y si estaba impedido de
hacerlo, el derecho a que su comodidad le mantuviera.
La de los economistas liberales era que las gentes
debían ocupar los empleos que ofreciera el mercado,
en cualquier parte y bajo cualesquiera condiciones, y
que el propio individuo debía generar los medios necesarios
ante la eventualidad, por su parte, no debía
recibir sino el mínimo absoluto y en las condiciones
más desalentadoras, puesto que el objetivo no era tanto
ayudar a los desafortunados, cuanto estigmatizar a
los fracasados de la sociedad (E.J. Hobsbawm).
d) Haz una valoración final del texto.
La mecanización de las hilaturas condenaba, pues, a
los tejedores manuales ingleses, con sus mujeres e
hijos (todos ellos víctimas del desempleo tecnológico),
a una progresiva situación de penuria: a la disminución
de los salarios de los primeros momentos sucedería
el paro y la miseria, lo cual los convertía en
una grave carga para el Estado y les obligaba a implorar
la caridad de las parroquias ante la inhibición del
Estado.
La mayoría de los historiadores están de acuerdo
en que la década de 1790, con las privaciones de
la guerra con Francia, las malas cosechas y el rápido
crecimiento de la población, fue un período extremadamente
difícil para los trabajadores ingleses. El historiador
británico Clapham no ha dudado en calificar
el año 1795 (separado apenas unos meses de la fecha
de presentación ante la Cámara de los Comunes
del documento que comentamos) como <
Las circunstancias a las que se ha aludido avalan su
afirmación.
La situación era particularmente delicada para
los trabajadores laneros, en competencia, no sólo con
las innovaciones tecnológicas, sino también con la industria
del algodón, llamada a ser el sector por excelencia
de la revolución industrial inglesa.
En consecuencia, la preocupación manifestada
por los trabajadores era comprensible. Sus premoniciones
se cumplieron. El proceso se mostraba irreversible.
168
Material de Apoyo Historia Universal I
Poseemos información de que usted es uno de
esos propietarios que tiene esas detestables tijeras
mecánicas, y mis hombres me encargaron que le escribiera,
le hiciera una advertencia y le aconsejara que
las quitase... Tome usted nota de que si no son quitadas
a finales de la semana próxima, despacharé a uno
de mis lugartenientes con no menos de 300 hombres
para destruirlas, y además, tome usted nota también
de que si nos causa molestias, nosotros aumentaremos
sus infortunios quemando su edificio y reduciéndolo
a cenizas; y si usted tiene el atrevimiento de disparar
contra mis hombres, ellos tienen órdenes de
asesinarle y quemar la casa de usted. (...).
Citado en E.P. Thompson, La formación histórica de la
clase obrera, Inglaterra 1780-1832. Barcelona, 1977.
El último y más importante de los movimientos de la
clase trabajadora inglesa en aquel período fueron las
luchas cartistas de 1837-48. Los trabajadores intentaron
tomar el poder político para mejorar su situación.
Las promesas de reformas parlamentarias habían
suscitado en las clases más humildes las esperanzas
en la justicia, la igualdad y la fraternidad sociales;
la Ley de Reforma de 1832 había frustrado esas
esperanzas. La clase media había adquirido parte del
poder de la aristocracia territorial únicamente para fomentar
sus propios intereses. La Ley Liberal de Reforma
acabó con la mayor parte de los burgos podridos,
y extendió los derechos políticos virtualmente a
toda la clase media: comerciantes, fabricantes, tenderos,
terratenientes y agricultores. En los burgos podían
votar los padres de familia que pagaban una renta
anual de 10, mientras que en los condados recibieron
el voto los arrendatarios que pagaban 50 de renta
anual; los propietarios que pagaban 40 chelines de
impuestos por año ya lo tenían. Pero la ley dejó sin
voto a los trabajadores manuales, y aun les quitó el
que tenían anteriormente en unos pocos burgos que
gozaban un sistema de sufragio excepcionalmente
amplio. No estaba incluida en la ley la votación secreta
por papeletas.
Los trabajadores se sintieron doblemente defraudados,
porque habían prestado poderosa ayuda a la
Ley de Reforma. Cuando la Cámara de los Lores se
opuso a su aprobación, hubo manifestaciones de protesta
en muchas poblaciones. El Castillo de
Nottingham fue incendiado. En la industrial
LOS LUDITAS
EL CARTISMO
H.E. Friedlaender y J.Oser*
Birmingham se celebró un mitin al que se dijo que habían
asistido 150 000 personas, y se aprobó la resolución
de no pagar los impuestos si no se aprobaba la
Ley de Reforma. En Bristol los amotinados se hicieron
dueños de la ciudad durante algunos días, y saquearon
las cárceles, la alcaldía y el palacio episcopal.
Al disgusto de los trabajadores por las falsas
promesas de reforma electoral se añadió la ira provocada
por las reducciones de la ayuda a los pobres y
por los odiados asilos, las “Nuevas Bastillas”, creados
por la Ley de Pobres de 1834. Encima de todos estos
motivos de agravio, sobrevino la depresión de 1837.
La Asociación londinense de Trabajadores, fundada
en 1836, dirigió en 1837 una petición a la Cámara
de los Comunes solicitando se decretaran los seis
puntos siguientes:
• Distritos electorales iguales.
• Sufragio universal (incluidas las mujeres).
• Parlamentos elegidos por un año.
• Que no hubiera que ser propietario para
pertenecer a la Cámara de los Comunes.
• Voto secreto por papeleta.
• Pago de dietas a los diputados.
A este programa se le llamó la “Carta del Pueblo”.
En todo el país se hicieron manifestaciones en
su apoyo. En Manchester se celebró un mitin, al que
asistieron 300 000 personas.
En 1839 se reunió en Londres una Convención
Cartista. La sola palabra “Convención” llenó de miedo
el corazón de los gobernantes, haciéndoles acordar169
Material de Apoyo Historia Universal I
se de la Revolución Francesa. La asamblea presentó
al Parlamento una petición con millón y cuarto de firmas.
Aquella Cámara liberal la rechazó por 235 votos
contra 46. La Convención Cartista convocó entonces
a unas “Vacaciones Nacionales”, o huelga general de
un mes, para apoyar su petición; pero los líderes de
izquierda y de derecha no estuvieron de acuerdo sobre
la prudencia de aquel movimiento, y no se hizo.
La iniciativa de la acción volvió entonces a las sociedades
cartistas locales, mientras el gobierno principió
a encarcelar a muchos cartistas.
Feargus O’Connor (1794-1855). Destacado líder
del movimiento cartista, era un orador fogoso, capaz
de agitar a grandes multitudes. Fue diputado, pero
después lo desaforaron por ser excesivamente radical.
El periódico Northern Satar, que fundó en Leeds
en 1837, propugnaba la violencia física para conseguir
las peticiones cartistas. En la Convención Cartista
clamó y se agitó en favor de la huelga general, pero
en el último momento votó contra ella, con la mayoría
de los líderes. En 1846 se dedicó al agrarismo, fundando
una Asociación Agraria Cooperativa Cartista.
Pasó los tres últimos años de su vida completamente
loco.
Opuestos a O’Connor en el movimiento cartista
fueron los hombres de derecha partidos de la “fuerza
moral”. Entre ellos se contaban dos diputados radicales
de los Comunes: el banquero Thomas Attwood y
John A. Roebuck.
Al terminar la Convención Cartista de 1839 en
medio de la discordia y el fracaso, se formularon planes
para un levantamiento armado que tendría sus
centros de fuerzas en Gales y Yorkshire. Los espías
del gobierno representaron su papel incitando a la violencia
para entregar los rebeldes a las autoridades.
En la noche del 4 de noviembre de 1839 miles de mineros
de carbón marcharon sobre Newport desde las
montañas circundantes, con el intento de tomar la ciudad.
La falta de simultaneidad de los movimientos
realizados por tres destacamentos fue causa de su
derrota con grandes bajas. Tras esto vinieron nuevas
detenciones, deportaciones y encarcelamientos.
El cartismo revivió en 1840 con una nueva organización,
la Asociación Cartista Nacional. Los sectores
moderados abandonaron el movimiento para adherirse
a la Liga contra las Leyes Trigueras, y la jefatura
indiscutible recayó en Feargus O’Connor, que había
estado dieciocho meses en la cárcel por sus actuaciones
anteriores. En 1842 se presentó al Parlamento
una nueva petición con tres millones de firmas,
y volvió a ser rechazada. Inmediatamente estallaron
huelgas, y los huelguistas iban de ciudad en ciudad
haciendo que los trabajadores se les sumaran, apagando
las calderas y arrancando las tuberías, por lo
cual algunas veces se llama al movimiento “Motines
de las tuberías”. El cartismo tenía en 1842 una masa
de secuaces mucho mayor que en 1839, pero el gobierno
obró con prontitud para aplastar el movimiento.
Desde entonces hasta 1848 la organización careció
de fuerza, con sus líderes en la cárcel y sus afiliados
dispersos. Pero en 1848, cuando la revolución sacudió
a toda la Europa continental, los cartistas convocaron
a una nueva Convención Nacional y recogieron
firmas para una nueva petición. El gobierno movilizó
tropas, artillería y una fuerza especial de más de 150
000 hombres (entre ellos Luis Napoleón, refugiado
entonces en Londres) bajo el mando del anciano duque
de Wellington, para cortar a los peticionarios el
paso hacia la Cámara de los Comunes. La petición,
que se dice contaba con seis millones de firmas, fue
llevada en coche, cosa que las autoridades ignoraron.
Después de esto, el cartismo prolongó su vida como
una fuerza política sin eficacia. Muchos cartistas se
adhirieron a la Asociación Internacional de Trabajadores,
de Marx, al organizarse ésta en 1864.
Años después se realizaron cinco de las seis
peticiones cartistas. Se suprimió el requisito de ser
propietario para ser elegido diputado. Disraeli fue el
espíritu impulsor de la ley de 1867, que concedió el
voto a la pequeña clase media y a la mayor parte de
los trabajadores de las ciudades. En 1872 el voto secreto
por papeleta sustituyó al voto abierto. En 1884
Gladstone hizo uniforme el sufragio para los condados
y los burgos, con lo que dio el voto a los trabajadores
del campo y a los trabajadores no agrarios (especialmente
los mineros) que aún no lo tenían. En
1885 se redistribuyeron los escaños de modo que hubiera
un diputado a los Comunes por cada 50 000 almas.
Desde 1911 los diputados perciben dietas. La
Ley de Reforma de 1918 dio el voto a toda la población
masculina adulta y a las mujeres de más de treinta
años. En 1929 las mujeres obtuvieron la igualdad
electoral completa con los hombres. La única petición
cartista que no se ha realizado es la de los parlamentos
anuales.
Después de 1848 los trabajadores se orientaron
hacia un sindicalismo conservador, y al fin organizaron
un partido obrero que tiene fe en las reformas
moderadas graduales. Estaba reservado a los sectores
continentales lanzarse audazmente contra los baluartes
de las clases gobernantes.
170
Material de Apoyo Historia Universal I
El ímpetu de la Revolución Francesa se prolongó en
Europa hasta bien entrado el siglo XIX. Ya hemos hecho
mención de la lucha liberal por el parlamentarismo,
el republicanismo, el nacionalismo y el sufragio
universal.
Sin embargo, también partía de la Revolución Francesa
un impulso socialista que tenía como protagonista,
no a la burguesía, sino al naciente proletariado moderno.
Las motivaciones del movimiento obrero se
encontraban principalmente en los bajos salarios, en
las muy precarias condiciones de trabajo y en su
marginación de la actividad política en virtud de que el
voto, la flamante conquista liberal, sólo se otorgaba a
los propietarios.
Aunque Inglaterra aventajaba con mucho al resto de
los países de Europa en el proceso de industrialización
y, en consecuencia, en las dimensiones de su clase
obrera, no fue allí donde se dieron los movimientos
más radicales. La Reina Victoria fue coronada en 1837
cuando sólo contaba 18 años y permaneció en el trono
hasta su muerte en 1901. En este prolongado lapso,
y gracias a una reforma política paulatina, que fue
concediendo derechos a los ciudadanos y por la desviación
del interés público hacia los espectaculares
logros imperialistas, el país se vio libre de las convulsiones
políticas que eran el caldo de cultivo de la insurgencia
laboral en Europa.
En Francia se observa, en las primeras décadas del
siglo XIX, un descenso del salario y un aumento del
costo de la vida, aunados a las pésimas condiciones
de trabajo. Por estas razones, los levantamientos obreros
cobraron extraordinaria virulencia.
En 1831, protestando contra rebajas de salarios, los
tejedores de seda de Lyon se levantaron en armas y
se apoderaron de la ciudad y sólo después de duras
batallas fueron reducidos por veinte mil soldados, que
llevaban consigo cincuenta cañones. En 1834 dos
veces se volvieron a rebelar treinta mil obreros, que
combatieron durante once días; el general que dirigía
la represión dio orden de asesinar a tres mil trabajadores
como escarmiento.
En la tercera década, un testimonio de Blanqui refiere
que las obreras textiles francesas trabajaban catorce
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaitres
I. Lectura y análisis
Instrucciones
• Lee los siguientes textos para que identifiques las principales variantes del socialismo (socialismo utópico,
socialismo científico y anarquismo)
EL DESAFÍO SOCIALISTA AL PODER BURGUÉS
Lothar Knauth
Tomado de: La formación del mundo moderno, México, Edit. CEMPAE, 1975, v.1, pp. 239-244.
horas diarias en telares, a los cuales estaban sujetas
mediante una correa para que pudieran usar manos y
piernas, ya que su movimiento simultáneo y continuado
era indispensable para tejer el galón. En 1848, dice
un documento de queja, en las fábricas de hilados “infames
vigilantes tratan a los anudadores y anudadoras
con una obscena crueldad y muchos de ellos sucumben
bajo sus golpes”.
Los trabajadores, dice Blanqui, viven en cuevas o en
chozas y se acuestan en jergones, sin ropas ni cobertores,
dos o tres personas. Durante el hambre de
Flandes en 1845, los trabajadores desenterraban a los
caballos para comérselos y se disputaban a los perros
y a los gatos. A los hijos de los obreros los encuentra
Blanqui desnutridos, jorobados, contrahechos,
tuberculosos. En algunas partes, como en Lille, muere
un niño de cada tres y se nota que los obreros ven
perecer a sus hijos con indiferencia y a veces hasta
con alegría:
Los grupos burgueses, que habían luchado contra los
abusos de la nobleza y por la igualdad, se alarmaron
profundamente ante las rebeliones proletarias y muchas
veces prefirieron establecer alianzas con la vieja
aristocracia que ceder a las exigencias de los trabajadores.
Así, el liberalismo, que había sido revolucionario en el
siglo XVIII, se volvió conservador y a la defensiva cuando
las tendencias revolucionarias se radicalizaron y
se localizaron en las clases populares.
Empero, poco a poco se fue perfilando el socialismo
como la ideología que hacía de los problemas del proletariado
el núcleo mismo de su razón de ser. Las ideologías
socialistas -y hay que mencionarlas así porque
son varias- hacen eclosión en la Revolución Francesa,
especialmente en la acción y el pensamiento de
Graco Babeuf; pero sus orígenes podemos localizarlos
en la Utopía de Thomas Moro, publicada en 1516.
En las primeras décadas del siglo XIX florece lo que
se ha llamado el socialismo utópico, cuyos principales
representantes fueron los franceses Saint-Simon y
Charles Fourier y el inglés Robert Owen.
La característica común de todas las filosofías socialistas
radica en que rechazan la propiedad privada de
171
Material de Apoyo Historia Universal I
los instrumentos de producción. Para ellas las fábricas,
los bancos, las instalaciones comerciales, la tierra,
en fin, todos aquellos instrumentos que no son de
consumo sino que multiplican la riqueza deben ser
propiedad social y no privada. En lo que difieren es en
su concepción de la historia ‘y’ en sus tácticas, esto
es, en el modo como se puede llegar a esa situación y
la orientación histórica a que dará lugar.
A los socialistas utópicos les preocupaba hondamente
el problema moral; repudiaban la violencia y los
métodos revolucionarios de lucha. Diseñaban organizaciones
sociales más justas, en las que el hombre
podría vivir feliz sin la explotación. Para ello apelaban
al convencimiento y pedían la ayuda de los gobernantes.
Algunos, como Fourier y Owen, organizaron pequeñas
comunidades separadas del resto de la sociedad,
para mostrar la viabilidad de sus proyectos. Sin embargo,
el apelativo de utópicos que después se les
atribuyó provenía precisamente de que sus soluciones
no parecían factibles para la sociedad global, por
que estaban diseñadas por la imaginación y no en función
de las posibilidades concretas que ofrecían los
acontecimientos históricos.
En 1847, la Liga Comunista, una organización que
contaba con varias filiales en distintos países de Europa,
encargó a dos jóvenes alemanes emigrados, Karl
Marx (1818-1883) y Friedrich Engels <1820-1895> que
redactaran un programa de acción. El resultado fue el
Manifiesto del Partido Comunista. Se hizo así pública
una posición nueva dentro del socialismo, el llamado
socialismo científico -o marxismo- destinado a ser el
motor ideológico de nuevas revoluciones. Fue precisamente
Karl Marx quien sostuvo que los socialistas
utópicos querían modificar la sociedad a partir de una
idea y no de una crítica de la historia.
Marx y Engels rechazan la visión optimista de los
utopistas franceses y sostienen que la historia es una
lucha de clases y que, periódicamente, los conflictos
de clase alcanzan las dimensiones de una revolución.
Históricamente esto ocurre cuando las formas de la
propiedad feudal y más tarde la política absolutista
estorban el desarrollo de los procesos de industrialización
y comercialización en gran escala, En estos
procesos la burguesía entró en conflicto con la aristocracia,
la desplazó y comenzó a desintegrarla.
Pero al paso que la burguesía iba generalizando su
organización de trabajo, su predominio fue dando lugar
a una nueva clase social, el proletariado. Ahora la
lucha de clases se da en otro nivel. La concentración
de la propiedad burguesa en pocas manos y la acción
de una política que apoya esta concentración, entran
en conflicto con el aumento de las fuerzas del proletariado.
Las formas de trabajo industrial son cada vez
más de carácter colectivo, en tanto que los instrumentos
con que se realiza y los bienes que produce, son
propiedad individual. Por ello, el sujeto de la próxima
revolución será el proletariado.
También señalan Marx y Engels que las revoluciones
socialistas no serán nacionalistas, porque el poder de
la burguesía es internacional y también el proletariado
es una clase internacional.
La insurgencia francesa de 1848 pareció confirmar
estos puntos de vista: el proletariado se había aliado
con la pequeña burguesía en contra de la alta, para
derrocar el gobierno de Luis Felipe e instaurar la república.
Después, alarmadas por las exigencias obreras,
las dos facciones burguesas se unieron para masacrar
al proletariado, y con el apoyo de los pequeños
propietarios campesinos instauraron el segundo imperio,
con Napoleón III a la cabeza. Este proceso fue
sometido por Marx a un cuidadoso análisis en su 18
Brumario de Luis Napoleón.
Parecía, pues, cierta la afirmación contenida en el
Manifiesto: “de todas las clases que, en la actualidad
se oponen a la burguesía, solamente el proletariado
es una clase verdaderamente revolucionaria”.
Resulta interesante señalar cómo la teoría motriz de
las revoluciones socialistas del siglo XX, surgió un siglo
antes en pensadores originarios de Alemania, un
país cuyo desarrollo industrial y político se encontraba
en notable retraso respecto a Francia a Inglaterra. Sin
embargo, las teorías de Marx cuyas raíces se encontraban
en el pensamiento filosófico alemán, se nutrieron
posteriormente en la observación de los procesos
industriales y económicos ingleses y en el estudio de
los fenómenos sociales y políticos franceses.
Marx sostenía que su socialismo era científico porque
partía de un minucioso análisis de la realidad, realizado
con el auxilio de la economía, la historia y todas las
que hoy llamaríamos ciencias sociales. En su obra
magna, El Capital (cuyo primer tomo se publicó en
1867), muestra cómo las contradicciones del capitalismo
condicionan su desintegración y llevan al éxito a
la revolución socialista. Por tanto, Marx no pone el
acento en diseños fantasiosos del futuro, sino en las
posibilidades que ofrece la historia real.
172
Material de Apoyo Historia Universal I
UN SOCIALISTA UTÓPICO
Esteban Krotz
Tomado de: Utopía, México, EDICOL, Sociología, Conceptos, No. 17. 1980.
La vida del representante más importante del socialismo
utópico inglés, Robert Owen, muestra toda una
gama de caminos diferentes propuestos hacia un cambio
social. R. Owen…hijo de un artesano, autodidacta,
trabajador asalariado a los diez años, gerente y copropietario
de una de las más grandes fábricas textiles
de Inglaterra, empieza por reformar su propia fábrica:
reducción de las jornadas de trabajo, aumento
de salarios, mejora general de las condiciones laborales.
Aunque puede demostrar que estas medidas no
afectan negativamente la productividad y sus ganancias
no logra convencer a otros empresarios de adoptar
sus reformas. De ahí que su próximo plan adquiere
dimensiones nacionales: plantea la fundación de un
sistema de “pueblos cooperativos” de entre 500 y 2000
personas que vivirán en absoluta libertad, donde trabajo,
propiedad y educación de los niños serán colectivos.
Pero Owen pierde su acceso a los círculos políticos
importantes al declararse enemigo del matrimonio
y de toda religión establecida. Invierte, después
de este fracaso, gran parte de su fortuna en la fundación
de una colonia modelo, la Nueva Armonía en Indiana.
En 1827, a los tres años de su fundación, esta
comuna ya ha fracasado, pero en los años siguientes
continúan fundándose colonias semejantes en otras
partes de Norteamérica y también en Inglaterra. R.
Owen mismo dirige todavía en 1828 una petición al
gobierno mexicano para poder formar una sociedad
“de individuos de cualquier nacionalidad…cuyo único
objetivo será mejorar la condición del hombre, demostrando
prácticamente, cómo debe ser criado, educado,
empleado y gobernado de conformidad con su
naturaleza y las leyes naturales que la rigen” y donde
“pueden crearse grandes riquezas para todos y sin
daño de nadie”.
173
Material de Apoyo Historia Universal I
COMUNISMO
Introducción
Carlos Marx y Federico Engels son los creadores del socialismo
marxista o comunismo. Su famoso Manifiesto del Partido
Comunista, escrito en 1848 por encargo de la Liga de
los comunistas, es uno de los documentos políticos más
importantes del siglo XIX. En dicho documento, Marx y
Engels deslindan el socialismo comunista de otras tendencias
como el socialismo utópico y al que denominan socialismo
burgués. Reproducimos aquí unos párrafos significativos
del Manifiesto del Partido Comunista.
Fragmentos
En general, las colisiones de la vieja sociedad favorecen de
diversas maneras el proceso de desarrollo del proletariado.
La burguesía vive en lucha permanente: al principio, contra
la aristocracia; después, contra aquellas fracciones de la
misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción
con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la
burguesía de todos los demás países. En todas estas luchas
se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar su
ayuda y arrastrarle así al movimiento político. De tal manera,
la burguesía proporciona a los proletarios los elementos
de su propia educación, es decir, armas contra ella misma.
Además…el progreso de la industria precipita a las filas
del proletariado a capas enteras de la clase dominante, o al
menos las amenaza en sus condiciones de existencia. También
ellas aportan al proletariado numerosos elementos de
educación.
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases
se acerca a su desenlace, el proceso de desintegración de
la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un
carácter tan violento y tan agudo que una pequeña fracción
de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria,
a la clase en cuyas manos está el porvenir. Y así
como antes una parte de la nobleza se pasó a la burguesía,
en nuestros días un sector de la burguesía se pasa al
proletariado, particularmente ese sector de los ideólogos
burgueses que se han elevado hasta la comprensión teórica
del conjunto del movimiento histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía,
sólo el proletariado es una clase verdaderamente
revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen
con el desarrollo de la gran industria; el proletariado,
en cambio, es su producto más peculiar.
Los estamentos medios –el pequeño industrial, el pequeño
comerciante, el artesano, el campesino-, todos ellos
luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia
como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios,
sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios,
ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia.
Son revolucionarios únicamente por cuanto tienen ante
sí la perspectiva de su tránsito eminente al proletariado, defendiendo
así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros,
por cuanto abandonan sus propios puntos de vista para
adoptar los del proletariado.
El lumpen proletariado, ese producto pasivo de la putrefacción
de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces
ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria;
sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está
más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus
maniobras.
Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya
abolidas en las condiciones de existencias del proletariado. El
proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y
con los hijos no tienen nada de común con las relaciones familiares
burguesas; el trabajo industrial moderno, el moderno yugo
del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en
Norteamérica que en Alemania, despoja al proletariado de todo
carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión son para él
meros prejuicios burgueses, detrás de los cuales se ocultan
otros tantos intereses de la burguesía.
Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes
trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo
a toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiación.
Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas
sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación en
vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta
nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar;
tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando
y asegurando la propiedad privada existente.
Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por
minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario
es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho
de la inmensa mayoría. El proletariado, capa inferior de la sociedad
actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin
hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la
sociedad oficial…
La condición esencial de la existencia y de la dominación de
la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de
particulares, la formación y el acrecentamiento del capital. La
condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El
trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia
de los obreros entre sí. El progreso de la industria, del que
la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario,
sustituye al aislamiento de los obreros, resultante de la competencia,
por su unión revolucionaria mediante la asociación. Así,
el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía
las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo
producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros.
Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente
inevitables.
MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA
Carlos Marx y Federico Engels
Obras Escogidas, en 2 tomos., Moscú, Edit. Progreso, 1971, t.1, pp.28-31
174
Material de Apoyo Historia Universal I
EL ANARQUISMO
Eric Hobsbawm
Tomado de: La era del capital, 1848-1875. Buenos Aires, Edit. Crítica. Grijalbo Mondadori. 1998. pp. 169-171.
El anarquismo, aunque pueda rastrearse en sentido retrospectivo
hasta el fermento revolucionario de la década de 1840,
es con mucha más claridad producto del período posterior a
1848, o más concretamente de la década de 1860. Sus dos
fundadores políticos fueron P.J. Proudhon, pintor autodidacta
francés y prolífico escritor que no participó prácticamente en
ninguna agitación política, y Mijail Bakunin, peripatético aristócrata
ruso que no perdía oportunidad de participar. Desde
muy temprano ambos atrajeron la desfavorable atención de
Marx y, aunque lo admiraban, le pagaban con la misma hostilidad.
La teoría poco sistemática, preconcebida y profundamente
no liberal de Proudhon –fue antifeminista y antisemita,
y la extrema derecha ha reclamado su adhesión- no es de
gran interés en sí misma, pero contribuyó con dos ideas al
pensamiento anarquista: la creencia en pequeños grupos de
productores mutuamente apoyados en lugar de la
deshumanización de las fábricas, y el odio al gobierno como
tal, a cualquier gobierno. Estas ideas interesaron muchísimo
a los pequeños artesanos independientes, a los trabajadores
especializados, pero relativamente autónomos, que resistían
el empuje del proletariado, a los hombres que no habían olvidado
una infancia campesina o pueblerina en las crecientes
ciudades, a las regiones marginales de la industrialización
desarrollada. El anarquismo gustó sobremanera a tales hombres
y en tales regiones...
Bakunin añadió poco a Proudhon como pensador, salvo una
insaciable pasión revolucionaria (“la pasión por la destrucción
–llegó a decir- es al mismo tiempo una pasión creativa”), un
desatinado entusiasmo por el potencial revolucionario de criminales
y marginados sociales, un sentido real del campesinado
y algunas intuiciones poderosas. No fue en absoluto un
pensador, sino un profeta, un agitador y –pese a la falta de
credulidad de los anarquistas en la organización disciplinada,
anticipó de la tiranía del estado- un formidable organizador de
conspiradores. Como tal extendió el movimiento anarquista
en Italia, Suiza y (a través de discípulos) España, y organizó lo
que produciría la interrupción de la Internacional en 1870-
1872. Y como tal creó un movimiento anarquista, ya que los
seguidores (franceses) de Proudhon como grupo eran poco
más que una forma subdesarrollada de sindicalismo, ayuda y
cooperación mutua, y políticamente no muy revolucionarios.
El anarquismo no era, desde luego ninguna potencia hacia el
final de nuestro período (1848-1875). Pero ya había establecido
algunas bases en Francia y la Suiza francesa, algunos
núcleos de influencia en Italia, y sobre todo había hecho sorprendentes
progresos en España, donde tanto los artesanos
y obreros de Cataluña como los trabajadores rurales de Andalucía
aceptaron de buen grado el nuevo evangelio. Allí se
fusionó con la idea del lugar de que las aldeas y los talleres
podrían arreglárselas muy bien si se eliminaba sencillamente
la superestructura del estado y la opulencia. Y que era fácilmente
practicable el ideal de un país constituido por municipios
autónomos. De hecho, el movimiento “cantonalista” durante
la República española de 1873-1874 trató realmente de
llevarlo a cabo, y a su ideólogo dirigente F. Pi y Margall (1824-
1901) se le admitiría en el panteón anarquista junto a Bakunin,
Proudhon y...Herbert Spencer. Porque el anarquismo era tanto
un alzamiento del pasado preindustrial contra el presente,
como un hijo de ese presente. Rechazaba la tradición, aunque
la naturaleza intuitiva y espontánea del pensamiento y el
movimiento motivaba la preservación –quizá incluso la acentuación-
de una serie de elementos tradicionales como el antisemitismo
o más generalmente la xenofobia. Las dos cosas
se dieron en Proudhon y Bakunin. Al mismo tiempo odiaba
vehementemente la religión y las iglesias, y aclamaba la causa
del progreso, incluidas la ciencia y la tecnología, de la razón,
y, tal vez por encima de todo, de la “ilustración” y la educación.
Y como rechazaba la autoridad, se encontró en una
curiosa convergencia con el ultra individualismo del laissezfaire
burgués, que en esta cuestión actuaba de igual manera.
Ideológicamente Spencer (que escribiría El hombre contra el
estado) fue tan anarquista como Bakunin. La única cosa que
el anarquismo no representaba era el futuro, sobre el que no
tenía nada qué decir. Excepto que no podía acontecer hasta
después de la revolución.
El anarquismo no tiene un gran significado político (fuera de
España) y nos interesa principalmente por ser un espejo deformado
de la época. El movimiento revolucionario más importante
de la época fue un movimiento de masas y sus más
dramáticos actos de terrorismo, que culminaron en el asesinato
del zar Alejandro II (1881), ocurrieron después del final
de nuestro período. Pero es tanto el antecesor de una importante
familia de movimientos que se sucedieron en los países
subdesarrollados del siglo XX como del bolchevismo ruso.
Proporciona un vínculo directo entre los revolucionarios de
las décadas de 1830 y 1840 y la de 1917; vínculo más directo,
podría argüirse, que la Comuna de París. Además, al ser un
movimiento compuesto casi totalmente de intelectuales en
un país donde toda la vida intelectual seria era política, se
proyectó de forma inmediata en la literatura mundial a través
de los geniales escritores rusos que fueron sus contemporáneos:
Turgueniev (1789- 1871) y Dostoievski (1821-1881).
Incluso los contemporáneos occidentales oyeron hablar pronto
de “los nihilistas”, y los confundieron con el anarquismo de
Bakunin. Esto es comprensible, ya que Bakunin se metía en
todos los movimientos revolucionarios, incluido el ruso, y se
vio incluso asociado temporalmente a un personaje de genuino
carácter dostoievskiano (la vida y la literatura estaban muy
próximas en Rusia), el joven abogado de una creencia casi
patológica en el terror y la violencia, Sergei Gennadevich
Nechaev. Pero el populismo ruso no fue de ningún modo
anarquista.
.
175
Material de Apoyo Historia Universal I
En 1870 estalló la guerra entre Francia y Prusia, siendo
derrotada aquélla en toda la línea. Poco después,
en el mes de marzo de 1871, la primera revolución proletaria
del mundo tenía lugar en París y, durante un
corto período, la dictadura del proletariado, representada
por la Comuna de París, se instauró en la capital.
La guerra franco-prusiana y la Comuna de París son el
punto de partida del segundo periodo de la historia
moderna (1870-1918).
Crisis del Segundo Imperio en Francia. La autoridad
de Napoleón III sufrió una considerable merma
durante los años 1866-1870. La burguesía francesa
había perdido toda confianza en él. No podía perdonarle
en modo alguno los graves fracasos de su política
exterior, concretamente los éxitos de los prusianos
en la unificación de Alemania, que Napoleón III no había
sabido impedir.
La burguesía estaba igualmente descontenta del
tratado comercial anglo-francés de 1860, que había
dado nuevo vigor, en el seno mismo de Francia, a la
competencia de los productos ingleses. Los gastos incalculables
que entrañaba el fausto de la corte imperial
irritaban tanto al pueblo como a la burguesía.
Napoleón III tuvo por tanto que hacer unas cuantas
concesiones. Abolió la Censura y permitió las reuniones
públicas, que colocó a pesar de todo bajo vigilancia
policíaca. Los socialistas y los republicanos burgueses
supieron valerse de esta libertad. Los republicanos
empezaron a publicar su diario La Lenterne (La
Linterna) y dieron comienzo a una campaña contra
Napoleón y su Imperio. El periódico no tardó mucho en
ver sus talleres de edición cerrados por orden gubernativa,
y su director Rochefort, tuvo que Salir para
Bélgica, donde siguió publicando la hoja. El diario se
imprimía en papel muy fino para facilitar su transporte,
ya que se le pasaba mediante toda clase de subterfugios
de Bélgica a Francia. Así, ocurrió una vez que
pasaron la frontera los periódicos dentro de bustos
huecos de escayola que representaban al emperador.
Rochefort se burlaba y se ensañaba cruelmente con
Napoleón III escribiendo que “desde este momento no
podrá decir nadie que el emperador tiene la cabeza
hueca.”
El movimiento obrero ganó mucha amplitud en
los años 1860-1870. En 1869, los mineros de la cuenca
del Loira se declararon en huelga, pidiendo la jornada
de ocho horas y un aumento salarial.
Otra huelga, acontecida ésta en 1870, en
Creusot, en la fábrica Schneider , tuvo una resonancia
especialísima. Schneider había despedido al mecánico
Así, miembro de la Internacional. Los obreros se
declararon en huelga, pero Schneider que era al propio
tiempo presidente del cuerpo legislativo, mandó
que las tropas entrasen en la fábrica, y la huelga fue
terminada por este procedimiento.
Las capas más avanzadas del proletariado empezaban
a liberarse de la influencia y la tutelas burguesas.
Millares de obreros franceses se adherían a la
Internacional. Para debilitar su poder dentro del país,
el gobierno francés citó por dos veces ante los tribunales
de justicia a los miembros de dirección parisiense
de la Internacional. Uno de los miembros del comité
directivo, el obrero Varlín, pronunció en su proceso de
1868 un discurso que hizo época. Describía en el la
situación angustiosa de los trabajadores en la sociedad
capitalista y demostraba que la clase obrera estaba
—en tal sociedad— condenada a un trabajo de forzado
y a la indigencia. Llamaba a los obreros a unirse
en la lucha contra el capitalismo.
La efervescencia de las masas no hacia sino
aumentar. Los mítines, las manifestaciones, las huelgas
se convirtieron pronto en fenómenos de masa. La
manifestación más amenazadora fue la que en enero
de 1870 reunió por las calles de la capital a mas de
doscientas mil personas. Los manifestantes desfilaban
por las avenidas de París pregonando las consignas:
«¡Viva la República!», «¡Fuera los Bonaparte!».
Las causas de la guerra franco-prusiana. Percatándose
de las proporciones que iba cobrando su impopularidad
tanto como el descontento generalizado,
el gobierno de Napoleón discurrió que su autoridad
podría reforzarse mediante la guerra. Pensó que una
guerra victoriosa contra Prusia podría devolverle su
prestigio, y contaba con la seguridad de una fácil victoria
que habría de impedir la total unificación germana y
al propio tiempo —quién sabe— anexionar para Francia
alguno que otro pequeño Estado de los situados al
oeste del Rin.
Por su parte, Prusia, tras la victoria sobre Austria
de 1866, estaba a un solo paso político de su meta
unificadora: solamente le restaba extender su
dominación sobre los territorios meridionales del país.
La unificación alemana que exigían los intereses capitalistas
teutones, coincidía por lo demás con las
aspiraciones populares. Vencida Austria, Prusia se
apercibió a la guerra contra Francia.
El gobierno de la Prusia bismarckiana y su presidente
en persona se comportaban del modo más
abiertamente provocativo para con Francia, seguros
como estaban aquél y éste de la superioridad de los
ejércitos propios sobre los galos. Deseoso de originar
el conflicto, Bismarck mandó publicar en la prensa un
LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA. LA COMUNA DE PARIS
Efimov, I. Galkine, L. Zoubok et.al.
Tomado de: Historia moderna de 1642 a 1918. México, Editorial Grijalbo, páginas 248-264.
176
Material de Apoyo Historia Universal I
despacho del rey Guillermo I en que le informaba de
su entrevista con el embajador francés. Bismarck alteró
el texto, dando a las palabras del monarca un matiz
injuriante para Francia, aunque de hecho nada se dijera
en ella que contuviese vejaciones. Se lo llamó desde
entonces el “despacho de Ems” de acuerdo con el
nombre de la ciudad en que se entrevistaron el rey y el
embajador, y desde la que había sido enviada la regia
nota. Bismarck había calculado con acierto: el despacho
de Ems despertó la indignación en toda Francia y
dio pie al gobierno de Napoleón III para declarar la
guerra.
La derrota de Francia. El 19 de julio de 1870 el
gobierno francés declaraba la guerra a Prusia. Pero al
decidir en tal sentido, el gobierno de París no había
hecho el recuento de sus fuerzas: el ejército francés
carecía de mando unificado, no se había decidido el
plan de campaña a seguir, los soldados y oficiales estaban
faltos de lo más elemental y hasta su Estado
Mayor carecía de mapas suficientes.
La superioridad del ejército prusiano quedó patente
en cuanto tuvieron lugar los primeros encuentros.
En ritmo de movilización y velocidad de concentración
de tropas en la frontera, los prusianos ganaron la mano
a los franceses. La superioridad numérica de los
prusianos era el doble que la de los franceses.
Las huestes francesas sufrían derrota tras derrota.
La valentía y audacia de los soldados franceses
no podían remediar lo irremediable. La situación del
frente era desesperada para ellos.
Una de las divisiones francesas fue cercada por
los alemanes en la fortaleza de Metz. En la batalla de
Sedán de 2 de septiembre de 1870 los prusianos hirieron
de muerte a la organización militar francesa,
descalabrando a otro ejército francés mandado por el
propio emperador.
A finales de este día, un oficial francés se aproximó
a caballo al rey de Prusia, Guillermo, que seguía
con máxima atención la evolución de la contienda, y
comentó: «Sedán se rinde y con él todo el ejército y el
emperador Napoleón III, que está en la fortaleza.» Así
quedaron prisioneros un ejército francés de cien mil
hombres y el propio Napoleón III.
La revolución del 4 de septiembre de 1870. Cuando
llegó a París la noticia del desastre de Sedán, estalló
en la capital la insurrección contra el Imperio. El 4
de septiembre de 1870 penetró el pueblo en el edificio
en que estaba reunido el cuerpo legislativo y recabó la
instauración de la República y la defensa de la patria.
El cuerpo legislativo decretó la abolición del Imperio y
la instauración de la República. Se formó un gobierno
de Defensa Nacional. Lo componían políticos burgueses
que procedían en su mayoría de las filas monárquicas
y del ala derecha del partido republicano. Era
un gobierno reaccionario, hostil al pueblo.
LA LUCHA CONTRA LOS INVASORES ALEMANES
Y LA AGRAVACIÓN DE LAS CONTRADICCIONES
DE CLASE EN FRANCIA
La lucha de las masas populares contra los invasores
alemanes. Después del desastre de Sedán, la ruta de
París estaba abierta, y los invasores alemanes no perdieron
un instante, adentrándose por ella. Los obreros
de París reclamaban que se armase al pueblo para
hacer frente al invasor. El Gobierno provisional hubo
de ceder a sus peticiones y se organizaron en la capital
doscientos batallones de la guardia nacional compuesta
de voluntarios, en su mayoría obreros, artesanos
y pequeños empleados. En septiembre, los alemanes
pusieron sitio a París y la guardia nacional se
dispuso inmediatamente a la defensa de la ciudad. Los
parisienses estaban dispuestos si era preciso a morir
antes que dejar que los alemanes penetrasen en la
capital de la República.
Los sitios de París y de Metz inmovilizaban casi
todas las fuerzas del enemigo. Mientras tanto, el pueblo
creó nuevos ejércitos. En toda Francia se organizaban
unidades de voluntarios. «Que cada casa dé un
soldado. . ., que cada ciudad dé un ejército..., que los
pueblos se armen con las hoces. Hemos de guerrear
de día y de noche, llevar la guerra a las montañas, a
las llanuras, a los bosques. No deis cuartel al enemigo,
no le dejéis descansar, ni reponerse... Hemos de librar
una batalla terrible por la patria», escribía Víctor Hugo
en su llamamiento al pueblo francés. Las desgracias
patrias llenaban de valor a los soldados franceses, que
luchaban con admirable desprendimiento. El ejército
del Loira, recién creado, pasó a la ofensiva y, después
de una lucha sin cuartel, logró liberar la ciudad de
Orleáns. La ciudadela de Belfort, bloqueada por los
alemanes, sostuvo el asedio durante toda la guerra.
Los hombres de vanguardia de los demás países de
Europa se armaron también para ayudar a la Francia
republicana. El célebre demócrata italiano Giuseppe
Garibaldi organizó un ejército en los Vosgos. En las
regiones ocupadas por los alemanes, se organizaban
unidades de guerrilleros que luchaban con valor contra
los germanos. Por cada soldado alemán muerto, el alto
mando prusiano hacía fusilar cien civiles franceses,
incendiaba pueblos enteros y barriadas urbanas. Actos
éstos de crueldad que más que nada encendieron
la ira de la población francesa contra los invasores.
El carácter de la guerra franco-prusiana. La guerra
franco-prusiana, según hemos ido viendo, revistió
un carácter particular en cada una de las etapas de su
desarrollo. Durante la primera etapa fue una guerra justa
por parte de los alemanes, porque Napoleón se había
opuesto durante años a su política de unificación germánica.
Pero una vez derrotados los franceses en
Sedán y borrado de la existencia el trono imperial de
Napoleón III, los últimos obstáculos que se interponían
en la unificación alemana habían desaparecido. Sin
177
Material de Apoyo Historia Universal I
embargo, Prusia llevó la guerra más adelante, cambiando
con ello su carácter, pues entonces se convirtió
en una guerra de conquista, una guerra injusta contra
los franceses. Marx y Engels dieron a conocer los planes
agresivos de los prusianos y dirigieron un llamamiento
a los obreros alemanes para que ejerciesen
presión en el sentido de la obtención de un tratado de
paz equitativo con Francia, sin la anexión de tierras
francesas. Recibieron con suma alegría la noticia de la
proclamación de la República en Francia, aun denunciando
el carácter esencialmente reaccionario del gobierno
de Defensa Nacional.
La traición de la burguesía francesa. La traición
nacional de la burguesía francesa hizo fracasar la resistencia
de los franceses. El mariscal Bazaine que
mandaba las tropas asediadas en Metz, se entregó vergonzosamente
el 27 de octubre, con un ejército de ciento
sesenta mil hombres. Esta capitulación permitió a
los prusianos concentrar grandes fuerzas contra el ejército
del Loira, y contra las otras tropas francesas que
se oponían a su progresion. La noticia de la capitulación
de Metz conmovió a todo el país. La agitación de
las masas iba en aumento, en tanto que la burguesía
parisiense, temerosa ante el pueblo armado, se preparaba
a entregar París y firmar la paz con los alemanes
en no importa qué condiciones.
El gobierno de Defensa Nacional resultó ser más
bien un «Gobierno de traición nacional». Estaba en vilo
ante la posibilidad de que los obreros se volvieran, armados
cual estaban, contra la burguesía. hacía salir a
las tropas de la guarnición de París para que la guardia
nacional fuera deshecha por los prusianos, al mismo
tiempo que emprendía negociaciones secretas con
éstos para el cese de las hostilidades.
El pueblo comprendía cabalmente que la situación
en que se hallaba Francia no era sino el resultado
de la traición gubernamental. Dos levantamientos hubo
en París contra el gobierno, uno en octubre de 1870 y
otro en enero de 1871. Pero los cabecillas de estas
insurrecciones no estaban ligados a las masas populares
y el gobierno pudo reprimir dichos movimientos
con ayuda de las tropas y los gendarmes. El 2S de
enero de 1871 el gobierno firmó un armisticio.
La Asamblea Nacional. En cuanto se firmó el armisticio,
el gobierno apresuró la convocatoria de las
elecciones para la Asamblea Nacional. En vísperas de
las elecciones los reaccionarios emprendieron una fuerte
campaña propagandística apoyada por la Iglesia
católica. La mayoría de los diputados que la población
rural llevó a los escaños parlamentarios eran campesinos
ricos, sacerdotes católicos, terratenientes latifundistas
y representantes autorizados de la gran burguesía.
De los 750 diputados con que contaba la Asamblea,
450 eran monárquicos.
Desde el mismo instante de su constitución, en
su primera sesión, la Asamblea se negó a reconocer la
república francesa, esperando restablecer la monarquía
poco después. La Asamblea Nacional designó un nuevo
gobierno cuyo presidente fue Thiers.
Era Thiers un personaje repugnante, un hombre
ávido, cruel y sin principios de ninguna clase. Odiaba a
los obreros y estaba siempre dispuesto a realizar lo
más despreciable, lo más bajo, con tal de perjudicar a
los enemigos del capitalismo. Tenía un físico tan repulsivo
como su carácter y Marx lo había denominado el
“enano-monstruo”.
La Asamblea Nacional se reunió en Versalles porque,
debido a sus tendencias reaccionarias tan evidentes,
temía entrar en París, donde su actividad promovía
cada vez mayor descontento entre los obreros, los
artesanos y los intelectuales parisienses. Las masas
populares estaban fuera de sí por las cláusulas leoninas
impuestas en el tratado de paz dictado por el invasor
prusiano a la Asamblea Nacional, que lo había aceptado
y ratificado. Además, la Asamblea hizo publicar
una serie de decretos que agravaban aún más la situación
económica de las capas no privilegiadas de la
población parisiense. Así, se anuló la moratoria en los
plazos de ejecución por morosidad en los pagos de los
alquileres, que se había otorgado cuando el sitio de
París.
En febrero de 1871 se creó en París el Comité
central de la guardia nacional, germen del poder popular
en la ciudad. Viendo que las fuerzas revolucionarias
iban reforzandose a diario, el gobierno optó por
precipitar su agresión contra los obreros de París y se
creyó en la obligación de reunir sus tropas alrededor
de la capital.
LA REVOLUCIÓN PROLETARIA DEL 18 DE MARZO
DE 1871
Tentativas de Thiers para desarmar a los obreros
de París. La desgraciada guerra contra Prusia, el
hambre y las privaciones sufridas durante el sitio de la
capital, el paro obrero y la ruina de la pequeña burguesía,
la indignación de las masas contra las capas superiores
de la sociedad y contra un gobierno que había
demostrado claramente la más completa ineptitud y la
peor voluntad en defender a la patria, el carácter reaccionario
de la Asamblea Nacional, que ponía en peligro
la suerte de la república, fueron las causas múltiples
que impulsaron a las masas trabajadoras a la revolución
El primer motivo que sirvió de pretexto para la
sublevación armada de los obreros de París fue el ataque
que las tropas gubernamentales intentaron contra
la guardia nacional con la finalidad de desarmaría. Esta
agresión tuvo lugar en la noche del 17 al 18 de marzo.
El plan elaborado por el gobierno era muy
sencillo: aprovechando la oscuridad, adueñarse de los
cañones de la guardia nacional, arrestar por sorpresa
a su Comité central y de este modo quebrar las fuerzas
de las masas de París. Así fue cómo la burguesía
178
Material de Apoyo Historia Universal I
desencadenó la guerra civil contra el proletariado.
La artillería de la guardia nacional, que había
sido fundida durante el sitio de París con los fondos
recaudados entre los obreros extranjeros, estaba emplazada
en la colina de Montmartre. Las tropas gubernamentales
se presentaron en Montmartre tras haber
atravesado sigilosamente toda la capital, cuyas calles
estaban desiertas, en las tinieblas de la noche, poco
antes del amanecer.
Los cañones no estaban guardados sino por pequeñas
unidades de la guardia nacional que no pudieron
resistir mucho tiempo. Algunos centinelas fueron
muertos. Los cañones estaban ya en poder de los soldados.
Pero no pudieron éstos llevárselos en seguida
porque los caballos les llegaron con algún retraso. La
agitación ganó toda la ciudad y los obreros y la guardia
nacional acudieron presurosos a Montmartre. El general
que mandaba las tropas ordenó a estas que hicieran
fuego, pero un suboficial salió de las filas y ordenó
«¡Culatas al aire!», lo que los soldados hicieron inmediatamente
negándose a disparar contra el pueblo. El
general ordenó por vez ‘segunda: «¡Fuego!», y esta
vez fue arrestado. Los cañones quedaron en posesión
de la guardia nacional.
La revolución del 18 de marzo de 1871. El 18 de
marzo, al mediodía, el Comité central de la guardia nacional
mandó a sus unidades que avanzaran hasta el
centro de la ciudad. Hacia las dos, los insurrectos se
habían apoderado ya de la estación de Orléans y de
varios puntos neurálgicos de la capital. Lo cuarteles y
todas las sedes de la administración pública fueron
ocupados inmediatamente. Multitudes populares, conducidas
por los guardias nacionales armados, descendieron
desde las colinas de Montmartre y Belleville y
se dirigieron hacia el centro de París, en el que convergían
también los obreros del barrio de Saint-Antoine.
Los escuadrones de la gendarmería enviados contra
el pueblo fueron descalabrados.
El gobierno, agarrotado por el pánico, se había
refugiado primero en el edificio del Ministerio de Asuntos
Exteriores, y luego huyó a Versalles. Despavorido
en su carroza, que salía a toda prisa de la ciudad, rodeado
por los dragones de la escolta, asomaba Thiers
la cabeza en todo momento gritando: «¡De prisa!, ¡mas
de prisa!».
Por orden de Thiers, el ministro de la Guerra y
los residuos del ejército regular fueron evacuados a
Versalles. donde habían de ser concentradas todas las
fuerzas armadas que Thiers quería volcar contra el
París revolucionario. Por la noche, la guardia nacional
había ocupado todos los edificios estatales. La bandera
roja fue izada sobre el Hótel de Ville y sobre el Ministerio
de la Guerra.
Así fue cómo el 18 de marzo de 1871 quedó
ligado París a la primera revolución proletaria del mundo.
El poder estaba entre las manos del Comité central
de la guardia nacional.
La falta de un partido revolucionario fuerte y unido,
capaz de dirigir la lucha, se notó desde los primeros
instantes de la revolución.
El Comité central de la guardia nacional no hizo
nada para impedir que Thiers sacase de París las fuerzas
regulares y se las llevase a Versalles. Este comité
incurrió además en el error de transmitir inmediatamente
el poder a otro organismo. declarando que sus poderes
solamente eran válidos hasta que se celebrase la
elección de un Consejo de la Comuna de París, es decir,
de un organismo de administración municipal de la ciudad.
Temeroso de que se le acusase de «usurpar el
poder», el Comité central perdió un tiempo precioso
organizando las elecciones de la Comuna. Durante todos
estos días, la guardia nacional permaneció inmóvil,
cruzada de brazos, cuando lo que debía haberse
hecho era dirigirse cuanto antes hacia Versalles para
aplastar el centro de la contrarrevolución mientras el
gobierno de Thiers no hubiese tenido tiempo aún de
organizar sus fuerzas.
La proclamación de la Comuna. Las elecciones
para el Consejo de la Comuna tuvieron lugar el 26 de
marzo. Constaba de ochenta y cinco miembros, veintiuno
de los cuales eran electos de los barrios burgueses,
que pronto se declararon enemigos de la Comuna
y se retiraron del Consejo. Cerca de la mitad de los
demás eran obreros, y los restantes intelectuales con
ideas democráticas (empleados, profesores, médicos,
periodistas, etc.). El Consejo de la Comuna era, por lo
tanto, un conglomerado de representantes de las masas
populares de París, hallándose la dirección del
movimiento en manos de los obreros. El 28 de marzo
tuvo lugar la proclamación del nuevo poder, que adoptó
la denominación de Comuna de París. El pueblo de
la capital celebró este acto con solemnidad y grandeza.
En presencia de una muchedumbre inmensa, que
había invadido la plaza del Hótel de Ville, el Comité
central de la guardia nacional declaró que su mandato
había caducado y entregó sus poderes al Consejo de
la Comuna. Todos los espectadores saludaron este
acontecimiento con los gritos de «¡Viva la Comuna!».
LA COMUNA DE PARÍS
La Comuna, tipo nuevo de Estado, modelo del
poder soviético. La Comuna de París no podía utilizar
el viejo aparato estatal burgués, adaptado a la opresión
de las masas trabajadoras. Después de la revolución
del 18 de marzo, una parte de los funcionarios
habían huido a Versalles, y los que quedaban en París
acogieron la noticia del nacimiento del nuevo régimen
con el sabotaje. Empleaban todos los medios de que
disponían para impedir que el Consejo de la Comuna
organizase la administración de París contra los
versalleses. Este sabotaje, especialmente grave por sus
179
Material de Apoyo Historia Universal I
repercusiones en los ferrocarriles, demostró hasta la
saciedad a los sublevados que había que quebrar el
sistema estatal burgués. La primera tarea importante
que se planteó la Comuna fue, por lo tanto, la de crear
un nuevo aparato estatal que, en la menor cantidad de
tiempo posible, debía sustituir al antiguo.
Empezó su tarea por el ejército. El primer acto
legislativo de la Comuna fue un decreto por el que se
abolía el viejo ejército sustituyéndolo por la guardia
nacional.
El Consejo de la Comuna, electo por sufragio
universal, pasó a ser el órgano supremo del Estado.
Cada miembro de él podía ser revocado de su mandato
por sus electores si no daba muestras de haber
merecido la confianza que se le hacía. Las leyes eran
promulgadas por el Consejo de la Comuna, que creó
diez comisiones (de finanzas, de abastecimientos, de
seguridad pública, etc.), con la función de poner las
leyes en vigor. Estas comisiones tenían que dar cuenta
de su actividad a ]a Comuna. Las presidían los miembros
del Consejo, quienes se encargaban de aplicar
personalmente las leyes. Así es que el Consejo de la
Comuna controlaba directamente tanto el poder legislativo
como el ejecutivo.
Los funcionarios públicos percibían una paga
igual al salario medio de los obreros. A la antigua policía,
que había sido suprimida, la habían sustituido por
obreros armados que aseguraban el orden en la ciudad.
La Iglesia fue separada del Estado, la Comuna la
dejó sin la ayuda económica de que anteriormente gozaba
por parte del gobierno, y se encargó por sí misma
del registro de bodas, nacimientos y muertes; suprimió
la enseñanza del catecismo en las escuelas y transformó
en clubs populares una gran parte de las iglesias y
conventos.
La Comuna se apoyaba para su actividad en los
obreros y las organizaciones de masa de las clases
trabajadoras, en los sindicatos profesionales y en los
clubs revolucionarios. Los obreros aportaron la máxima
ayuda a la Comuna. Las mujeres, por otra parte,
habían participado con suma eficacia en la defensa de
París contra Versalles. Hasta hubo mi batallón femenino
bajo las órdenes de Luisa Michel, una profesora.
Toda la actividad de la Comuna evidenció que
ella representaba un tipo nuevo de Estado, un Estado
proletario. La Comuna de París fue la primera tentativa
de dictadura del proletariado. Ha servido de prototipo
al poder soviético.
La política social y económica de la Comuna.
Solamente fueron 72 días los que vivió la Comuna de
París, y durante esta temporada más bien breve hubo
de sostener una lucha sin piedad contra los versalleses,
lo que la privó de toda posibilidad de concentrar su
atención y su interés en las medidas que había de desarrollar
el Estado proletario, medidas de reorganización
de la economía nacional y de mejora de las condiciones
de vida de las masas trabajadoras. Pero lo que
pudo hacer, pese a tanto inconveniente, demuestra a
las claras el cuidado que puso en servir a los obreros.
Todas las empresas cuyos propietarios habían
huido de la capital pasaron a manos de los obreros. La
Comisión del Trabajo, formada por la Comuna, regulaba
la producción y se ocupaba de colocar a los parados.
En los talleres cuyos patronos no habían huido, la
Comuna había establecido un control fijando los salarios.
El Consejo de la Comuna había promulgado un
decreto que prohibía a los propietarios de empresas el
recurso a las multas. Se devolvió a los ciudadanos pobres
los objetos que tenían empeñados en los montes
de piedad y se dio una moratoria para el pago de los
alquileres. Se sacaba a los obreros de sus sótanos
húmedos y lóbregos para fijar sus residencias en las
mansiones de los ricos que habían huido a Versalles.
La Comuna introdujo por decreto la instrucción
obligatoria y gratuita y abrió nuevas escuelas. Elaboró
un plan de guarderías que debían cuidar de los hijos
de las obreras.
Las masas trabajadoras sostenían la Comuna y
la defendían con entusiasmo. En un abrir y cerrar de
ojos se crearon multitud de sindicatos, de clubs, de organizaciones
femeninas y toda suerte de otras instituciones
de masa destinadas a los trabajadores.
La Comuna y los campesinos. La Comuna no
comprendía claramente la importancia de la alianza de
las masas trabajadoras de París con los campesinos,
aunque no dejó de realizar ciertas tentativas encaminadas
a atraerse la simpatía de los agricultores de provincias.
Al oeste y al sur de París los versalleses cercaban
la capital. Al norte y al este el ejército alemán acampaba
bajo los muros de la capital, conforme a las cláusulas
del armisticio. Rodeada así por el enemigo, desprovista
de toda posibilidad razonable de comunicar
con el resto del país, la Comuna de París trató, no obstante,
de dirigirse a los habitantes de las zonas rurales.
Así fue como una de las llamadas publicadas en el órgano
oficial de la Comuna expresaba el convencimiento
de que «la provincia se uniría a la capital». La Comuna
imprimió cien mil ejemplares de un llamamiento
a los campesinos que firmaban «los obreros de París
».
«Lo que París quiere es dar la tierra a los campesinos,
los instrumentos de trabajo al obrero, y trabajo
a todos», declaraba este manifiesto. Esta proclamación
fue distribuida mediante el lanzamiento de globos
que volaban sobre los pueblos, pero la Comuna no hizo
más intentos para unir a su causa al campesinado.
La Comuna no logró la fusión de los obreros y
campesinos pobres por varias razones, en primer lugar
porque el proletariado francés no tenía un partido
auténticamente revolucionario que pudiese comprender
la importancia de tal fusión y realizarla. Los
180
Material de Apoyo Historia Universal I
contrarrevolucionarios emprendieron una vasta campaña
de propaganda entre los campesinos para que
se enemistasen con los obreros. Los curas de los pueblos
fueron los propagandistas más eficaces y más
contrarrevolucionarios con que contó la reacción en el
campo.
La revolución de París suscitó un amplio movimiento
revolucionario en provincias. Se crearon comunas
en Lyón, Marsella, Toulouse, Creusot, y muchas
ciudades más. Pero, al no poder establecer contacto
directo entre sí, ni con París, las fuerzas de la contrarrevolución
las aplastaron rápidamente.
Los militantes de la Comuna. La Comuna dio fe
de las cualidades organizativas de gran número de sus
miembros provenientes de la clase obrera. Uno de sus
más egregios representantes fue el obrero Varlin, jefe
de los servicios de abastecimiento y miembro de la
Comisión militar. Varlin nació en una familia campesina
pobre. A los trece años llegó a París, donde entró de
aprendiz con un encuadernador. A pesar de su trabajo,
que oscilaba entre las 12 y las 15 horas diarias, aún le
quedaba tiempo para leer e instruirse. A los dieciocho
años era ya un miembro de los más activos del movimiento
obrero, organizando huelgas, sindicatos, cajas
de ayuda mutua de los trabajadores y cooperativas
obreras.
Varlin se convirtió muy pronto en uno de los
miembros dirigentes de la I Internacional francesa. Fue
arrestado en dos ocasiones, pero la cárcel no logró
quebrantar su energía.
Otro obrero, un joyero húngaro llamado Frankel,
dirigía la comisión del trabajo; el grabador Teisse tuvo
a su cargo la dirección de los Correos. Miles y miles de
proletarios ocuparon por este procedimiento los puestos
dirigentes de la administración de París y de la guardia
nacional. Eugenio Pottier, autor de «La Internacional
», el himno del proletariado, era también un
communard.
Entre los miembros de la Comuna, eran muchos
los trabajadores intelectuales. El polaco Yaroslav
Dombrowski, que provenía de una familia de la pequeña
nobleza polaca, llamó la atención, por sus dotes
militares. Perseguido en su país natal por sus ideas
democrático-revolucionarias, había ido a refugiarse a
Francia.
Después de la revolución del 18 de marzo,
Dombrowski ofreció inmediatamente sus servicios de
especialista militar al Comité central de la guardia nacional.
Propuso que las unidades de la guardia nacional
fueran encaminadas sin dilación hacia Versalles
para detener al gobierno y disolver la Asamblea Nacional.
Al encontrarse con la actitud indecisa y vacilante
de los comandantes de la guardia nacional, declaró
Dombrowski: «Estáis miopes! No alcanzáis a ver más
allá de vuestras narices... Tarde o temprano os obligarán
a luchar y entonces será demasiado tarde para
ganar la batalla. Si atacarais Versalles ahora mismo,
os haríais los amos de la situación.» Los acontecimientos
posteriores vinieron a darle la razón.
El mando de uno de los sectores fortificados de
la ciudad fue confiado a Dombrowski, que no tardó
mucho en atraerse las simpatías y la lealtad de la guardia
nacional.
LA DERROTA DE LA COMUNA. IMPORTANCIA
HISTÓRICA DE LA COMUNA
La Comuna en lucha contra los versalleses. Durante
los primeros días que siguieron al 18 de marzo,
el gobierno de Versalles no tenía sino unas pocas tropas,
pero supo sacar partido de la tregua que le permitió
el Comité central de la guardia nacional. Dos semanas
más tarde disponía ya de cerca de 40.000 soldados
que había llevado a Versalles de diversas regiones
de Francia. En abril, el ejército de los versalleses
pasó a la ofensiva y atacó París, que sufrió un bombardeo
ininterrumpido. Los combatientes de la Comuna
lucharon con arrojo, pero les faltaban jefes con experiencia.
En el interior mismo de la ciudad abundaban
los espías y los saboteadores contra los que desde un
principio la Comuna no luchó con la decisión y precaución
de que debía haber dado pruebas. Con gran
tardanza decidió por fin el nuevo régimen proletario la
clausura de los talleres de los periódicos reaccionarios
y la detención de los contrarrevolucionarios. No
se apoderó del Banco del Estado, en el que había
abundantes sumas, y tampoco supo impedir que la
dirección y el dinero de la banca pasaran a Versalles.
Los agentes secretos de Thiers llegaban incluso
a penetrar en el Estado Mayor General de la Defensa
de París. Trataron de asesinar a Dombrowski e hicieron
saltar un polvorín.
«La semana sangrienta» de mayo. Mientras seguían
los combates en las lindes fortificadas de la capital,
los gobernantes franceses firmaban un acuerdo
con Bismarck el 10 de mayo de 1871. Según las cláusulas
de este tratado de paz vergonzoso, dos regiones
francesas, Alsacia y la parte oriental de la Lorena, pasaban
a Alemania, que debía recibir además una reparación
de cinco mil millones de francos-oro.
A pesar de que Alemania saqueaba a Francia
tan inicuamente, la burguesía gala se puso de acuerdo
con las tropas bismarckianas para luchar juntos contra
la Comuna de París. Bismarck temía que Alemania se
abrasase con el mismo fuego de la revolución que tenía
a Francia en llamas. Autorizó a los versalleses a
acrecentar el número de sus tropas, aunque ello fuera
contrario a las cláusulas del tratado. Posteriormente,
liberó a 100.000 prisioneros de guerra franceses, que
Thiers utilizó para lanzarlos contra la Comuna. Bismarck
llegó a autorizar a las tropas de Thiers para que atravesasen
las líneas del frente prusiano y pudiesen así
181
Material de Apoyo Historia Universal I
atacar por el Norte, lugar por donde la Comuna no esperaba
ser hostilizada.
El 20 de mayo, los versalleses emprendieron el
ataque a la ciudad. Un traidor les habla dado a conocer
el punto más débil de la defensa de la Comuna y al
día siguiente, 21 de mayo, los versalleses habían logrado
ya penetrar en la capital. Una lucha violenta,
despiadada, empezó en las calles de París, y el heroísmo
de que es capaz la clase obrera quedó claramente
patentizado. Los communards se batían por cada calle,
por cada casa, por la última pulgada de terreno. Los
héroes de la Comuna sucumbían en esta lucha desigual,
pero no se rindieron. Dombrowski, que se dio a conocer
por sus prodigios de audacia, pereció también en las barricadas.
Fue sobre todo en los barrios obreros donde los
trabajadores se defendieron con mayor empeño. Hasta
las mujeres y los niños luchaban. El París obrero, inundado
por la sangre, alumbrado por las llamas de los incendios,
resistió una larga semana a los enemigos, luchando
sin descanso. Uno de los últimos núcleos de resistencia
fue el cementerio del Pére-Lachai; donde doscientos
communards se habían atrincherado para defenderse
hasta el final. Los versalleses rompieron la verja del cementerio
a cañonazos. Pero los obreros prosiguieron la lucha.
Los supervivientes fueron fusilados contra la tapia del cementerio.
Desde entonces, cada año, los trabajadores de la
capital van al cementerio del Pére-Lachaise; se dirigen a
él en comitiva fúnebre para conmemorar la Comuna de
París junto al «Muro de los Communards».
La última barricada, que resistía en un barrio obrero,
cayó el 28 de mayo. La contrarrevolución había prevalecido.
Aquellas jornadas heroicas de la Comuna en las
calles de París pasaron a la historia con el nombre de
semana sangrienta.
Los versalleses no demostraron ninguna compasión
hacia los vencidos. Las gentes eran fusiladas ante el
menor indicio. Los communards morían con la cabeza
erguida al grito de «¡Viva la Comuna!».
La contrarrevolución se cebó especialmente en los
jefes de la clase trabajadora. Varlin fue exhibido durante
una hora por las calles de Montmartre, atadas las manos
a la espalda. Tenía la cabeza hendida de un sablazo y se
iba desangrando. Cuando este valiente militante de la clase
obrera no pudo seguir avanzando, ni siquiera mantenerse
en pie, fue fusilado.
Treinta mil communards fueron pasados por las
armas sin juicio previo y más de cuarenta mil combatientes
fueron encarcelados o deportados a las colonias, condenados
a trabajos forzados. La mayoría de los deportados
murieron en el exilio, sucumbiendo ante un trabajo
excesivo, a fuerza de privaciones y enfermedades. Las
mujeres sospechosas de haber ayudado a los
communards eran fusilados. Los hijos de los obreros sufrían
el mismo trato; 650 niños fueron detenidos.
Causas de la derrota de la Comuna de París. La
Comuna de París fue la primera revolución proletaria, pero
no culminó en una victoria. En 1871 las condiciones que
hubieran hecho posible el triunfo de la Comuna no estaban
todavía maduras en Francia. El capitalismo francés
no estaba aún más que muy débilmente desarrollado y
Francia era fundamentalmente un país de pequeños burgueses.
No había en ella partido obrero revolucionario, el
único que hubiera podido conducir a los obreros a la victoria
en su lucha contra la burguesía. La mayor parte de
la clase obrera tenía una noción confusa de sus objetivos
y de los medios a que debía recurrir para llegar a ellos.
Faltaban asimismo los sindicatos de masas.
Los numerosos errores que cometió la Comuna se
deben sobre todo a la carencia de un partido obrero revolucionario.
La derrota de la Comuna se explica, finalmente,
por la ausencia de un estrecho lazo de unión entre el campesinado
y los obreros. La Comuna tuvo que luchar en
condiciones muy duras porque su poder no iba más allá
de las puertas del París asediado por los
contrarrevolucionarios.
Alcance histórico y deducciones aprovechables de
la Comuna de París. La Comuna de París no duró mucho
tiempo, pero ello no obsta para que ejerciera una notable
influencia en la lucha de la clase obrera en todo el mundo.
“...Dio un nuevo ímpetu al movimiento socialista de
toda Europa, demostró la fuerza de la guerra civil... La
Comuna enseñó al proletariado europeo la forma de plantearse
concretamente los problemas de la revolución socialista
».
La Comuna enriqueció la experiencia de la lucha
revolucionaria del proletariado. Demostró palmariamente
la necesidad de quebrar la máquina estatal
burguesa, sustituyéndola por otra más adecuada a las
nuevas condiciones; probó asimismo el papel decisivo
que representan la dictadura del proletariado y la alianza
de las clases obrera y campesina en la contienda por
la instauración del socialismo. La Comuna demostró,
en suma, que únicamente el proletariado, dirigido por
un partido auténticamente revolucionario, puede vencer
a sus enemigos.
Posteriormente, el partido de los bolcheviques
supo sacar provecho de las lecciones históricas deducidas
de la Comuna de París, en su lucha por la victoria
de la revolución socialista en la U.R.S.S.
182
Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El Alumno comprenderá los movimientos de Independencia latinoamericanos.
Contenido temático
América Latina y el Caribe: de las revoluciones de independencia a la construcción del Estado-Nación
y el surgimiento de nuevos vínculos de dependencia.
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaicuatro
I. Lectura y análisis
Instrucciones
Lee el siguientes texto.
1. Elabora un esquema utilizando las informaciones de tiempo, lugar y personajes: ¿Quién?, ¿Dónde? y
¿Cuándo?
2. En una serie de dos mapas de América ubica la división política antes y después de la independencia
3.- Elabora un esquema explicando los acontecimientos europeos entre 1776 y 1808, considerando los
intereses de Francia, España e Inglaterra.
4.- ¿Cuáles fueron los efectos de esos acontecimientos en el proceso de independencia de los distintos
países americanos?
183
Material de Apoyo Historia Universal I
EL IDEAL DE LA LIBERTAD
Al iniciarse el siglo XIX, el imperio español americano
estaba dividido en cuatro virreinatos: desde el siglo XVI,
el de Nueva España (1535) y el de Perú (1544), los
más antiguos, y desde el siglo XVIII, Nueva Granada
(1740) y el del Río de la Plata (1776); cuatro capitanías
generales: la de Guatemala, la de Venezuela, la de Chile
y la de La Habana. Las divisiones territoriales de estas
entidades administrativas eran bastante vagas. Tenían
como antecedente los habitat de los indios
precolombinos, las conquistas del siglo XVI, las
mercedes concedidas a los pobladores, los ajustes
ocasionados por las vicisitudes demográficas y los
cambios en la política de la Corona. Con el Tratado de
Madrid (1750) quedaron establecidos formalmente los
limites entre las colonias portuguesas y las españolas,
materia de controversia desde que el Papa Alejandro
VI repartió el mundo en 1493. En 1763, la corona
portuguesa convirtió sus colonias americanas en un
virreinato, con capital en Río de Janeiro.
Los cambios en la frontera norte de Nueva España,
a fines del siglo XVIII, fueron numerosos. La
pérdida de la Florida, la cesión de la Luisiana y el avance
de norteamericanos por las provincias de Tejas,
Coahuila, Sonora y California, dieron lugar a complicadas
negociaciones que España trató de aclarar por
el Tratado de Onís (1819).
Aunque jurídicamente todo el Continente tenía
dueño, de hecho había enormes regiones vírgenes.
Por los abundantes testimonios de exploradores y viajeros
de fines de la época colonial, es posible darse
cuenta del aislamiento en que vivían la mayor parte
de las comunidades americanas.
Desde fines del siglo XVIII los criollos españoles
empezaron a llamarse americanos para distinguirse
de los peninsulares, generalmente funcionarios
importantes, comerciantes ricos y altos dignatarios
eclesiásticos. Los criollos, ilustrados y en su mayoría
ricos terratenientes, resentían la preferencia dada a
los peninsulares en los puestos de más prestigio y provecho
del gobierno colonial. Dominaban a los mestizos,
nueva clase social que se formó de la mezcla de
indios y españoles; también a las castas, otro grupo
de complicadísima composición racial, y a los indios,
la raza autóctona, generadora involuntaria de la sociedad
colonial. En Brasil, Venezuela y las islas Antillas,
y en general en las haciendas y plantaciones de
productos tropicales, los criollos poseían esclavos negros,
y su posición social, al iniciarse el siglo XIX, era
brillante. Eran ricos, cultos, oficiales de las milicias y
estaban enterados de los avances del pensamiento
liberal francés e inglés.
Conviene señalar, sin embargo, que estos criollos
atentos a los acontecimientos europeos formaban,
en realidad, minoría. Asimismo, que las clases sociales
coloniales varían mucho en su composición racial
según la región de que se trate. En Nueva España,
constituían el grueso de la población los indios, así
como en el Alto Perú. En la Audiencia de Quito, en
Nueva Granada y en Paraguay, había también mayor
número de indios que mestizos o blancos. En otras
regiones, como la Provincia de Buenos Aires predominaban
los criollos y mestizos.
En general, los indios vivían en el campo, diseminados
en pueblecitos y rancherías, apartados de los
grandes centros de población. En las ciudades residían
las autoridades españolas coloniales, los- arzobispos
y obispos, los comerciantes y la plebe mestiza.
Las diferencias de origen racial y las ocupaciones
de la población colonial tuvieron enorme importancia
en la lucha por la emancipación, pues la incitación
para rebelarse contra el dominio peninsular nació
de muy variados apetitos en los diversos grupos sociales.
Es difícil conocer el monto de la población de la
América española. Se supone que en 1810 habría de
diez a dieciocho millones de habitantes.
El pensamiento de independencia en el período
1800-1810. No cabe duda de que las reformas del
despotismo ilustrado, iniciadas en la segunda mitad
del siglo XVIII, descubrieron nuevos horizontes a los
criollos emprendedores, principalmente en el campo
económico y en el conocimiento de las nuevas formas
de gobierno político. Asimismo, conmovieron a
los grupos ilustrados de Hispanoamérica las noticias
sobre la independencia de los colonos ingleses y, unos
años después, el triunfo de la Revolución Francesa.
El gobierno español trató, ya a fines del siglo,
de reprimir con la mas estricta vigilancia la discusión
de temas políticos que había tolerado en las colonias.
Revivió la actividad de la Inquisición y ordenó que se
persiguiera a quienes leían autores extranjeros prohibidos;
condenó las reuniones en que se comentaban
los acontecimientos y persiguió a los sospechosos de
adhesión a las ideas revolucionarias.
Para evitar que trascendiera la difícil situación
en que se encontraba España en la pugna internacional,
se rodearon de misterio los preparativos de de-
HISPANOAMÉRICA A COMIENZOS DEL SIGLO XIX
Maria del Carmen Velásquez
Tomado de: Hispanoamérica en el siglo XIX. México, Editorial Pormaca, 1965, páginas 5-37.
184
Material de Apoyo Historia Universal I
fensa de las colonias y las providencias que se tomaron
para allegarle socorros a la amenazada Metrópoli.
Cuando en los bandos, o en algunos otros documentos
destinados a informar al público, se mencionaban
las hostilidades con Francia o Inglaterra, se las calificaba
de pérfidos enemigos, herejes y desafectos a
las instituciones tradicionales.
Al comenzar el siglo XIX, cada incidente de las
guerras napoleónicas llenaba de curiosidad y de inquietud
a los criollos americanos. No se sabía bien lo
que estaba pasando, y por esto mismo crecía la excitación
y aumentaban las discusiones a sotto voce sobre
la diversidad de intereses de las colonias y la Metrópoli.
No había una clara idea de si Napoleón libertaba
o subyugaba a los pueblos de Europa, pero, en el
clima de opiniones e informaciones encontradas, se
empezó a vislumbrar la posibilidad de desembarazarse
del dominio español y de empezar una nueva vida
americana. En verdad tampoco estaba claro si la independencia
sería para conservar la monarquía o para
repudiarla. Como quiera que fuese, la situación europea
daba ocasión para que los pensadores americanos
repasaran el ideario político liberal y propusieran
cambios y reformas.
La rebelión esclavista y la independencia de
Haití. Algunos acontecimientos muy sonados en Hispanoamérica
prepararon a los criollos para enfrentarse
con resolución a la crisis que resultó de la invasión
de las tropas francesas en España y de la retirada de
la familia real a Bayona (1808).
A consecuencia de la declaración de igualdad
de derechos para todos los franceses, formulada por
la Asamblea Nacional en 1791, la pequeña colonia francesa
de la isla de Santo Domingo entró en el mayor
desorden. Allí la población negra esclava era mucho
más numerosa que la población blanca, dueña de fincas
de café, azúcar, índigo y algodón. Los negros exigían
la libertad que tan intempestivamente les concedía
la Asamblea. Hubo levantamientos rápidamente
castigado con la pena de muerte y luego, como reacción,
una terrible rebelión negra. La esclavitud fue abolida
en 1794, pero la situación se complicó por las
ambiciones de ingleses, españoles y norteamericanos
por la posesión y explotación de la isla. El primer jefe
popular insurgente, Toussaint L’Ouverture, fue sacrificado
a la conveniencia de los planes de Napoleón,
quien quería usar la isla como base de operaciones
para atajar el tráfico inglés y, por tanto, no podía permitir
un gobierno independiente nacional. La expedición
del general Leclerc, que llegó a pacificar la colonia
en 1802, sembró el terror entre los negros, pero no
pudo resistir el malsano clima tropical, ni el abandono
del propio Napoleón. En 1804 Jean Jacques
Dessalines declaró independiente la porción francesa
de la isla, y le dio el nombre de Haití.
El saldo de diez años de rebeliones,
persecusiones y guerra fue la ruina de los ingenios de
azúcar y el éxodo de los blancos. Estos llegaban a las
costas de Venezuela y a las de las otras Antillas contando
los horrores de la rebelión negra y del gobierno
popular. Se dolían de la destrucción de la riqueza y de
la revuelta social y, espantados, se proclamaban contra
la anarquía que había resultado del deseo de conseguir
independencia y libertad.
Intentos de invasión en Río de la Plata. En 1806,
los ingleses atacaron el puerto de Buenos Aires en el
virreinato del Río de la Plata, como ofensiva contra los
aliados españoles de sus enemigos franceses. El 27
de julio desembarcaron el comodoro Home Popham y
el general Guillermo Carr Beresford en territorio español.
La ciudad estaba desprovista de defensas, pero
para sorpresa de los ingleses, que ya se sentían dueños
del virreinato, del otro lado del Río de la Plata, de
Montevideo, llegó el socorro. Y anduvieron los patriotas
tan diligentes y atinados que obligaron a los ingleses
a desalojar el puerto. Santiago Liniers y Martín de
Alzaga reunieron a los patriotas para seguir preparando
la defensa de las dos ciudades. Pidieron inútilmente
socorro a España y, viéndose desamparados por la
Metrópoli, activaron de tal manera los preparativos que
al año siguiente tenían ya las milicias bien organizadas
y pudieron, con éxito, rechazar el nuevo intento de invasión
inglesa. Santiago Liniers, héroe de la defensa,
fue premiado con el cargo de virrey del Río de la Plata
y los patriotas felicitados por su devoción a la corona
española.
La expedición libertadora de Miranda. El mismo
año de 1806 del ataque inglés a Buenos Aires, don
Francisco de Miranda desembarcó en Coro, en la costa
de Venezuela, su tierra natal. Venía al frente de lo
que él llamaba una expedición libertadora. Miranda es
considerado el gran precursor del movimiento de independencia.
Salió muy joven de Venezuela. Vivió en
diversas partes de Europa, siempre como personaje
importante. Intrigaba y agitaba en los círculos políticos
europeos, pues estaba persuadido de que la hora
para la emancipación americana había llegado. El ideario
político liberal, la decadencia de España, la ambición
de Francia y de Inglaterra por posesionarse de la
riqueza colonial española, el gran adelanto de las colonias,
todo le parecía a él propicio al movimiento libertador
en América. Hacía propaganda de la independencia
con planes de confederaciones, constituciones,
mapas y proyectos de todas clases. Halagaba
a los ingleses proponiéndoles negocios ventajosos
en América. Conspiraba en logias masónicas. Fundó
después una en Londres, la Logia Lautaro, en donde
se reunieron muchos hispanoamericanos insurgentes,
y por fin en 1806 consiguió los medios para armar dos
buques tripulados por mercenarios, quienes iniciarían
el movimiento libertario en Venezuela. El fracaso más
185
Material de Apoyo Historia Universal I
rotundo siguió al desembarco. El pueblo huyó de sus
libertadores y Miranda tuvo que reembarcarse para
salvar los restos de la expedición. Pidió ayuda al presidente
Pétion de Haití, y al año siguiente, intentó un
nuevo desembarco también desastroso. Lo que se
recuerda como positivo de estas expediciones es la
imprenta que Miranda dejó abandonada en Coro, en
1806 y que después usaron los insurgentes para su
propaganda.
El resultado de estos acontecimientos en el Continente
y de algunas rebeliones abortadas, como la de
Antonio Nariño, fue el despertar de la curiosidad popular,
mayor agitación entre los criollos y el estado de
alerta de las autoridades. También se dieron a la reflexión
muchos simpatizadores teóricos de la nueva
filosofía política, quienes se dieron cuenta de los peligros
y las consecuencias que traería querer trastornar
o romper con el orden establecido. Una corriente de
fidelismo se dejó sentir en las sociedades coloniales,
como reacción a los primeros movimientos subversivos.
Intereses europeos y norteamericanos En vísperas
de las guerras de independencia, para los fines
de este panorama general de Hispanoamérica, hay
que mencionar, siquiera brevemente, otras cuestiones
no menos importantes y trascendentales aunque tocaran
de lejos a los americanos.
La política de Inglaterra, señora de los mares
desde la toma de La Habana (1762), y la de Francia,
ansiosa de consolidar su imperio colonial, fue a fines
del siglo de las luces y principios del XIX mucho más
agresiva que en los anteriores. Estas dos naciones
veían en el Nuevo Mundo el campo en que lograr sus
ambiciones. Desalojarían a España de América, se
apoderarían de los productos tropicales, tales como
los colorantes; cochinilla, índigo, palo del Brasil y de
Campeche; del azúcar, el cacao y el café; de las pesquerías,
de los metales preciosos y de la madera; de
los cueros y sebos para las embarcaciones y asegurarían
los mercados americanos para sus manufacturas:
telas, artículos de fierro, herramientas y maquinaria.
Tanto la política oficial como los intereses particulares
de franceses, ingleses y después la de los norteamericanos
iban decididamente contra España pero
no por eso a favor de los hispanoamericanos. La Gran
Bretaña prometía intervenir, guardando todas las apariencias
de amistad con España, y alguna vez prestó
auxilio a los americanos, más simbólico que real, pero
sólo con el objeto de apresurar la salida de España.
Los criollos racionalistas, inspirados en el pensamiento
y las instituciones inglesas y francesas, que, pensaban,
elaboradas para bien de la humanidad, no previeron
esa “realidad” de la política inglesa. Se olvidaron
de las condiciones muy particulares del desenvolvimiento
histórico de Inglaterra: su condición de isla,
que la impulsó a adueñarse del tráfico marítimo y la
salvó de la destrucción que ocasionaron en el Viejo
Continente las guerras europeas, su riqueza en fierro
y acero y la integración de todos esos factores, que le
permitieron colocarse, entre las naciones europeas,
en ventajosa posición. Se olvidaron de los continuos
ataques de los ingleses al imperio español, a lo largo
del siglo XVIII, y de sus numerosos intentos de colonización.
No tuvieron en cuenta la existencia de una clase
social inglesa, emprendedora y comerciante, que necesitaba
mercados para sus productos.
Ignoraban el poco aprecio que sentían los ingleses
por los colonos de los reinos españoles en
América, y sus complicadas negociaciones diplomáticas
para aislar a España de sus colonias y de los posibles
apoyos europeos. Tampoco supieron interpretar,
los hispanoamericanos, el interés y la simpatía que
los norteamericanos parecían tener por el movimiento
emancipador. Sólo consideraron que Inglaterra, Francia
y los Estados Unidos de América gozaban de bienestar
y progresaban rápidamente, debido a su amor
por el estudio de las ciencias y su adhesión a las luces
de la nueva filosofía política. Comparaban esas tres
naciones con la Metrópoli española y advertían que
allá todo era viejo, atrasado e ineficaz. Los funcionarios
no querían permitir el progreso del pueblo, ni gobernar
de acuerdo con los ideales de la modernidad.
Por tanto, la rebelión de las colonias era justificada.
Consideraron la complacencia con que Inglaterra, Francia
y los Estados Unidos seguían la lucha de los insurgentes
contra España, como una manifestación de
la simpatía con que aquellas naciones, que habían
sabido del atraso y la servidumbre, aprobaban y alentaban
los esfuerzos que hacían otras, para sacudirse
las “cadenas de la sujeción” y tomar por derecho propio
un lugar digno en el concierto de la vida internacional.
4, Las sociedades hispanoamericanas ante
la independencia. Los historiadores americanos están
de acuerdo en que fueron los criollos quienes hicieron
la independencia de Hispanoamérica. Esta revolución
tiene, en sus principios, todas las características
de un movimiento aristocrático. Se inició en los
cabildos integrados por criollos preponderantes, y la
dirigieron los oficiales milicianos que, siendo ricos terratenientes,
habían comprado el grado militar años
antes, como un adorno más a su distinguida posición
social. Los revolucionarios hicieron uso de la propaganda
escrita, que sólo podía llegar a la clase ilustrada.
No fue la independencia, en su iniciación, un movimiento
popular ni de la clase rural. Quizá la única
excepción haya sido el levantamiento popular en México.
En general, fue un movimiento ilustrado de la oligarquía
criolla.
Tuvo además otra complicación, importante por sus
consecuencias: la participación del clero en el
186
Material de Apoyo Historia Universal I
movimiento libertario. Durante el gobierno
colonial, casi siempre se identificaron los
intereses de la Iglesia católica con los de la
corona española. La una era apoyo y
complemento de la otra. Los eclesiásticos
insurgentes tuvieron que tomar una grave
decisión, pues no sólo se rebelaban contra
España, sino contra la alianza de la Iglesia y el
Estado. Resultaron por ello doblemente peligrosos
para España. Los que fueron
aprehendidos durante la guerra recibieron, por
ello, los castigos más ejemplares.
Más o menos hasta 1812 los criollos pudieron
dirigir los acontecimientos nacionales y, por consiguiente,
pudieron manejar a las clases populares. Pero, en
los años siguientes, se escapó de las manos de la
oligarquía criolla el control de las masas ignorantes,
hambrientas y humilladas. La guerra contra España
se complicó entonces con una revuelta social que se
ha prolongado por muchos años.
5. La crisis de la monarquía española y sus
repercusiones institucionales. En 1808 hizo crisis la
inmoral situación de la familia real española. Napoleón
necesitaba cerrar los puertos de la Península ibérica al
tráfico inglés, y no podía confiar en las veleidades
borbónicas. Sonsacó al rey, a la reina y al príncipe
Fernando para que se reunieran con él en Bayona y
allí obtuvo la abdicación de Fernando en favor de su
padre Carlos IV y la de éste a su favor. Napoleón se
comprometió con los Borbones a respetar la religión
católica y la integridad territorial de los reinos españoles.
Por un tratado (5 de mayo de 1808) rápidamente
concluido, Napoleón se apoderó, por lo menos en el
papel, de un vasto imperio.
En España la opinión popular ante estos hechos
fue de alarma e irritación. Empezaron las sublevaciones
populares contra los franceses. Luchaban españoles
contra las tropas de Napoleón en una guerra que
algunos españoles han llamado también, como la de
América, de “independencia”.
Fue una época de emocionante patriotismo, de
gran vehemencia, de odio contra Napoleón y esperanza
en el príncipe Fernando. Hubo hechos de guerra
notables y una gran confusión de principios e ideas.
Para someter a su dominio a España, Napoleón nombró
emperador a su hermano José Bonaparte.
Fernando VII había nombrado una junta de
gobierno al salir de Madrid con destino a Bayona. Esta
junta trató de asumir el mando para luchar contra el
invasor, pero en las provincias se formaron otras juntas,
que también pretendían gobernar la Península. Hubo
desavenencias y rivalidades entre ellas. Las de Castilla,
León y Galicia lograron unirse en una que se llamó Junta
Central Suprema, compuesta de individuos y
representantes de las que ya existían en las provincias.
A ella se unieron después otras de importancia, como
la de Sevilla. Por fin, en septiembre de 1808, se instaló
en Aranjuez esta Junta Suprema Central Gubernativa
del Reino, compuesta de los diputados nombrados por
cada una de las de provincia. Su presidente fue el
antiguo ministro ilustrado de Carlos III, el conde de
Floridablanca, y su propósito inmediato nombrar una
regencia interina y designar los diputados a cortes.
En Portugal —la otra posición de la Península
que Napoleón quería controlar—, el regente Juan no
esperó a ser víctima de la acción rápida y directa del
emperador francés. Con el auxilio de la marina inglesa,
la corte embarcó con destino a Brasil, a donde arribó a
principios de 1808.
Juntas y tentativas de organización autonómica.
A la América española llegaron las noticias de
lo sucedido en España y las reacciones de los americanos
fueron muy parecidas a las de los peninsulares.
¿Quién gobernaría ahora?, se preguntaban. Faltando
el rey, la soberanía volvía al pueblo, decían los miembros
de los ayuntamientos. Pero en las colonias, tenían
el poder los virreyes, los capitanes generales y
las audiencias, quienes difícilmente iban a ceder sus
funciones a los cabildos. La ausencia del rey español
en el trono puso al descubierto la rivalidad y el resentimiento
que había entre los funcionarios peninsulares
y los ricos criollos.
Empezaron a llegar a América los enviados de
Napoleón y los agentes de las juntas provinciales españolas.
Todos en Europa reclamaban el gobierno de
las colonias para sí. Los conflictos de mando se multiplicaban.
Los americanos, fieles a la corona española,
apoyaron a los representantes de las instituciones
mas conservadoras, como la audiencia, a los arzobispos
y obispos, los capitanes generales y a los virreyes.
Los criollos insurgentes convocaron cabildos abiertos
y en ellos nombraron juntas al estilo de las españolas.
Casi todos rechazaron a los afrancesados, enviados
por Napoleón. Los comisionados por las juntas
españolas apoyaron, según sus inclinaciones políticas,
a las juntas locales o a la autoridad tradicional. Algunos,
como Manuel de Goyoneche, en el Río de la Plata
y el Alto Perú, se convirtieron en terribles adversarios
de los insurgentes.
Las juntas nombradas en los cabildos abiertos,
que se convocaron en las principales ciudades de la
América del Sur, daban por razón de la organización
autónoma conservar el reino para Fernando VII y oponerse
a los agentes y comisionados de Francia y España.
En realidad, había en los miembros de todas
ellas el deseo disimulado de desembarazarse del dominio
peninsular. Estas juntas, como en España, tomaron
la dirección de los negocios públicos al deponer
a las autoridades españolas, y empezaron a tomar
providencias para convocar congresos que ela187
Material de Apoyo Historia Universal I
boraran las nuevas leyes del país.
En Montevideo funcionaba una junta local, formada
en 1807 para combatir a los ingleses. Se volvió
a reunir en septiembre de 1808,pero en 1809 cesó en
sus funciones y se sometió a la autoridad del virrey
Hidalgo de Cisneros. Más tarde el héroe nacional, José
Gervasio Artigas, organizó otra para oponerse a Elio,
gobernador español.
En Buenos Aires el cabildo abierto formó en 1809 una
junta sumisa a la autoridad peninsular; pero el 25 de
mayo de 1810, los jóvenes ilustrados porteños
depusieron al virrey Cisneros y asumieron el mando.
A la llegada del comisionado de la Junta de Sevilla,
José Manuel de Goyeneche, a Chuquisaca, en el Alto
Perú, se suscitó un conflicto entre los oidores, que no
quisieron someterse a su autoridad, el presidente de la
audiencia y el arzobispo. Éstos estaban dispuestos a
avenirse a los planes del comisionado. Goyeneche
intrigaba con todos, pues secretamente se había hecho
partidario de los planes de la princesa Carlota Joaquina,
esposa del regente Juan de Portugal. Ella creyó que
podría apoderarse de las colonias españolas. Le
parecía que, en ausencia de su hermano Fernando VII,
a ella le correspondía gobernar en América. Goyeneche
siguió su viaje al Perú sin que las disenciones en
Chuquisaca se hubieran resuelto. Los oidores
sublevaron al pueblo, que atacó al presidente de la
audiencia al grito de “¡Viva Fernando VII!” Éste fue
hecho prisionero y los oidores quedaron en libertad de
combatir a los sublevados. En La Paz, el 16 de julio de
1809, antiguos conspiradores, entre los que figuraban
Pedro Domingo Murillo y el cura José Antonio Medina,
se sublevaron contra el intendente y el arzobispo, convocaron
un cabildo abierto y organizaron una Junta
Tuitiva. En la proclama que apareció poco después
enumeraban sus agravios contra España y los
peninsulares. Asimismo conjuraban a los paceños a
aprovechar el momento para sacudirse el yugo de tres
siglos de dominio colonial. Los insurgentes, sin
embargo, no tenían muchos recursos ni mucha popularidad.
Cuando se supo que Goyeneche volvía, al mando
de un regular contingente militar, los insurgentes
empezaron a desbandarse. Murillo fue hecho prisionero
y Goyeneche logró sofocar fácilmente la rebelión con
lujo de crueldad. La mayor parte de los patriotas fueron
condenados a muerte. Antes de ser sacrificado, Murillo
exclamó: “La tea que dejo encendida nadie la podrá
apagar”.
A Santiago de Chile llegaban las noticias con
bastante retraso. En septiembre de 1808, el capitán
general supo lo que pasaba en España; mandó entonces
jurar fidelidad a Fernando VII y reconoció como
legítima la autoridad de la Junta de Sevilla. Después
llegaron a Santiago las noticias sobre los levantamientos
de La Paz y Chuquisaca, con lo que los criollos
empezaron a alborotarse. Cuando llegó la noticia de
la Revolución de Mayo en Buenos Aires, el capitán
general, García Carrasco, se mostró inhábil para mantener
el orden público. Mandó abrir un proceso contra
los sospechosos de tener ideas revolucionarias y los
desterró, con el propósito de amedrentar al vecindario.
Los criollos de Santiago se indignaron, hicieron
que los procesados volvieran a la capital y pidieron
que se convocara un cabildo abierto, el 11 de julio de
1810. El 16 exigieron a García Carrasco que renunciara
a su cargo y, por fin, el 18 de septiembre, en otro
cabildo abierto, obtuvieron la dimisión del capitán general
y formaron una Junta que gobernaría en nombre
de Fernando VII.
En Nueva Granada, fracasaron los intentos de
Nariño por organizar una junta gubernativa, lo mismo
que los de Rosillo y Cadena en los llanos de Casanare.
Después, los criollos de Socorro y de Bogotá decidieron
tomar la iniciativa. El 20 de julio la multitud se juntó
ante el palacio del virrey y pidió un cabildo abierto. El
virrey Amar lo concedió y en él se formó la Junta Suprema
de Santa Fe, que depuso inmediatamente al
virrey. Los insurgentes redactaron un acta en la cual
hacían constar que reconocían los derechos de Fernando
VII y desconocían la autoridad del Consejo de
la Regencia establecido en la Península. Dieron una
nueva división administrativa al virreinato y convocaron
a cortes generales. La Junta de Bogotá tuvo poca
fuerza para reunir a todas las provincias bajo su gobierno
y desde muy al principio empezaron las rivalidades
entre las diversas provincias.
En Venezuela los caraqueños expulsaron a los
comisionados franceses y juraron fidelidad a Fernando
VII. El 1º de abril de 1810 declararon al capitán
general, Emparan, que no estaban conformes con su
gobierno, y éste dejó al punto el mando. Formaron una
Junta Suprema, la cual envió comisionados a las provincias
para pedir el reconocimiento a las nuevas autoridades,
así como una misión a Londres compuesta
de Simón Bolívar, Luis López Méndez y Andrés Bello,
para hacer propaganda a la insurgencia y solicitar ayuda.
El 2 de marzo de 1811, se reunieron en Caracas
cuarenta y cinco diputados de las provincias y el 5 de
julio declararon la independencia absoluta de Venezuela.
A fines de 1808, el marqués de Selva Alegre,
Juan Pío Montúfar, de la presidencia de Quito, reunía
en su casa, a escondidas de los funcionarios peninsulares,
a los que querían aprovechar la oportunidad de
los disturbios peninsulares para separarse de España.
Las reuniones fueron descubiertas y los conspiradores
dispersados. En agosto de 1809 volvieron a las
andadas y, ya mejor organizados, formaron una Junta
Soberana, la cual destituyó al presidente de la Audiencia.
Pero en cuanto se tuvieron noticias en el Perú de
la revolución criolla de Quito, el virrey envió fuerzas
militares que obligaron a capitular a la Junta, en octu188
Material de Apoyo Historia Universal I
bre de 1809. Siguieron después los levantamientos y
las represiones, tanto en Quito como en Guayaquil, y
las luchas de los partidos políticos.
Como se ve, en las principales ciudades de la
América del Sur hubo levantamientos importantes. No
todos corrieron con igual fortuna. En las regiones de
la costa del Atlántico (Buenos Aires, Venezuela, Colombia),
el movimiento emancipador cobró mayor ímpetu
que en las del litoral del Pacífico. Cuando hubo
pasado la época de la “patria boba”, como llamaron
en Nueva Granada a los primeros años de independencia,
o la “patria vieja”, como fue nombrada en el
Uruguay y Chile, los dos grandes libertadores, José
de San Martín y Simón Bolívar, comprendieron que
para tener éxito debían marchar contra el Perú, la colonia
más antigua y la más rica del imperio español
americano. Iniciaron sus campañas en las regiones
orientales del Continente y penetraron penosamente,
como los primeros conquistadores españoles muchos
años antes, atravesando increíbles distancias con la
mira puesta en el núcleo de la resistencia realista.
En la Nueva España el movimiento popular surgió
en las ricas y prósperas intendencias del Bajío. En
1808, había habido conflicto entre los criollos, que
querían formar una junta, el virrey y los peninsulares
reaccionarios. En el Ayuntamiento se planteó el problema
de la ausencia del rey Fernando VII, la reversión
de la soberanía en el pueblo y las pretensiones
de los comisionados españoles y franceses. Los peninsulares
y los eclesiásticos de la capital obraron con
energía ante tantas novedades. Aprehendieron al virrey
Iturrigaray y lo enviaron a España. Desbarataron
los proyectos de los criollos, nombrando un nuevo virrey
adicto a ellos. En 1810 un grupo de conspiradores
de la ciudad de Querétaro organizaron una sublevación.
Estaban comprometidos en ella criollos
milicianos y la encabezaba el ilustre cura de Dolores,
don Miguel Hidalgo. Las autoridades descubrieron sus
intenciones y entonces Hidalgo reunió precipitadamente
al vecindario y dio el grito de independencia, la
madrugada del 16 de septiembre de 1810. Más tarde,
para abordar los problemas de gobierno se formó una
Junta en Zitácuaro, que sólo fungió por corto tiempo.
6. La revolución oligárquica y el patriciado
criollo. Es difícil hacer generalizaciones sobre los cambios
Políticos a que dio lugar en Hispanoamérica la
ausencia en España de Fernando, “el deseado”, pues
cada colonia siguió rumbos distintos. Hay, sin embargo,
coincidencias que permiten formarse una idea de
la manera en que se sucedieron los acontecimientos
de 1810 en adelante.
La primera fase de los cambios políticos fue el
autonomismo. Los partidarios de este arreglo
pretendieron justificarlo, declarando que las
colonias asumían la autoridad y el mando para
poder guardar las provincias hasta el regreso
del rey. Esta situación no significaba cambios
profundos en la forma de gobierno ni en la
estructura social. Se conservaban la
monarquía, los privilegios y la jerarquización
de la sociedad. Los simpatizantes de este
semientendimiento con la península “si bien
querían aflojar los lazos con la Metrópoli, era
para que no se rompieran”. Pero, junto a este
grupo reposado que quería reunir los
congresos “convocando por medio de esquelas
a la parte principal y más sana del vecindario”,
estaba otro, bastante audaz, que quería la
separación de España y la forma republicana
de gobierno. Este fue el propiamente
insurgente.
En cuanto las autoridades Peninsulares fueron
expulsadas de las diferentes provincias, las oportunidades
de los más apasionados y radicales crecieron y
fueron retrocediendo las de los patricios criollos monárquicos.
De momento, al separarse de España, se
perdió toda orientación política. En congresos y asambleas
se elaboraban proyectos, planes y constituciones,
y se discutían interminables cuestiones teóricas
ajenas a la realidad. Poco a poco, se fueron formando
grupos, partidos y sociedades políticas, pues había
necesidad de entenderse y de iniciar el gobierno nacional
de alguna manera. Los partidos políticos emitían
publicaciones aisladas y sacaron algunos periódicos,
cuyos idearios son sumamente interesantes como
primeras manifestaciones de la prensa de propaganda
nacional.
A la confusión interior o regional se añadía la que
España introducía con sus avances y retrocesos, disposiciones
y contradisposiciones. Algunas providencias
de las cortes españolas, como la aquiescencia para
aceptar representantes americanos en su seno, satisfacían
a algunos grupos y les daban esperanzas de
llegar a un entendimiento con la madre patria; pero luego
la actitud de los peninsulares desilusionaba a los
americanos. La constitución de Cádiz, que debía haberse
obedecido en América, disgustó a los más tradicionalistas,
y, en México, por ejemplo, no tuvo más efecto
que avivar las rivalidades de los grupos políticos.
Parecía como si cualquiera orden venida de España
no tuviera más objeto que soliviantar a todos los contendientes.
Más tarde, en 1814, al volver Fernando VII
al trono y desautorizar todo lo dispuesto en su ausencia,
hubo nuevos motivos de controversia y confusión.
El paso de las juntas de gobierno autónomo a gobierno
constituido fue muy penoso y variado. En Argentina,
el primer gobierno nacional fue un Triunvirato; en
Paraguay, un Consulado; en Chile, un Directorio Su189
Material de Apoyo Historia Universal I
premo; en Perú, un Protectorado; en México, un Imperio;
en Bolivia. una República.
7. La declaración de Independencia. Podría
pensarse que la declaración de independencia, en las
diferentes colonias, sería ya un punto de partida seguro
para ir conformando el gobierno nacional. Pero
ésta se hizo en épocas distintas y en circunstancias
muy variadas. Las Provincias Unidas de Venezuela
fueron las primeras que se declararon independientes
de España (1811), pero no fueron de hecho libres sino
hasta que Simón Bolívar entró en Caracas (1821). El
acta de independencia de Argentina se formuló en una
sesión del Congreso de Tucumán (1816) después de
seis años de gobierno autónomo. En otras colonias,
las actas de independencia fueron formuladas al consumarse
la emancipación, y aun se dio el caso de
Paraguay, que vivió hasta el año de 1842 sin declaración
formal de independencia.
Los congresos, convocados por las juntas americanas,
desde luego procedieron a hacer las leyes de
los países, como si ya gozaran de completa libertad e
independencia. Parece tanto más curioso el hecho,
cuanto que en algunos de ellos se hablaba aún de
respetar los derechos de Fernando VII.
Desde luego abordaron los representantes nacionales
la cuestión de la forma del Estado: ¿monarquía?,
¿república federal o central? Y el de la división
de poderes. Los modelos a seguir podían ser las constituciones
de Bayona y Cádiz y lo que se sabía de la de
los Estados Unidos de América. La primera constitución
federal fue la de Venezuela (1811), con la cual no
se pudo gobernar al país. En todos los congresos nacionales
—el de Chilpancingo, el de Tucumán, el de la
Angostura—, los insurgentes trataron de juntar los elementos
tradicionales con los modernos. Sólo en dos
puntos estuvieron de acuerdo: en que la soberanía
residía en la representación nacional —congresos, cortés,
asamblea— y que la única religión del país sería
la católica. En todo lo demás se advierte, en las primeras
constituciones, el compromiso y el eclecticismo.
LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA
8. Las campañas libertadoras y la expansión de la
independencia.
A la época que comprende los años de 1808 a 1824 se
le llama, en la historia de Hispanoamérica, de las
guerras de independencia. Los hechos más relevantes
de estos años y los más estudiados son, sin duda, los
militares. Por una parte, la guerra fue en la América
española casi una novedad. Había habido numerosos
levantamientos y sublevaciones durante la época
colonial. Algunos muy importantes como el de Tupac
Amaru en el Perú, pero una guerra en que se
enfrentaran criollos contra peninsulares, con jefes
americanos a la cabeza, tan extendida y larga, por una
causa que afectó a todas las clases sociales, era una
experiencia desconocida hasta entonces. Fue una
guerra total en que hubo elementos conocidos, es
verdad, como las rebeliones indígenas o los ataques
piratas extranjeros; pero además y fundamentalmente,
pelearon los americanos por defender sus derechos
nacionales, actitud nueva en su experiencia histórica.
Esto dio a la guerra un carácter épico que hizo que se
relegara a un segundo plano el desenvolvimiento
político-social que la engendró y que le dio substancia
y aliento para lograr, al fin, la victoria. Por otra parte
sólo la acción bélica pudo libertar a los americanos del
gobierno español.
En los primeros años del movimiento
emancipador, los españoles “realistas” tuvieron todas
las ventajas: la disciplina, el equipo y el hábito del
mando. Poco a poco, empezaron a hacerse soldados
los antiguos oficiales milicianos criollos. Surgieron los
jefes populares y las masas indigentes engrosaron las
filas de uno y otro bando. La guerra tuvo numerosas
altas y bajas. España sólo envió una gran expedición,
la del general Pedro Morillo a Venezuela, para someter
a los sublevados. A otras colonias llegaron algunos
regimientos que dieron el triunfo a los realistas sólo
pasajeramente. Las ofensivas y contraofensivas fueron
a veces muy violentas. El mando del gobierno en manos
militares dio ocasión a medidas extremadamente
severas.
En los últimos años de la guerra la situación era
ya muy distinta. Muchos escritores la han descrito como
una lucha civil que había perdido su carácter de guerra
nacional.
José de San Martín. En la América del Sur hay
dos figuras epónimas: Simón Bolívar y José de San
Martín. Este último, argentino, militar de carrera, que
había hecho la guerra en España y Francia, llegó a
Buenos Aires en 1812. En esos meses los insurgentes
porteños estaban muy necesitados de militares
capaces. Volvía San Martín a América enamorado de
las ideas revolucionarias, decidido a “sacrificarlo todo
en aras de la libertad de la tierra nativa”. Así como el
ataque por sorpresa fue el recurso más importante en
el éxito militar de Bolívar, la organización y la previsión
fueron las características de la estrategia de San Martín.
Empezó por crear y disciplinar un regimiento de
granaderos de caballería. A oficiales y soldados
exigía una entrega absoluta a la tarea de
libertar la América española. La minuciosidad
con que preparó su ejército y su proceder
independiente de las autoridades políticas de
Buenos Aires, fueron las que le dieron el éxito.
La primera acción de guerra en donde probó sus
nuevos cuerpos de caballería tuyo lugar en San
Lorenzo, sobre la margen derecha del río Paraná, en
febrero de 1813. Impidió que desembarcaran los espa190
Material de Apoyo Historia Universal I
ñoles que intentaban sorprender y capturar la ciudad
de Buenos Aires. Después recibió orden de someter a
las provincias rebeldes del Paraguay y del Alto Perú.
Éstas estaban en la “ruta de tierra” que ligaba Buenos
Aires con Lima. Los fracasos de los porteños, en las
diferentes campañas que emprendieron para
apoderarse de ese camino, hizo pensar a San Martín
que el ataque al rico virreinato peruano tenía que ser
por otra ruta. Concibió entonces la idea de la formación
del Ejército dc los Andes. “Un ejército pequeño y bien
disciplinado en Mendoza, puede trasponer los Andes,
ir a Chile y terminar allí con los godos. Esto pondría fin
a la anarquía que allí reina. Aliadas nuestras fuerzas,
podríamos trasladarnos por mar hacia Lima. Recién
entonces pondríamos fin a la guerra”. Para llevar a cabo
su plan, se hizo nombrar gobernador de Cuyo, con
residencia en la ciudad de Mendoza. Durante tres años
(1814-1817) San Martín preparó su campaña. Exigió
la contribución “voluntaria” de los insurgentes y
“obligatoria” de los realistas. Estudió mapas, itinerarios
y partes meteorológicos, organizó un servicio de
espionaje y contraespionaje, sujetó a un rígido entrenamiento
a los soldados; organizó la maestranza, y
preparó armas y municiones, equipo y vituallas. Se ganó
la amistad de los caciques indios araucanos y estableció
activa comunicación con los patriotas chilenos, por
medio de su amigo Bernardo O’Higgins.
Al empezar el año de 1817 puso en marcha su
ejército. Salió de Mendoza el 17 de enero y atravesó
los Andes utilizando los pasos Patos y Uspallata. El 8
de febrero se pudo reunir con los insurgentes chilenos
para dar la gran batalla de Chacabuco (1º de febrero
de 1817). La derrota de los realistas le abrió las puertas
de la capital de Chile. El 1º de enero de 1818, los
chilenos proclamaron su independencia, en Santiago,
y nombraron Director Supremo del nuevo gobierno a
O’Higgins. Todavía intentaron las fuerzas realistas la
reconquista de Chile y en Cancha Rayada obtuvieron
un triunfo momentáneo. Pero en seguida se lanzó San
Martín sobre los españoles y ganó la batalla de Maipú
(5 de abril de 1818).
Una vez independizado Chile, San Martín
empezó a preparar la segunda parte de la gran
campaña libertadora. Volvió a Mendoza para hacer los
arreglos con calma. Necesitaba buques para transportar
sus tropas y un navegante hábil que los llevara hasta
las costas del Perú. Contrató los servicios de Thomas
Cochrane, marino inglés poco escrupuloso, que ya
había puesto sus conocimientos al servicio de los insurgentes.
La ofensiva de Cochrane fue rápida y eficaz:
asaltó los puertos del Pacífico y se apoderó de las naves
españolas. Reunió la escuadra en Valparaíso y el 20
de agosto de 1820 zarparon los ejércitos, de Buenos
Aires y de Chile, con destino al Perú.
La situación del Perú era distinta a la de Chile.
Allá la fuerza militar era muy poderosa y la
desorientación política muy grande.
San Martín tenía que cuidar sus soldados y
orientar la opinión pública. Usó el ejército insurgente
victorioso como amenaza y como instrumento de propaganda.
Al desembarcar en Pisco, a 160 kilómetros
al sur de Lima, y emprender la marcha hacia la capital,
se hizo preceder de manifiestos y proclamas en los
que proponía la paz y la libertad. La campaña duró
casi un año. San Martín marchó lentamente hacia Lima.
Seguía las victorias parciales que sus generales iban
obteniendo. Por el mar, Cochrane impedía toda acción
a los realistas. El sitio del Callao, principal puerto
del Perú, impedía la entrada de refuerzos a Lima. En
su avance, San Martín iba proponiendo toda clase de
arreglos y hacía concesiones a los grupos realistas,
para llegar a obtener el triunfo final. Condescendió en
un armisticio, en entrevistar al virrey Laserna, pero lo
único que logró fue hacer que el gobierno virreinal
abandonara Lima. En julio de 1821 entró en la capital
y proclamó la independencia. Asumió el gobierno con
el nombre de Protector.
Los actos de su gobierno tendieron a modernizar
el viejo virreinato, pero las fuerzas profundas que
operaban en el Perú acabaron con su paciencia y su
comprensión. Después de muchos meses de esfuerzos
por reducir a los realistas y encauzar la política
nacional, decidió reunirse con Simón Bolívar en Guayaquil,
para resolver sobre asuntos tan graves y penosos.
El fin de la guerra de independencia se acercaba.
San Martín había cumplido, llegando al Perú, y las fuerzas
de Bolívar estaban cerca. Había que ponerse de
acuerdo sobre la formación de los nuevos países: límites
territoriales, forma de gobierno, relaciones exteriores.
La reunión de los dos libertadores (Guayaquil,
26-27 de julio de 1822) fue como el coronamiento de
los esfuerzos de dos hombres superiores, que pusieron
en su acción toda la dedicación y la pasión que
exigían los anhelos de libertad de sus contemporáneos.
Después de Guayaquil, San Martín renunció a
todos sus cargos políticos y dejó a Bolívar la tarea de
liquidar al ejército español.
Simón Bolívar. Un lector atento, interesado en
la vida y la obra de Bolívar, podría descubrir su grandeza
en lo que él escribió todos los días. El pensamiento
de Bolívar no ha perdido su actualidad, aun en
muchos otros asuntos no referidos a la sola América,
lo más conocido. Bien valdría la pena meditar y repasar
muchas de sus ideas políticas. Sus hazañas guerreras
forman el aspecto más espontáneo de su personalidad
y, con haberse estudiado tanto, todavía falta
el libro que dé una idea cabal de ellas. El general
Morillo, su principal adversario español, escribía: “Bolívar
es un guerrillero incansable. Su actividad es asombrosa.
Es más peligroso vencido que vencedor y en
un solo día deshace nuestros trabajos de varios años”.
191
Material de Apoyo Historia Universal I
Inició su carrera militar cuando en 1810 volvió
de Europa con don Francisco de Miranda. Estuvo en
Puerto Cabello, encargado de la defensa de la fortaleza.
Pero, después de la declaración de independencia en
Caracas, los realistas atacaron duramente a los
insurgentes, hasta dispersarlos. Miranda fue hecho
prisionero y enviado a Europa. Bolívar se refugió en la
isla de Curazao. Volvió a fines de 1812 a Cartagena de
Indias a pelear al lado de los neogranadinos. Penetró
por el río Magdalena hasta Cúcuta y, desde allí, siempre
vencedor, condujo al ejército neogranadino hasta
ocupar Caracas y La Guaira, en agosto de 1813. Fue
proclamado Capitán General de los Ejércitos y Libertador
de Venezuela, por los venezolanos.
En Puerto Cabello se habían refugiado los españoles,
quienes recibieron a fines de 1813 refuerzos de España.
En noviembre de ese año empezó la contraofensiva
realista. En los llanos venezolanos tomó un carácter
violentísimo. Boves derrotó a Bolívar al frente de los
llaneros en junio de 1814. Bolívar abandonó Caracas y
todavía sufrió otro revés en Aragua. El país fue
recuperado por los españoles. Bolívar embarcó
nuevamente para Cartagena. Allí fue comisionado para
buscar la unión de Cartagena con el Estado de
Cundinamarca —nombre que tomó la provincia cuya
capital era Bogotá—, que se había declarado independiente
de las demás provincias que formaron el
virreinato de Nueva Granada. Cundinamarca se unió a
la Confederación a fines de 1814. Bolívar fue vitoreado
Libertador de Venezuela y Nueva Granada, y nombrado
Capitán General dc los Ejércitos de la Unión. A principios
de 1815, organizaba una expedición que debía libertar
Santa Marta, Maracaibo y Coro, pero las rivalidades
entre los jefes militares le desanimaron tanto que
renunció al mando militar. La situación era difícil, se
sabía que pronto llegaría la gran expedición española,
y Bolívar no podía hacer comprender a los patriotas
que las fuerzas insurgentes estaban mal organizadas
para resistir la invasión. Partió para Jamaica, en mayo
de 1815. En Kingston escribió numerosas cartas
explicando la situación de Venezuela y Nueva Granada
y su participación en la guerra de Independencia. La
más famosa de ellas es la del 6 de septiembre de 1815,
llamada “carta profética”.
La gran expedición pacificadora llegó a las costas
americanas al mando del general Pablo Morillo.
Puso sitio a Cartagena y al cabo de 106 días penetró
en Nueva Granada. A principios de 1816, Bolívar intentó
nuevamente la ofensiva; primero con ayuda del
presidente Pétion de Haití sobre las costas de Venezuela,
pero fracasó; después con ayuda de los venezolanos,
también sin éxito. Volvió a Haití llevando esta
vez un plan bien definido para la liberación. A principios
de 1817 penetró por Barcelona, y organizó las
fuerzas de los generales insurgentes para atacar
Cumaná y la Guayana. Luego inició la campaña a lo
largo del río Orinoco. Se atrincheró en Angostura, desde
donde organizó varias expediciones. En agosto de
1817 escribía:
“Todo nos lisonjea una bella campaña, porque
los pueblos están cansados de la guerra, y así están
decididos por nosotros a pesar de las vejaciones que
sufren de una y otra parte, pero parece que los españoles
se han hecho muy odiosos, puesto que nos prefieren.
Esta provincia es un punto capital muy propio
para ser defendido y aún más para ofender: tomamos
la espalda al enemigo desde aquí hasta Santafé y
poseemos un inmenso territorio en una y otra ribera
del Orinoco, Apure, Meta y Arauca. Además poseemos
ganados y caballos. Como en el día la lucha se
reduce a mantener el territorio y a prolongar la campaña,
el que más logre esta ventaja será el vencedor”.
A pesar de su optimismo, la espera no fue fácil.
Hubo peligrosas disenciones entre los patriotas, y tuvo
Bolívar que estar constantemente sobre ellos para imponer
su autoridad. Morillo no podía ser desalojado
de los centros principales, aparte de las dificultades
que tenía Bolívar para pagar los gastos del ejército
insurgente.
A fines de 1817 empezaron a ingresar muchos
oficiales extranjeros en las filas de los insurgentes y
Bolívar pudo proveerse de armas y municiones en Inglaterra.
En 1818 las acciones de guerra se sucedieron
más rápidamente. Bolívar preparaba, por entonces,
el congreso de Angostura, que había de servir de
propaganda y de justificación de la guerra, y a la vez
una expedición para cruzar los Andes y liberar a Nueva
Granada.
El Congreso de Angostura fue instalado el 15
de febrero de 1819. Confirió a Bolívar el título de Presidente
Interino de Venezuela y Capitán General de
sus ejércitos y los de la Nueva Granada. En mayo de
1819, comunicaba su plan de campaña a don Francisco
Antonio Zea, vicepresidente de Venezuela y, en junio
y julio, atravesó los Andes y cayó sobre los realistas
en Boyacá, al iniciarse el mes de agosto. Bolívar
volvió a Venezuela después de este triunfo con la idea
de reorganizar la “gran” Colombia. Lo que habían sido
Venezuela, Cundinamarca (la actual Colombia) y Quito
(el Ecuador de hoy) debían formar aquella nueva
república. En diciembre de 1819 el Soberano Congreso
votó la ley fundamental de la República de Colombia
que unía, por de pronto, a Venezuela y Nueva Granada.
La amenaza de una nueva expedición, que llegaba
en auxilio de Morillo, urgía a los insurgentes a
terminar la guerra. Al empezar el año de 1820, las tropas
españolas destinadas a América se rebelaron contra
el régimen absolutista de Fernando VII, en vísperas
de embarcar. El rey español se vio obligado a jurar
la constitución y las tropas permanecieron en la Península.
Hubo la esperanza entonces, en América, de
192
Material de Apoyo Historia Universal I
llegar a un arreglo con los comisionados españoles
liberales. Pero era imposible un entendimiento, pues
la base de todo acuerdo era la independencia, por la
cual no pasaban los españoles.
En marzo de 1820, Bolívar preparaba dos ejércitos,
uno que debía marchar a Quito y otro que invadiera
Cartagena, Santa Marta y Maracaibo, lugares
importantes en poder de Morillo. En julio, delegados
españoles de este general trataron de negociar un armisticio.
En septiembre, Bolívar anunció a Morillo que
iba a abrir la campaña para liberar a Quito y Venezuela,
pero antes de emprender la marcha se firmó el armisticio
que debía durar seis meses (Trujillo, 25 de
noviembre de 1820), Bolívar y Morillo se reunieron dos
días después, pero pese a la cordialidad de la entrevista
no pudieron llegar a ningún acuerdo. El general
español volvió a España, en diciembre de 1820, y dejó
al general Latorre al frente del ejército español. El armisticio
fue sólo una tregua y un respiro. En abril de
1821 se abrió nuevamente la campaña. Bolívar preparó
la marcha hacia Caracas y el 24 de junio dio la
batalla de Carabobo. Junto con José Antonio Páez,
entró en Caracas el 29 de ese mes, liberando, esta
vez en definitiva, a Venezuela. Los realistas de La
Guaira se rindieron a principios de julio. Sólo quedaba
por emancipar la Presidencia de Quito, en donde defendía
los intereses de la corona española el mariscal
de campo Melchor Aimerich.
En octubre se habían pronunciado por la independencia
los patriotas de Guayaquil, y a poco llegaron
las primeras fuerzas de Bolívar; pero fueron derrotadas
por Aimerich. Después llegó José Antonio de
Sucre a Quito. Los guayaquileños se veían amenazados
por las fuerzas realistas y no sabían a quién pedir
auxilio, ni tenían soldados suficientes para resistir solos.
Bolívar ordenó a Sucre marchar a Guayaquil. La
ofensiva realista fue violenta, a pesar de mantenerse
Sucre a la defensiva. Fue derrotado en Guachi el 1º
de septiembre de 1821. Los realistas hicieron grandes
preparativos para atacar de nuevo, y Sucre tuvo
que pedir auxilio a San Martín, quien ya estaba en el
Perú. Fue enviado Andrés de Santa Cruz a reunirse
con Sucre y éste pudo entonces avanzar hacia Quito.
En Pichincha, en las afueras de la capital, Sucre dio la
batalla el 24 de mayo de 1822 con la que derrotó a los
realistas. De esta manera pudo entrar victorioso a
Quito. Esta provincia fue incorporada a la República
de Colombia (Estado Sur de Colombia). Los
guayaquileños protestaron contra esta anexión, pues
sus relaciones, principalmente comerciales, eran con
Perú y no con Colombia. Después de la batalla de
Carabobo, Bolívar se dirigió a Guayaquil. Su presencia
en este puerto influyó en el ánimo de los patriotas
y éstos aceptaron su incorporación a Colombia.
El 26 de julio de 1822, San Martín se encontró
con Bolívar en Guayaquil, con lo que se cerró el cerco
insurgente que destruyó el dominio español en América.
Por unos meses, los insurgentes permanecieron
inactivos y los realistas aprovecharon la
ocasión para apuntarse algunos triunfos. El
general Canterac, comandante del ejército
realista en el Perú, marchó sobre Lima y la
tomó. Bolívar ordenó a Sucre que marchara
contra Lima, en septiembre de 1823, y a Santa
Cruz al Alto Perú a combatir las últimas fuerzas
realistas. El mismo llegó a Lima, en septiembre
de ese año, y encontró una “situación llena de
escollo”. Estaba enfermo y sin recursos y la
aristocracia limeña le hacía desaires. Empezó
por reorganizar al ejército insurgente:
colombianos, chilenos, argentinos, peruanos
y europeos darían las últimas grandes batallas
de la liberación. Abrió la ofensiva, y en agosto
6 de 1824 derrotó al general Canterac, en
Junín. Fue éste su último gran triunfo militar.
Las tropas realistas se retiraron con el mayor
desorden. Bolívar entregó el mando militar a
Sucre y éste se enfrentó al virrey Laserna en
el campo de Ayacucho, el 9 de diciembre de
1824. Allí fueron derrotados definitivamente los
realistas. Laserna, herido, fue hecho prisionero.
El ejército realista destruido y el general
Canterac se rindió incondicionalmente. La
batalla de Ayacucho puso término a la
dominación española en América.
La independencia de México. Después del “grito de
Dolores” (16 de septiembre de 1810), considerado como
la declaración de independencia en Nueva España, don
Miguel Hidalgo marchó a la rica ciudad de Guanajuato
y se apoderó de ella. El historiador Lucas Alamán dice
que “los vaqueros y demás gente de a caballo de las
haciendas casi todos de las castas, formaban la
caballería armada con las lanzas que Hidalgo había
hecho construir de antemano y con las espadas y
machetes que estos mismos hombres acostumbraban
llevar en sus trabajos ordinarios: muy pocos tenían
pistolas o carabinas. La infantería la formaban los indios,
divididos por pueblos o cuadrillas, armadas con palos,
flechas, hondas y lanzas, y como muchos llevaban
consigo a sus mujeres e hijos, todo presentaba el
aspecto más bien de tribus bárbaras que emigraban
de un punto a otro, que un ejército en marcha”.
Con esta hueste tan poco marcial, avanzó Hidalgo hasta
muy cerca de la ciudad de México y dio la batalla del
Monte de las Cruces (30 de octubre de 1810). Después
193
Material de Apoyo Historia Universal I
de su gran triunfo, retrocedió inexplicablemente y se
dirigió hacia la ciudad de Guadalajara. El efecto de esta
rápida campaña fue profundo. Por todo el país surgieron
patriotas que se sublevaban contra la autoridad; los
españoles huían de sus haciendas y de los poblados
pequeños para refugiarse en los centros mejor
protegidos por soldados españoles. En Guadalajara,
Hidalgo intentó organizar la revolución. Expidió
proclamas y decretos y trató de encauzar el gobierno
nacional. Pero asimismo dio tiempo a que el ejército
español se repusiera de la sorpresa, y a que el virrey
Venegas pusiera en manos del brigadier Félix María
Calleja la defensa del reino. Perseguido por los realistas,
Hidalgo fue retirándose hacia el norte, hasta que fue
hecho prisionero en Acatita de Baján. Condenado a
muerte en Chihuahua, fue ejecutado el 30 de julio de
1811. Don Ignacio López Rayón, en lo político, y don
José María Morelos, en lo militar recogieron la bandera
de la insurgencia. El primero organizó él Congreso de
Chilpancingo, en donde se elaboró la constitución de
Apatzingán (1813), y el segundo guerreó contra los
realistas, obteniendo fama por sus notables hechos de
guerra corno el sitio de Cuautla. A su lado pelearon
don Mariano Matamoros, don Nicolás Bravo, los
Galeana y don Vicente Guerrero. También él fue víctima
de la superioridad realista. Hecho prisionero, fue
fusilado en San Cristóbal Ecatepec, en 1816. En ese
año parecía que los españoles habían podido sofocar
la rebelión insurgente. Sólo algún grupo aislado se
atrevía a enfrentarse al gobierno español. En 1817, el
liberal español don Francisco Javier Mina desembarcó
en Soto la Marina, dispuesto a ofrendar su vida por la
independencia de México. Los realistas lo batieron fácilmente
y lo fusilaron. En 1820 fue nombrado jefe de las
fuerzas realistas Agustín de Iturbide, quien reconoció
la oportunidad que en ese momento se presentaba para
efectuar la separación de España que deseaba la
oligarquía criolla. La rebelión iturbidista tuvo tres
objetos: conservar la religión católica, independizarse
de España y conciliar la unión de peninsulares y
americanos (Plan de Iguala). Iturbide pudo convencer
a don Vicente Guerrero, quien mantenía viva la llama
de la insurgencia en las montañas del sur, de la
necesidad de poner fin a la guerra, y al último jefe
político español, el liberal don Juan O’Donojú, recién
llegado a México, de la necesidad de pacificar el reino
(Tratados de Córdoba). El camino hacia la
independencia había sido preparado por los sacrificios
de los antiguos insurgentes. Asimismo por el
descontento del clero ante las disposiciones dictadas
en España y por el desprestigio de las autoridades
virreinales. En febrero comenzó Iturbide su campaña,
y el 27 de septiembre de 1821 entró triunfante en la
ciudad de México.
Se formó una junta que gobernaría mientras se
conseguía un príncipe europeo que viniera a ocupar el
trono mexicano.
La independencia de Centro América. La Capitanía
General de Guatemala comprendía lo que después fue
la propia Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua
y Costa Rica. Desde 1811 hubo algunos intentos de
independencia. En ese año, en San Salvador, los
patriotas depusieron al intendente y se apoderaron de
las armas, pero los eclesiásticos se opusieron al
movimiento y los sublevados fueron aprehendidos.
También en 1811, en León de Nicaragua, depusieron
los insurgentes al intendente y se apoderaron de la
ciudad de Granada. Hubo guerra entre los dos bandos
hasta abril de 1812. En Guatemala tuvo lugar la
conspiración de Belén, pero los insurgentes fueron
hechos prisioneros. En 1814 hubo otro levantamiento
en San Salvador que no tuvo éxito.
En 1820 fue promulgada la Constitución de
Cádiz, que dio origen a que se definieran los partidos
políticos y empezara la propaganda del Plan de Iguala,
que venía de México. La intendencia de Chiapas, perteneciente
a Guatemala, se adhirió a él. Hubo agitación
en toda la capitanía general. No todos estaban de
acuerdo con el programa político de Iturbide, ni en
anexarse al Imperio mexicano. Muchos patriotas centroamericanos
querían la república. Pero en cualquiera
forma, el deseo de independencia desencadenó la
guerra civil. Iturbide, deseoso de anexarse la antigua
capitanía general, mandó al general Vicente Filisola, al
frente de una expedición militar, a conseguir el sometimiento
de Centroamérica. La independencia fue proclamada
en la ciudad de Guatemala ante el entusiasmo
popular. El capitán general Gabino Gainza prestó.
“a pedimento del pueblo, el juramento de independencia
y fidelidad al gobierno que se establezca”. Costa Rica
fue la voz disidente, favorecía la anexión a Colombia,
por ser ésta última una república. Iturbide abdicó en
México en marzo de 1823, y en vista de que los centroamericanos
querían su independencia, tanto de España
como del Imperio mexicano, el general Filisola aceptó
su opinión. Un congreso se reunió el 29 de junio de
1823 y allí se redactó el acta de independencia absoluta
de las Provincias Unidas del Centro de América (1º
de julio de 1823).
Independencia de Brasil. La presencia de la
corte portuguesa en el Brasil produjo una rápida transformación
en la sociedad brasileña. El regente Juan
escogió Río de Janeiro como capital y se dedicó, con
ayuda de sus consejeros, a organizar y modernizar el
gobierno. Tuvo que atender delicadas cuestiones de
política exterior. Desaprobó los proyectos de su esposa,
la princesa Carlota Joaquina de Borbón, hermana
de Fernando VII quien quería apoderarse de las colonias
españolas. Intervino también el regente Juan en
la Banda Oriental (Uruguay). En 1815 se declaró la
unión de Portugal y Brasil en un solo Reino Unido,
pero ello no obstante, la rivalidad de portugueses y
brasileños se acentuó. En 1818 fue coronado Juan VI
194
Material de Apoyo Historia Universal I
en Río de Janeiro. La revolución liberal de 1820 en la
Península Ibérica tuvo repercusiones en el Brasil. En
Pará y Bahía, los oficiales militares brasileños depusieron
a las autoridades nombradas por el rey y formaron
sus juntas gubernativas. Los criollos querían obligar al
rey a jurar la constitución. Don Pedro de Alcántara, el
joven príncipe heredero, influyó en su padre para que la
jurara. En abril de 1821, Juan VI volvió a Portugal y dejó
a su hijo de regente en el Brasil. La pugna entre peninsulares
y criollos seguía, y entre tanto las cortes portuguesas
mandaron que Pedro volviera a Portugal. Pero don
Pedro decidió quedarse. Hizo, en 1822, viajes por diversas
poblaciones, como de campaña electoral, y el 7 de
septiembre de ese año, en la ribera Ipiranga, dió el grito
de independencia. Fue proclamado emperador del Brasil.
Se coronó por manos del obispo de Río de Janeiro, el
1º de diciembre de 1823.
Cuba y Puerto Rico. Las islas de Cuba y Puerto
Rico merecen atención especial por su situación estratégica.
Estas pequeñas colonias no obtuvieron la independencia
al mismo tiempo que las del Continente, debido a
diferentes causas, entre las que sobresalen su condición
de presidios militares y de regiones productoras de caña
de azúcar, café y tabaco.
Las fuerzas españolas concentradas en ambas
islas fueron siempre de gran consideración. Eran estas
islas el “antemural de los reinos españoles americanos” y
los reyes nunca vacilaron en ordenar que se enviaran
dinero y hombres de las colonias más ricas para fortalecer
sus defensas. Eran además el punto de enlace entre
Europa y América. Allí se reunían los galeones que llevaban
los minerales y los productos americanos al Viejo
Mundo. Sufrieron numerosísimos ataques de las armadas
extranjeras y depredaciones de los piratas, a lo largo
de los siglos del dominio español. Eran también centro
del contrabando de ingleses, franceses y holandeses.
Tanto en Cuba como en Puerto Rico, las ricas plantaciones
de azúcar, café y tabaco eran trabajadas por
esclavos.
La concentración de autoridades militares españolas
y los intereses de los ricos hacendados coincidían
en mantener el dominio español en Puerto Rico y Cuba.
La revuelta de Santo Domingo benefició a los dueños de
ingenios de azúcar en Cuba. Los numerosos peninsulares
que huían de las colonias en donde había empezado
la rebelión, daban todo su apoyo a las autoridades españolas,
quienes mantenían el orden con mano férrea. Desde
Puerto Rico hostilizaban los realistas a Venezuela,
aunque hubo ocasión en que las milicias de la isla se
negaron a ir a pelear contra los patriotas venezolanos.
También contribuyeron al robustecimiento del gobierno
español en las islas los últimos años de estado de
guerra contra Inglaterra. Desde Cuba salieron muchas
expediciones de ingleses y norteamericanos para atacar
las posesiones francesas al norte de Nueva España y se
hicieron buenos negocios con contrabandistas, filibusteros
y comerciantes. Salir de la dependencia de España significaba,
para los isleños, perder el apoyo de la metrópoli,
libertad a los esclavos y aventurarse a establecer el comercio
bajo nuevas condiciones.
Bolívar intentó encontrar la manera de promover
la independencia de Cuba y Puerto Rico. En México también
hubo quien deseara llevar hasta las islas de libertad,
pero sin éxito.
En vista de la situación general, y de los reproches
de los insurgentes, España hizo algunas concesiones a
los cubanos y puertorriqueños, en la segunda década del
siglo. Les permitió el libre comercio, abolió, presionada
por Inglaterra, el tráfico de esclavos, y permitió a los habitantes
ciertas libertades políticas en los ayuntamientos.
Aunque España pudo conservar dominadas las
dos islas, tuvo que sofocar durante todo el siglo XIX muchas
rebeliones, cambiar autoridades, ensayar nuevas
formas de gobierno, pues tanto en Cuba como en Puerto
Rico, había grupos poderosos que deseaban y luchaban
por la independencia.
Cuba y Puerto Rico, junto con la porción española
de Santo Domingo, quedaron al margen del movimiento
de independencia continental. Los países hispanoamericanos
del continente perdieron también ese enlace con
el mundo europeo, alejándose por este hecho aún más
de los centros que los habían puesto en contacto con el
mundo exterior.
9. Ajustes y conflictos territoriales. La independencia
de las colonias españolas dio origen a la disgregación
de la América española. Una vez iniciada la
lucha por la libertad en las colonias, la disgregación del
imperio español llegó hasta los extremos. No sólo se dividieron
los grandes virreinatos en varios países durante
las guerras de emancipación; aun después de consumada
la independencia, lucharon algunas regiones por su
autonomía. En los proyectos de independencia de varios
patriotas existió, junto al deseo de cortar la dependencia
de España, el de formar una gran unión americana sobre
principios liberales modernos. Bolívar y San Martín guerrearon
para libertar toda la América. Pero una vez repudiado
el elemento unificador peninsular, surgieron las diferencias
regionales y los intereses particulares, retrayendo
a los pueblos hacia el experimento de la vida estrictamente
nacional.
Los insurgentes conservaron más que menos las
divisiones administrativas coloniales y se valieron de la
fórmula utti possidetis iuris, para demarcar los territorios
de los nuevos países. Delimitados los diferentes Estados
por estos procedimientos, sus fronteras resultaron
vagas e imprecisas. Muchos de los deterioros que sufrieron,
durante el siglo XIX, las relaciones de las naciones
americanas entre sí se originaron en los conflictos surgidos
de la vaguedad e imprecisión de los límites territoriales.
Por otra parte, las disputas fronterizas interamericanas
fueron, en buena medida, herencia del dominio español
en América, tanto por la tradicional apetencia territorial
española, como por el regionalismo peninsular recreado
en el Nuevo Mundo. Algunos conflictos dejó pendientes
195
Material de Apoyo Historia Universal I
España en América, como el de los limites entre Nueva
España y las colonias francesas e inglesas al norte, y
aquéllos entre Argentina y Brasil. Mucho también contribuyó
a la indiferencia por cultivar las relaciones entre vecinos
el cierre de las vías de comunicación imperiales. Al
erigirse las fronteras nacionales se interrumpieron rutas
antiguas, por ejemplo, la de tierra entre Buenos Aires y
Lima, la del paso de la provincia de Mendoza a Santiago
de Chile, la de México a Guatemala por Oaxaca, la de
México a Santa Fe, y rutas que unían continentes, como
las marítimas españolas que ponían en contacto a Europa
con las Antillas y luego con el continente por el Atlántico,
y al Viejo Mundo con Asia, a través de América por
medio de la ruta del galeón de Filipinas. Desaparecieron
asimismo los contactos entre naciones americanas que
se habían efectuado con el servicio de “cabotaje” de muchas
embarcaciones pequeñas, tanto por los puertos del
Atlántico como por los del Pacífico. Cada nuevo país se
encerró dentro de sus propios límites e impidió, o por lo
menos hizo muy difícil el paso de un Estado a otro.
Creación de Bolivia. Después de la batalla de Ayacucho,
el general Sucre penetró en el Alto Perú para liquidar las
últimas partidas realistas. En varias ciudades se había
proclamado ya la independencia, y Sucre convocó una
asamblea de representantes altoperuanos (febrero de
1825) para decidir sobre el futuro de esta región. Consultó
al gobierno de Buenos Aires —de quien había dependido
el Alto Perú en los últimos años de la dominación
española— y al Congreso del Perú —de quien formó parte
en los siglos XVI y XVII, hasta mediados del XVIII— si
estaban de acuerdo en aceptar la formación de un nuevo
país independiente. Tanto el Congreso de las Provincias
Unidas del Río de la Plata (9 de mayo de 1825), como el
del Perú (14 de junio de 1826), aceptaron la creación de
una nación independiente los altoperuanos tomaron el
nombre de Bolívar para el nuevo país y el de Sucre para
su capital. En mayo de 1826 se instaló el Congreso de
Bolivia. Bolívar redactó para la nueva nación su
“constitución vitalicia”.
Conflicto entre Argentina y Brasil, y anexión de
la Provincia Oriental. El Paraguay. Por su magnífica
situación geográfica la Provincia de la Banda Oriental fue
disputada por Argentina y Brasil desde los comienzos de
la guerra de emancipación. Los portugueses invadieron la
provincia y la llamaron Cispartina, en 1817. Gervasio
Artigas, el héroe insurgente, que había defendido de ambas
potencias al país, combatió la invasión hasta que fue
derrotado en 1820. Huyó entonces al Paraguay. Hasta
1825 perteneció la Provincia Cispartina a Brasil. En ese
año la Asamblea de la Florida declaró a la Provincia libre e
independiente, tanto de Brasil como de Portugal, y decretó
su anexión a las Provincias del Río de la Plata. Hubo guerra
entre Buenos Aires y el Imperio del Brasil. Pero después
de dos años de vanas luchas entre porteños orientales y
brasileños, Argentina y Brasil estuvieron de acuerdo en
que los orientales se constituyeran en república independiente
(Convención de agosto de 1828). En 1830 fue
jurada la constitución de la nueva República Oriental del
Uruguay, y designado primer presidente don Fructuoso
Rivera.
El Paraguay. La provincia guaraní entre los ríos
Paraná y Paraguay, llamada de Misiones, se negó a unirse
al movimiento de independencia de Buenos Aires
(1810). Un congreso convocado por el Gobernador Bernardo
de Velazco resolvió mantener la fidelidad a Fernando
VII y reconocer al Supremo Gobierno de la Regencia
en España. Los criollos independentistas fueron
aprehendidos. La junta porteña envió a Manuel Belgrano
al frente de fuerzas militares, pero éste fracasó en su intento
de someter a los paraguayos. La situación cambió
cuando, en mayo de 1811, los criollos intimaron a Velazco
para que aceptara como adjuntos en el gobierno al doctor
José Gaspar Rodríguez de Francia y a don Juan
Valeriano Zevallos. El movimiento había sido de origen
militar, pero pronto se transformó en popular. Poco después
fue depuesto Velazco y se formó una junta compuesta
de cinco individuos. Su presidente, el teniente
coronel don Fulgencio Yegros, era considerado como el
jefe de la revolución. Este gobierno se mantuvo independiente,
tanto de Buenos Aires como de España. En 1813,
el congreso convocado por la junta acordó poner el poder
ejecutivo en manos de dos cónsules. Uno de ellos
fue el doctor Francia. Este preparó la constitución adoptada
en octubre de 1813. El Paraguay declaró entonces
su independencia absoluta de España y de Buenos Aires.
Al año siguiente (1814), otro congreso de las provincias
confirió poderes dictatoriales al doctor Francia. En
1816 fue designado Dictador Perpetuo, y gobernó hasta
su muerte en 1840.
Ocupación de Santo Domingo por Haití. En la
parte sur de la porción que había sido francesa en la isla
de Santo Domingo, gobernó el presidente Pétion, y en el
norte, como emperador, Henri Christophe, hasta 1818 y
1821 respectivamente. La parte española de la isla consiguió
mantener cierta independencia de Haití desde el
año de 1808. En 1821 don José Núñez de Cáceres desconoció
al gobernador español y formó un gobierno nacional,
independiente de España. En Haití asumió el poder
Jean Pierre. Deseaba gobernar toda la isla, y por tanto,
invadió la porción española. Esta tuvo que rendirse en
1822. La dominación de Haití sobre Santo Domingo duró
22 años. Fue imposible lograr la unificación de la población
de la isla, debido a los grandes prejuicios raciales
y culturales que tenían negros, blancos, mestizos,
españoles, franceses y nativos. Después de la
muerte de Boyer, don Pedro Santana logró la separación
de la parte española de la isla (1844).
196
Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El Alumno distinguirá el proceso de desarrollo capitalista de los Estados Unidos, así como su política
expansionista en América Latina y el Caribe.
Contenidos temáticos
El desarrollo capitalista, el expansionismo territorial y la guerra de Secesión de los Estados Unidos,
sus repercusiones en América Latina, particularmente en México.
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaicinco
I. Lectura y análisis
Instrucciones
I. Lectura y análisis
1.- Lee “La Doctrina Monroe”, “Organización continental latinoamericana” y “La problemática conformación
del Estado Nacional”.
2.- Subraya las ideas más importantes.
3.-Elabora un mapa conceptual con un mínimo de diez conceptos. Completa el que se presenta al final de las
lecturas.
II. Actividades de profundización y refuerzo
1.- Lee en voz alta las “Frases importantes” que se anexan.
2.- Comenta con tus compañeros.
3.- Investiga la biografía de los personajes mencionados.
197
Material de Apoyo Historia Universal I
El interés europeo en el continente americano, obligó
a Adams a proponer una declaración unilateral, condenando
cualquier intento de las potencias europeas
para intervenir en el Nuevo Mundo, o pretender extender
sus posesiones coloniales en el mismo. Monroe
propuso entonces su famosa doctrina, en el mensaje
anual del Presidente al Congreso, el 2 de diciembre
de 1823.
Cuatro fueron los puntos principales de la declaración.
El primero era el anticolonialista: el continente americano
no estaba sujeto a nuevos intentos colonialistas
de las potencias extracontinentales. El segundo era el
antiimperialista: los gobiernos americanos eran esencialmente
distintos e independientes de Europa. El
tercero era el de la seguridad regional: los Estados
Unidos considerarían un ataque a sus intereses, cualquier
intento de interferencia de las potencias
extracontinentales para extender su dominio o influencia
en América. El cuarto y último era el de no intervención:
Los Estados Unidos no intervendrían en las
colonias europeas existentes en ese momento en
América, ni en los asuntos internos de las potencias
europeas, ni en los conflictos que se dieran entre ellas.
Esta declaración, aunque dirigida para establecer
la posición de los Estados Unidos respecto al proyecto
de Europa sobre América, se convertiría en la
doctrina que conformaría la teoría de la política exterior
norteamericana con el resto de los países americanos.
Aunque los Estados Unidos se encontraban en
proceso de resolver sus problemas con países europeos,
le costó mucho a México hacer lo mismo; los
franceses invadieron a México en 1838 con el pretexto
de recuperar una compensación por parte de ciudadanos
franceses.
LA DOCTRINA MONROE
Tomado de: Moyano Pahissa Op. Cit. pp. 292.
198
Material de Apoyo Historia Universal I
ORGANIZACIÓN CONTINENTAL LATINOAMERICANA
Alonso Aguilar
Op. Cit. Pp. 292.
Los intentos de crear un sistema latinoamericano o
una organización continental se abandonaron a partir
del congreso de Panamá, aunque en la conferencia
de Tacubaya celebrada en 1833 se trató de continuar
la obra iniciada en aquel congreso y se proyectó una
liga aduanera iberoamericana, que por cierto no fue
aceptada por el delegado de Estados Unidos. A partir
de ahí pasarían varias décadas para que se planteara
de nuevo la creación de un órgano colectivo regional,
cuyo carácter habría de ser el fruto del propio desarrollo
histórico que tendría lugar en América desde los
años treinta hasta los ochenta del siglo pasado.
En esa etapa. Latinoamérica se desenvuelve en
forma accidentada y lenta, y a veces se estanca y aún
retrocede. Después de conquistar su independencia
política, la lucha social se agudiza en todas partes
como consecuencia, en cierto modo inevitable, de que
los nuevos estados heredan un orden colonial anacrónico
cuya liquidación habrá de requerir muchos
años, pues hay sectores poderosos interesados en
preservarlo. Las fuerzas nuevas, sin embargo, ganan
terreno gradualmente y hacia mediados del siglo se
consolidan en el poder, al amparo de un movimiento
liberal que renueva ideas e instituciones desde México
a Chile y la Argentina. Pero los largos años de inestabilidad,
de luchas intestinas, de crisis económicas y
de postergación de actividades que, lejos de desarrollarse
aprisa, caen con frecuencia en el abandono,
vuelven imposible que Latinoamérica organice y promueva
el desarrollo de su economía. Y por otra parte,
la política comercial librecambista, de hecho de “puerta
abierta” que por entonces se adopta, deja en particular
a Inglaterra en posición de aprovechar todas las
ventajas. En efecto, el creciente intercambio comercial
afirma el poderío británico, fomenta la industrialización
del imperio, extiende su influencia en América
y provoca una competencia ruinosa para nuestros
países, los que apenas logran iniciar un incipiente desarrollo
en un marco de creciente dependencia y de
relaciones económicas internacionales a todas luces
desfavorables
199
Material de Apoyo Historia Universal I
... en la primera fase de nuestra vida independiente, ...
predominaba una economía rural dispersa, coronada
por núcleos locales de terratenientes influyentes. El
estado, débil y sin cohesión, recogió hasta donde fue
posible, la herencia colonial asimilando la tradición
administrativa y política de la Audiencia de Charcas.
El pequeño comercio exterior de tipo regional, ejercía
influencia negativa: el sur del país dependía tanto de la
Argentina como el norte buscaba asimilarse
comercialmente al Perú. Ninguna actividad tendía a
la integración y al reforzamiento del aparato estatal.
En este quietismo feudal, sólo interrumpido por los que
jugaban a la política con motines militares, la sociedad
local apoyaba su seguridad económica sobre una masa
explotada de campesinos quechuas y aymarás... Ni la
sede de los poderes públicos pudo definirse porque si
Bolívar mencionó Cochabamba como posible capital,
Santa Cruz estableció su gobierno donde sus
desplazamientos se lo permitían, lo mismo que Belzu
para quien “el punto donde se encuentra el gobierno
durante su marcha” será la capital. Melgarejo quiso
llevarse la capital a Tarata, y Baptista, más consecuente
con los nuevos tiempos, creyó que La Paz era la mejor
elección.
Aun en Brasil, que por razones históricas particulares
(independencia por una vía pacífica que hasta
le permitió conservar el aparato político-administrativo
preexistente) logró escapar a un eventual proceso de
“balcanización”, las fuerzas centrífugas precapitalistas
no dejaron de hacerse presentes por lo menos durante
toda la primera mitad del siglo XIX. Y es que aquí
también:
La dispersión de las zonas productoras, la ausencia
de circulación interna, el declinamiento del
mercado colonial que siguió al declinamiento de la
minería, la variedad de las actividades, la extensión
geográfica, son factores negativos que la crisis posterior
a la autonomía vino a agravar. En extensas áreas
el modo esclavista continúa intacto; en otras se implantará
el modo feudal o semifeudal que las aislaba o
debilitaba.
En tales condiciones la misma lucha de clases
adquiría necesariamente una fisonomía “regional”
o “provincial”, de acuerdo con la “moldura física” en
LA PROBLEMÁTICA DE LA CONFORMACIÓN DEL
ESTADO NACIONAL
Agustín Cueva
Tomado de: El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Siglo XXI, 1990, pp. 31-47
que se asentaba cada forma productiva, con la infinita
gama de peculiaridades propia de todo modo de producción
precapitalista. Por eso:
Parece ocurrir una lucha entre el poder central
y las provincias. Ocurre en verdad una lucha dentro
de la clase dominante, motivada por sus antagonismos
y contradicciones, entre la que despunta a veces
una lucha de clases de claridad tan singular como la
de Cabanagem. Cuando tales luchas se producen,
están ligadas al marco provincial: si suceden en la
zona azucarera, parece tratarse de la provincia de
Pernambuco; si ocurre en la zona pastoril, parece que
se tratara de la provincia de Río Grande del Sur; si
sucede en un área de recolección, parece tratarse de
la provincia de Pará. Las provincias son, sin embargo,
meras abstracciones, que dan la idea de lo general,
de su moldura física. Lo esencial no está en las
provincias, sino en las clases, como consecuencia del
modo local de producción.
En el caso de Argentina, país convulsionado por
medio siglo de guerras civiles, parece igualmente claro
que la oposición entre el “interior” y el “litoral” no
hace más que remitir a molduras espaciales en que
se asientan o van configurándose modos de producción
distintos, cuyo conflictivo desarrollo se expresa,
aunque con innumerables sinuosidades y recovecos,
en la encarnizada lucha política de “unitarios” y “federales”:
Los intereses del “litoral” corresponden a un
inequívoco despuntar del modo de producción capitalista,
que estrechamente dependiente del comercio
internacional comienza a arraigar temprano en esta
área, “vacía” de estructuras esclavistas o feudales.
Aquí:
“Hacia mediados del siglo XIX ya no quedaban
prácticamente núcleos importantes de población que
no produjesen para vender o que no tuviesen parte
significativa de su consumo compuesto por productos
adquiridos del exterior o del resto de la economía nacional.
La relación existente entre el empresario y el
trabajador era netamente capitalista y la fuerza de trabajo
recibía un precio en salario que, aunque fuera en
parte en especie como seguramente lo era en la producción
pecuaria, no ocultaba el carácter básico de la
relación existente”.
En el interior en cambio:
La producción de cada región se siguió utilizando
fundamentalmente dentro de cada mercado interno
y una parte sustancial de la población activa continuó
ocupada en actividades de subsistencia, fuera de
200
Material de Apoyo Historia Universal I
la economía de mercado. En el noroeste, donde las
exportaciones declinaron en el curso de la etapa, seguramente
se produjo un retroceso desde los niveles
alcanzados a mediados del siglo XVIII y un aumento
de la proporción de la fuerza de trabajo ocupada en
las actividades de subsistencia.
La dificultad de encontrar el sustrato económico-
social necesario para la instauración de un estado
nacional determina incluso el surgimiento de las
más aberrantes tendencias anexionistas, en aquellas
situaciones en que ni siquiera existe una constelación
esclavista o feudal suficientemente sólida como para
imponer su hegemonía al conjunto del cuerpo social.
Es el caso de la República Dominicana, por ejemplo,
donde el caudillo Buenaventura Báez, cinco veces
presidente del país, parece no incubar otro sueño que
el de entregar su patria a la metrópoli que fuese. En
palabras de Juan Bosch:
“Báez pertenecía al sector de la pequeña burguesía
dominicana que no tenía sentimientos patrióticos.
Así se explica que desde antes del 27 de febrero
de 1844 se pusiera a gestionar el protectorado francés;
que fuera el primero de los políticos nacionales
que propuso la anexión a España - antes que Santa
Anna -, y que al final, en su gobierno de los seis años
y en 1877, gestionara y negociara la anexión del país
a los Estados Unidos. En el fondo de esas actividades
anexionistas del caudillo rojo había una idea predominante:
Santo Domingo no podía llegar a ser una
sociedad burguesa por sí misma, pero podía serlo
como parte de un país europeo o de los Estados Unidos”.
Secularmente hundida en “la ciénaga del
precapitalismo” - la expresión es del mismo Bosch- la
República Dominicana fue efectivamente anexada a
España entre 1861 y 1865.
Para cerrar esta parte de nuestra reflexión nos
limitaremos sin embargo a evocar el “contraejemplo”
de Chile, país que es el primero en conformar un estado
relativamente sólido y estable, mas no por mero
azar ni por razones de “idiosincrasia”, sino porque en
la “sociedad civil” que lo sustenta no existe la esclavitud
y el feudalismo no va más allá de su débil expresión
en el “inquilinato”, mientras el capitalismo gana
terreno con bastante celeridad incluso en el agro. En
opinión de Sunkel y Paz:
“La estructura social en que se apoya la nueva
nación se basa fundamentalmente sobre la actividad
de los exportadores agrícolas del centro, los
exportadores mineros del norte y los comerciantes,
particularmente los ingleses de Valparaíso, así como
la burocracia y el aparato estatal controlado por los
sectores conservadores”.
Zemelman, por su parte, afirma que en Chile:
...”los propietarios agrícolas nunca han revestido
el carácter de una oligarquía agrícola, en sentido
estricto, pues mantienen estrechas vinculaciones con
las actividades comerciales, que van acentuándose a
medida que avanza el siglo XIX”.
En fin, según Ignacio Sotelo:
“La falta de metales preciosos y la escasez de
mano de obra - el indio es rebelde y belicoso- canaliza
los esfuerzos hacia la agricultura, que logra considerable
expansión, al contar con un mercado seguro: la
región minera del Perú y el ejército fronterizo que subvenciona
la Corona. La originalidad de Chile radica
en haber constituido desde fecha temprana una economía
agraria, lo que la diferencia de la colonización
minera del altiplano, con un mercado interno no dependiente
de Europa, lo que la diferencia de la colonización
de plantación. Chile desarrolla desde fecha
muy temprana una clase terrateniente nacional, que
constituye la columna vertebral de su estabilidad política
en el siglo XIX”.
Fórmulas no siempre precisas, pero que en
su trasfondo común señalan la peculiaridad de una
economía que, ante la imposibilidad de asentarse en
el trabajo esclavo o en la abundancia de mano de obra
indígena servil, adquiere desde la época colonial una
dinámica susceptible de incubar los gérmenes de un
desarrollo relativamente precoz del capitalismo. No
porque el autor lleve demasiado el agua a su molino
dejan de tener validez los abundantes datos de Vitale
sobre el temprano aparecimiento de este modo de producción
en Chile, hecho que constituye la base objetiva
de la igualmente temprana constitución de un estado
nacional, al que la subsistencia de los elementos
precapitalistas, débil como ya se vio, logró imprimir sin
embargo un carácter “conservador”.
La posibilidad de conformación de estados
nacionales verdaderamente unificados y relativamente
estables en América Latina varió en función directa
de la existencia de una burguesía orgánica de envergadura
nacional. El desarrollo de tal burguesía estuvo
naturalmente determinado por el grado de evolución
de la base económica de cada formación social,
evolución que en la primera mitad del siglo XIX no
puede medirse de otra manera que por su menor o
mayor tendencia general de desarrollo hacia el capitalismo.
Mariátegui supo formular con toda claridad este
problema al escribir:
“En los primeros tiempos de la Independencia,
la lucha entre facciones y jefes militares aparece como
una consecuencia de la falta de una burguesía orgánica.
En el Perú, la revolución hallaba menos definidos,
más retrasados que en otros pueblos hispanoamericanos,
los elementos de un orden liberal burgués.
Para que este orden funcionase más o menos
embrionariamente tenía que constituirse una clase
capitalista vigorosa. Mientras esta clase se organizaba,
el poder estaba a merced de caudillos militares”.
201
Material de Apoyo Historia Universal I
Concebido de esta manera el problema no llega
a ubicar mejor la propia cuestión del “militarismo”,
Por lo tanto parece justa esta apreciación de
Halperin Donghi para quien:
...”la militarización, elemento esencial del orden
posrevolucionario, refleja la complejidad - rica en tensiones
y contradicciones- que caracteriza a éste. Defender
a un orden en que las fuentes del poder están
dispersas y no han hallado aún el modo de entrelazarse,
y mucho menos de institucionalizar sus alianzas...
no es sin duda tarea fácil; lo es todavía menos cuando
el ejército destinado a este fin refleja demasiado bien,
en sus propias vacilaciones y contradicciones, las líneas
indecisas de este orden que no ha alcanzado su
madurez””.
El caso de México sirve por esto de puente
para el planteamiento de una nueva cuestión. Hasta
ahora hemos tomado ejemplos casi exclusivos de formaciones
que a la postre lograron consolidar su unidad
nacional sobre la base geográfica inicial, mas no
cabe perder de vista los procesos de desintegración
que se iniciaron con la división de la Gran Colombia y
culminaron con la “balcanización” de América Central.
Sobre este segundo caso vamos a formular algunas
reflexiones, dada la proyección histórica que reviste
en escala continental.
Comencemos por recordar que Guatemala,
Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica
ingresaron a la vida independiente como una entidad
política unificada que se denominó Federación Centroamericana,
y cuyas “dificultades hubieran debido ser
acaso menores”, puesto que “esta tierra no conoció
revolución ni resistencia realista. Sin embargo:
“La federación no tuvo tiempo para crear una
integración económica. Cada Estado vivió por su cuenta
y aun dentro de cada uno de ellos - sin caminos,
con muy pobre comercio exterior, atraso feudal en la
agricultura- tampoco se formó jamás una entidad real
ligada por intereses comunes”.
Carente de una base económica verdaderamente
unificadora, la Federación fue naturalmente víctima
de toda suerte de manifestaciones “regionalistas”
y “caudillistas”, a través de las cuales se expresaba la
heterogeneidad de una matriz estructural que comprendía
desde el sólido núcleo feudal guatemalteco hasta
el islote de producción mercantil simple localizado en
Costa Rica, pasando por los embriones de capitalismo
que empezaban a incubarse en El Salvador, “rincón
que proporcionaban la mayor parte de las exportaciones
ultramarinas de Centroamérica.
La diversidad de situaciones e intereses que
esta abigarrada base objetiva generaba, y sobre la cual
actuaron desde los inicios fuerzas exteriores, se expresó,
aunque muy grosso modo, en la pugna permanente
entre liberales y conservadores, que alcanzó su
clímax en la cuarta década del siglo XIX. En 1834 el
liberal Morazán se vio obligado a trasladar la capital
federal de Guatemala a San Salvador, en una suerte
de exilio interno que no dejaba de ser premonitorio:
estábamos asistiendo ya a los estertores de la Federación,
que poco tiempo después se desintegraría a
través de una serie de dolorosas paradojas.
En efecto, con el ulterior triunfo de las huestes
guatemaltecas de Rafael Carrera, ese “rey de indios”
que según Cardoza y Aragón no fue más que “un ave
presa incubada y sostenida para su servicio por el clero,
los ingleses y la aristocracia de parroquia”, la Federación
quedó definitivamente desintegrada y, lo que
es más grave aún, librada a los voraces apetitos del
colonialismo inglés. Los británicos no tardaron en instalarse
en el supuesto reino de los Mosquitos, ocuparon
parte de las costas de Nicaragua, Costa Rica y lo
que ahora es Panamá, y el propio Carrera se encargó
de entregarles, en 1859, el territorio de Belice ocupado
hasta hoy.
Y no eran sólo los ingleses quienes iban a
enseñorearse en esta desventurada región. Atomizada
y por tanto más débil que nunca, América Central sería
en adelante fácil presa de todas las ambiciones
imperialistas, estadounidenses en particular. El hecho
político de la ruptura de la Federación, determinado
por una compleja constelación de causas internas sobre
las que jamás dejaron de actuar elementos exteriores,
devino, a su turno y por sí mismo, una condición
propicia para el afianzamiento de un grado tal de
dependencia que prácticamente convirtió a toda el área
en una semicolonia norteamericana.
Incluso la nación que más distante parece estar
de esta situación, y que efectivamente se desarrolla
mejor que sus vecinos en todos lo planos por carecer
de un sustrato esclavista o feudal de envergadura, es
decir Costa Rica, no deja de sufrir las consecuencias
de una atomización regional que a la postre la reducirá
también a la condición de sociedad “cafetalerabananera”
algo más avanzada que las demás.
El cuadro doloroso de Centroamérica se completa
con la independencia formal de Panamá (1903),
a través de un proceso que en parte al menos corresponde
a una dinámica interna, que no es más que la
determinada por la autonomización que el capital comercial
ha alcanzado en esta área geográfica, hasta
entonces integrada políticamente a Colombia. Según
Ricaurte Soler:
“El proyecto (independentista, AC) es
indesligable de los intereses de la burguesía comercial
que espera, en su propio provecho, ver el Istmo
convertido en emporio universal. Este es también el
proyecto de la pequeña burguesía -en especial las
capas medias, los profesionales liberales, la burocracia-
que prevén mejores posibilidades en la autonomía
o independencia política. En el caso particular
de Panamá el proceso de identificación y afirmación
202
Material de Apoyo Historia Universal I
nacionales no encontró, como en otros países hispanoamericanos,
los obstáculos de un poder social
antinacional (trabajo esclavo y/o servil, mayorazgos,
propiedad amortizada, fuero eclesiástico, fuero familiar,
etc.). Pero, desde muy temprano, se reveló que si
la posición geográfica legitimaba un proyecto de comunidad
política, esa misma posición geográfica desencadenaba
fuerzas absorbentes que podrían desnaturalizarlos”.
Tal vez habría que decir que esta
desnaturalización estaba inscrita en el curso mismo
del proceso, y no sólo en razón de la voracidad de las
potencias capitalistas que habían puesto sus ojos en
el Istmo desde por lo menos 1846, mas también por
la índole de la fuerza social interna que impulsó y dirigió
el movimiento independentista. En efecto ¿en qué
consistía el proyecto fundamental de clase de esta
burguesía comercial, sino en vender la principal mercancía
que danzaba ante sus ojos y que no era otra
que esa arteria de la patria que pronto adquiriría la
forma de un canal? No por casualidad la Constitución
de 1904 consagró el estatuto semicolonial de la flamante
república al sancionar el “derecho” de intervención
del gobierno norteamericano cuando lo estimare
conveniente para “restablecer la paz pública y el orden
constitucional, si hubieren sido turbados”.
Además de los otros mecanismos de succión
de excedente económico, el imperialismo aseguraba
en esta forma una perpetua renta colonial y estratégicamente
remachaba el cinturón de seguridad
centroamericanoantillés que pasaba por Cuba y Puerto
Rico. Pero esto corresponde ya a una nueva fase
de nuestra historia, que analizaremos más adelante.
Aquí sólo nos interesaba destacar algunas líneas fundamentales
de un proceso que, al menos cuando uno
lo ve con ojos latinoamericanos, poco tiene de “mágico”
o “surreal”.
203
Material de Apoyo Historia Universal I
INSTRUCCIÓN: Partiendo del concepto Latinoamérica elige los conceptos
que conformarían tu mapa conceptual.
LATINOAMÉRICA FRASES
IMPORTANTES
Alonso Aguilar
“El Panamericanismo” en Cuadernos Americanos, México, 1965, p. 7.
“Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar a
la América de miserias en nombre de la libertad.”
Simón Bolívar.
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno
es la paz.”
Benito Juárez.
“De la tiranía de España supo salvarse la América Española; y ahora...
urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América Española
la hora de declarar la segunda independencia. “
José Martí.
“el modo de obtener un territorio es ocuparlo y después de tomar posesión,
entrar en tratos...”
Andrew Jackson
204
Material de Apoyo Historia Universal I
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaiseis
I. Lectura y análisis.
1.- Lee cuidadosamente los textos que se anexan
2.- Subraya los elementos sociales más importantes de color amarillo y de azul los culturales, que
se describen en las lecturas.
II. Actividades de profundización y refuerzo al tema.
1.- Se sugiere que los alumnos elaboren un cuadro sinóptico indicando las características sociales
más importantes de América Latina durante el siglo XIX.
2.- Solicitar a los alumnos resolver por escrito las preguntas del cuestionario sobre la lectura de
“Política y sociedad en América Latina (siglo XIX)”.
3.- Solicitar a los alumnos la lectura de algún cuento o novela de la época, de acuerdo a los títulos
que aparecen en la lectura, “Literatura en América latina (siglo XIX)”.
Resuelve las preguntas del siguiente cuestionario:
a).- Menciona las principales carreras profesionales elegidas por las familias de la elite después
de la independencia.
b).- Indica cómo se encontraba integrada la alta burocracia en el siglo XIX
c).- ¿Cuáles actividades eran monopolizadas por la burocracia terrateniente?
d).- Indica cómo se encontraba integrado el grupo más numeroso de inmigrantes durante el siglo
XIX.
e).- La elite social del siglo XIX se encontraba integrada por dos importantes grupos. Menciona
de qué grupos se trata.
f).- La estratificación social en las distintas naciones Latinoamericanas, mantenían cierta relación
con la educación. Indica algunas de sus características.
g).- Describe la situación social de la sociedad en el siglo XIX asociada con la producción de la
época.
h).- La estratificación social en Brasil se encontraba representada por algunos grupos principales,
menciona de qué grupos se trata.
205
Material de Apoyo Historia Universal I
La civilización aria está representada en el Brasil
por una flaca minoría de raza blanca a quien
correspondió el encargo de defenderla, no
sólo contra los actos antisociales — los crímenes—
de sus propios representantes, sino
también contra los actos antisociales de las
razas inferiores, sean éstos verdaderos crímenes
en el concepto de esas razas o sean, al
contrario, manifestaciones del conflicto, de la
lucha por la existencia entre la superior civilización
de la raza blanca y los esbozos de
civilización de las razas conquistadas o sometidas.
NINA RODRÍGUEZ
El blanco (en México) es propietario; el indio,
proletario. El blanco es rico; el indio, pobre,
miserable. Los descendientes de los españoles
están al alcance de todos los conocimientos
del siglo, y de todos los descubrimientos
científicos; el indio todo lo ignora... El blanco
vive en las ciudades en magníficas casas; el
indio está aislado en los campos y su habitación
son miserables chozas... hay dos pueblos
diferentes en el mismo terreno; pero lo que es
peor, dos pueblos hasta cierto punto enemigos.
F. PIMENTEL
La estabilidad social, ahora se ha hecho evidente, fue
una característica principal de la historia de América
Latina en el siglo XIX y siguió siéndolo hasta bien entrado
el siglo XX. Durante décadas después de la independencia,
las pocas familias dominantes -redes
sociales patriarcales y amplias de riqueza, educación,
poder y prestigio- establecieron ligas matrimoniales
entre ellas, produjeron hijos, los enviaron al puñado
de selectas escuelas secundarias de las capitales nacionales,
luego (en especial después de 1850) a alguna
de las facultades nacionales de leyes, medicina o
ingeniería de la única universidad nacional, para que
en última instancia hicieran carrera en el derecho y la
política, las finanzas o la medicina, o en empresas
agrícolas o ganaderas, y los inscribían en los pocos
clubes sociales selectos y conscientes del color de la
piel, y más o menos en este orden. Después los hijos
contraían matrimonio con primos hermanos, segundos
o terceros, que constituían prácticamente los únicos
elementos de su grupo de iguales, y el ciclo de
perpetuación y estratificación de la elite continuaba.
La rigidez social y el exclusivismo dominaban,
aunque no por completo. La elite sí daba cabida a blancos
selectos y capaces recién llegados, tal y como lo
había hecho la elite colonial. Éstos se filtraban en los
grupos terratenientes a través de los elementos comerciales
y financieros requeridos por una agricultura
de exportación que se acrecentaba lentamente y que
extendía sus vínculos hacia las provincias interiores y,
cruzando el Atlántico, hacia los centros económicos
de París Londres y Hamburgo. La aristocracia terrateniente
monopolizaba las filas de la alta burocracia, las
profesiones legales y los órganos ejecutivo, legislativo
y judicial del gobierno. Cuando las capitales nacionales
multiplicaron sus funciones como centros administrativos,
comerciales, financieros y de distribución, atrajeron
del extranjero la primera oleada de inmigrantes
del siglo XIX, elementos blancos, educados, con relaciones
ultramarinas y destrezas de poca oferta local:
comerciantes, médicos, ingenieros, educadores.
Los más numerosos eran los comerciantes.
Sin duda, los comerciantes ibéricos habían predominado
entre los inmigrantes coloniales; a pesar de su
acumulación de riqueza e influencia, los comerciantes
coloniales no poseían, sin embargo, lo que la sociedad
colonial juzgaba como la ocupación más prestigiosa.
El cumplimiento de una de las aspiraciones de
la independencia, un ilimitado contacto comercial con
el mundo exterior, le dio al comerciante en la América
Latina del siglo XIX ingreso pleno con sus propias condiciones,
como alguien que desempeñaba un papel
clave en las economías y sociedades en desarrollo.
Además, a diferencia de los comerciantes coloniales
que con frecuencia tenían una educación mínima adquirida
en la España o el Portugal subdesarrollados,
los comerciantes del siglo XIX representaban lo que
parecían ser centros europeos avanzados, modernos
y “civilizados”; con su mediación, la tecnología y civilización
de “Occidente” entraron a América Latina. Estos
esenciales inmigrantes blancos de Francia, Inglaterra,
Suiza, Alemania e Italia demostraron ser tan elegibles
y aceptables para las alianzas matrimoniales
con las familias terratenientes criollas como los peninsulares
en las épocas colonial y neocolonial.
POLÍTICA Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA
(SIGLO XIX)
Stanley J. y Barbara H Stein
La Herencia colonial de América Latina, México, Siglo XXI, 1997, pp. 170-181.
206
Material de Apoyo Historia Universal I
La elite también reclutó a unos cuantos miembros
de un segundo segmento social, los blancos de bajos
ingresos, médicos, abogados o militares. Eran el producto
de los pocos establecimientos educativos o escuelas
de adiestramiento fundados después de la independencia
para proporcionar cuadros que antes se hallaban
en su mayoría, aunque no exclusivamente, en las
metrópolis peninsulares.
La educación y los ingresos también allanaron el
camino de la movilidad ascendente para los mestizos y
mulatos adecuadamente “blanqueados”, cuyo número era
importante en todas partes de Iberoamérica a fines del
período colonial. La educación - como aun lo indica hoy
el porcentaje de la población en edad escolar de la América
Latina moderna- en general era un privilegio restringido,
no un derecho común. Era y es una medida de limitación
social, una barrera altamente selectiva al ingreso y
al status. En la mayoría de las naciones latinoamericanas,
entonces como ahora, la forma más eficaz para asegurar
la estratificación social rígida era la limitación de la
educación primaria y, con pocas excepciones (Argentina,
Chile), las asignaciones presupuestarias eran reducidas
al mínimo consecuente para mantener la competencia
de la elite política, social y económica. Se necesita tan
sólo contrastar la partida de los gastos presupuestarios
de las fuerzas armadas y la de la educación primaria para
comprender por qué las tensiones sociales en América
Latina fueron consideradas durante mucho tiempo como
asuntos de la competencia de la policía o las fuerzas armadas
nacionales.
Los mulatos alcanzaron fama en las guerras de
independencia, al igual que como doctores, abogados y
miembros de los congresos constituyentes de los años
subsecuentes. Su movilidad ascendente continuó en el
siglo XIX. En cierto sentido, en el Brasil neocolonial este
proceso fue sólo la ampliación y profundización de una
herencia colonial que aceptaba al mulato por su talento, y
porque la economía y sociedad coloniales requerían de
dicho talento. La sociedad colonial lo aceptó como al
mestizo, en parte porque las barreras legales de color
mantenían el flujo ascendente dentro de proporciones
tolerables o asimilables; en teoría, la destrucción de las
barreras raciales legales debiera haber acelerado el proceso
de la integración del negro y del mulato. Pero las
barreras de prejuicio que los blancos europeos habían
fomentado para limitar el flujo ascendente de hombre de
color, en especial de negros y mulatos, continuó en el
Nuevo Mundo obstaculizando la corriente en la América
Latina neocolonial.
El proceso de movilidad social ascendente del
mestizo y del mulato en la América Latina del siglo XIX no
debe recalcarse con exageración. Se le toleraba porque
era irreversible, porque pocos entre la clase superior preveían
la “corrientización” masiva de la elite nacional, porque
controlaban los empleos de status superior y porque
los estratos de color inferiores de la sociedad latinoamericana
no planteaban la amenaza de revolución desde
abajo, una vasta insurrección al estilo haitiano. En el Brasil,
los blancos adoptaron un papel prominente - de hecho,
predominante- como abolicionistas; un vigoroso abolicionista
mulato, Patrocinio, se convirtió en un ardiente
defensor de la monarquía después que la princesa regente
firmó el acta de emancipación de 1888; el sobresaliente
novelista brasileño del siglo XIX, el mulato Machado
de Assís, dejó sólo los reflejos más sutiles del problema
racial brasileño. Con esto sólo se sugiere que, aceptando
la realidad social, la elite absorbió a los mulatos y
mestizos ascendentes por coopción - otra práctica colonial.
La coopción avanzó lentamente en el siglo XVIII,
parece haberse acelerado un poco durante las décadas
de la independencia y posteriores para recompensar a
los elementos de las masas amerindias y negras que se
distinguieron en el servicio militar y desacelerado efectivamente
en el último cuarto de siglo, conforme la intacta
herencia colonial del racismo asumió una forma virulenta
cuando era apuntalada por la racionalización “científica”
y en algunas regiones por la llegada anual de cientos de
miles de europeos subdesarrollados y tradicionales pero
convenientemente blancos.
Tres factores interrelacionados ayudan a explicar
el florecimiento del racismo o, precisando más, del
pesimismo racial a fines del siglo XIX. En primer lugar, la
elite latinoamericana percibió que se estaba ampliando
la brecha entre el rendimiento económico de sus países
y el de los gigantes industriales de Europa occidental y
Norteamérica. El número de latinoamericanos de clase
superior enviados a Europa a estudiar o simplemente a
viajar creció a fines de siglo en proporciones nunca alcanzadas
durante el régimen ibérico; a su regreso a las
ciudades capitales o a las propiedades familiares del interior
la brecha entre civilización y retraso era tanto perturbadora
como inolvidable. El buque de vapor y el telégrafo
aumentaron el flujo de la información, tecnológica,
económica, literaria, de los centros progresistas y
modernizantes de la cuenca del Atlántico Norte; los diarios
y las publicaciones periódicas europeas, recibidos
con regularidad, hallaron su camino hacia el interior así
como hacia las ciudades capitales latinoamericanas y
servían como un constante recordatorio de la superioridad
de los pueblos blancos respecto de los pueblos en
efervescencia de cambio.
Al buscar las causas del atraso, la elite latinoamericana
señaló con precisión el segundo factor del racismo,
la “apatía, indolencia e imprevisión” de las masas.
Al catalogar las deficiencias de los amerindios, los negros
y sus mezclas (entre sí, y con los blancos), juzgó
que las razas trasmiten características culturales específicas
de generación en generación y que el atraso o subdesarrollo
latinoamericano era inevitable debido a la composición
de su población. La dotación de recursos humanos
era inadecuada.
207
Material de Apoyo Historia Universal I
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaisiete
I. Lectura y análisis.
1.- Leer en casa los textos, “El desarrollo industrial” y “Expansión territorial y económica de Estados Unidos”.
2.- Subraya las ideas más importantes que tengan relación con el tema.
3.- Elabora un listado de palabras desconocidas y busca su significado.
II Espacio y tiempo históricos
1.- Observa los mapas 1 y 2 y comenta con tus compañeros las diferencias y semejanzas de las
líneas limítrofes entre los años de 1787 y 1850.
2.- Calca un mapa y colorea: de color verde las trece colonias inglesas; de morado los territorios
comprados por Estados Unidos; de rojo los territorios anexados y de amarillo los “cedidos”.
3.- Ubica en tiempo la conformación territorial de Estados Unidos, tomando en cuenta la información
que aparece en tu mapa.
III Actividades de profundización y refuerzo del tema
1.- Completa la tabla cronológica que aparece al final del tema.
208
Material de Apoyo Historia Universal I
El desarrollo industrial en este periodo fue el resultado
del crecimiento de la población y de las ciudades, de la
revolución en los transportes y las comunicaciones y
del progreso de los sectores agrícolas y comercial y
financiero. Fueron también importantes las
aportaciones de la revolución industrial inglesa y los
aranceles federales que, aunque no de una manera
constante, trataron de proteger las manufacturas
nacionales y aumentar los fondos del tesoro.
El rendimiento industrial se aceleró de tal manera
que hacia 1860 equivalía a la tercera parte del producto
nacional bruto. Su transformación no fue sólo
cuantitativa, sino también cualitativa: de la manufactura
doméstica o artesanal destinada a la familia o pequeña
comunidad se evolucionó al sistema fabril. El cambio
se inició en las primeras décadas del siglo XIX, con el
establecimiento de la “producción hacia afuera”, que
convirtió al comerciante en intermediario. Deseosos
de satisfacer la creciente demanda y de incrementar
sus ganancias, algunos mercaderes se encargaron de
proporcionar la materia prima de los productores y de
colocar los bienes elaborados en el mercado. Los
artesanos comenzaron a perder no sólo su
independencia económica, sino también su nivel
social. Aunque trabajaban en sus casas y eran a
menudo dueños de sus utensilios, el mal pago y a
destajo, así como las largas horas de labor, implicaron
el menoscabo general de sus condiciones de vida.
El siguiente paso en el desarrollo industrial
norteamericano lo dieron también los comerciantes, que
con el propósito de aumentar la producción,
concentraron todas las etapas de la manufactura en
grandes talleres. Desde entonces los artesanos dejaron
de laborar en sus casas o en sus pequeños negocios.
Dependieron de un patrón, propietario de los medios
de producción, que a cambio de una jornada ardua y
extensa les entregaba un salario ínfimo. Vale añadir
que en esos años el trabajo se especializó. Por ejemplo,
en los talleres dedicados a la producción de zapatos,
algunos se dedicaban a cortar el cuero, otros a elaborar
las suelas, a coser o dar el acabado final.
Avance significativo, en la década de 1840, fue
la introducción de maquinaria para la manufactura. El
número de fábricas proliferó. Sus trabajadores dejaron
de ser artesanos para convertirse en obreros dedicados
a vigilar una máquina, y su forma de vida se deterioró
de manera paralela a la expansión económica. Sus
dueños no eran ya simples comerciantes, sino
empresarios cuyo interés prioritario era el industrial y
que con frecuencia delegaban en gerentes el manejo
de sus negocios.
A medida que las fábricas crecían y se
mecanizaba su producción el capital requerido para
financiarlas excedió los recursos de los individuos más
ricos. La solución consistió en la organización de
sociedades anónimas capaces de acumular dividendos
mediante la venta de títulos a gran número de
pequeños inversionistas, a quienes atraía el principio
de responsabilidad limitada. Aun cuando la mayoría
de las firmas industriales no se organizaron de esta
manera sino años después de la Guerra Civil, las
corporaciones comenzaron a multiplicarse, favorecidas
por la creciente facilidad conque se otorgaban licencias
de operación. Junto con el número de propietarios no
comprometidos directamente en las empresas,
aumentó la tendencia a separar la propiedad de la
administración. Se abrió de esta manera el camino
para que unos cuantos hombres de negocios agresivos,
dueños de sólo una parte de las acciones, asumieran
el control de una o varias compañías.
Si bien el desarrollo industrial norteamericano
se apoyó en el europeo, sus aportaciones a la
tecnología universal fueron abundantes. El número de
patentes pasó de 544 en 1830 a 25 250 en la década
de 1860. Resaltaron la máquina de coser, el telégrafo,
la prensa de vapor y los procedimientos para vulcanizar
el caucho y elaborar acero barato. Contribuciones
singulares fueron el método de las partes
intercambiables –que rápidamente se propagó cuando
El Whithey lo aplicó por primera vez en la fabricación
de pistolas (1798)- y la manufactura masiva de
máquinas – herramientas para otras industrias. El
EL DESARROLLO INDUSTRIAL
Angela Moyano Pahissa et al
Estados Unidos de América. Síntesis de historia I. México, Ed. Instituto Mora, 1998, pp.338-342.
209
Material de Apoyo Historia Universal I
resultado fue el incremento de bienes para el
consumidor: al disminuir el tiempo y la habilidad
necesaria para la manufactura, se pudo producir para
las mayorías a bajo costo y con buena calidad.
La industria nacional más importante antes de
la Guerra Civil fue la textil. Además de dar empleo, en
1860, a 115 000 obreros, sus fábricas proveían de un
mercado para el algodón del Sur y la lana del Noreste
y sus obreros consumían los cereales y la carne del
Medio Oeste. Generó la importante industria del vestido
–cuyo crecimiento se aceleró a raíz de la invención de
la máquina de coser- así como su gran demanda,
además de la fabricación de maquinaria.
La producción textil había iniciado su
transformación radical después de la guerra de 1812,
con la aparición de grandes mecanismos para hilar y
tejer movidos por energía hidráulica. El primer complejo
fabril que los utilizó fue construido en 1813 por la Boston
Manufacturing Company en Waltham , Massachusetts
que fue trasladada, en 1823, al recién fundado pueblo
industrial de Lowell, en el mismo estado. La corporación
se inició con el capital de 400 000 dólares, reunido por
Francis Cobot Lowell y otros ricos comerciantes de
Boston, que para eliminar los problemas de tiempo,
embarque, coordinación y control de calidad
característicos de la “producción hacia afuera”,
unificaron todos los procesos productivos en un solo
local y bajo una sola administración. Produjeron en
gran escala un paño ordinario, barato y resistente que
cubría de manera adecuada las necesidades de
campesinos, marineros y esclavos.
Establecidos en el área rural, los nuevos
industriales contrataron a las hijas de los agricultores
como obreras. Como deseaban evitar la degradación
a que habían llegado los trabajadores de Gran Bretaña
trataron de crear comunidades modelo: las jóvenes
eran alojadas en pensiones especiales y disfrutaban
de sanas distracciones, bajo la estricta supervisión
moral de la compañía. Este sistema paternalista,
adoptado en diversas fábricas de Nueva Inglaterra, se
abandonó en la década de 1850, cuando la llegada de
una corriente cada vez mayor de inmigrantes irlandeses
creó un excedente de fuerza disponible de trabajo.
Hacia 1860, las relaciones laborales se habían
deteriorado de manera fundamental.
Además de la textil, el país desarrolló,
ampliamente, diversas manufacturas. Botas, zapatos,
implementos agrícolas máquinas-herramientas, objetos
de madera, veleros, vidrio y una gran variedad de
bienes acabados de consumo.
Tuvo un papel crucial la industria siderúrgica,
ubicada principalmente en los estados de Pennsylvania
y Ohio, donde abundan el carbón y el mineral de hierro.
El hierro constituyó una materia prima indispensable
en la fabricación de husos, telares y máquinas de coser,
cosechadoras y sembradoras, despepitadoras de
algodón, máquinas de vapor, alambre, armas de fuego,
instrumentos filosos. Fue también definitivo para la
revolución de los transportes y la comunicación; tan
sólo en la década de 1850 los ferrocarriles utilizaron la
cuarta parte de la producción total. La creciente
demanda propició su expansión.
Otro recurso básico para el desarrollo industrial
fue el petróleo. Sin embargo, no alcanzaría
importancia sino hasta la Guerra de Secesión.
Descubierto en 1859 en Pennsylvania, hacia
1865 se había convertido en un recurso no
despreciable del comercio exterior. Comenzaba
a sustituir el aceite de ballena como
combustible y lubricante.
La industrialización caracterizó sobre todo al
Noreste. Si bien la agricultura todavía predominaba,
sus diversas manufacturas textil, del vestido, del hierro,
del cuero, etcétera- daban empleo al 75% de los
obreros fabriles de todo el país. Aunque carecía de
materias primas de importancia, Nueva Inglaterra, con
tierras pobres para el cultivo, favorecida en cambio,
por la abundancia de energía hidráulica y un activo
comercio resultó singularmente adecuada por la industria.
Los estados del Atlántico Medio, a pesar de
la competencia de la agricultura y del movimiento de
mano de obra hacia el Oeste, se vieron beneficiados
por sus riquezas minerales variadas, sus rutas comerciales
directas hacia el interior y sus mayores reservas
de capital y mano de obra.
El Medio Oeste no sólo actuó como proveedor
de materias primas y comprador de los artículos elaborados
en el Noreste, sino que, de manera paulatina,
inició su propia revolución manufacturera. Los
pequeños talleres y las fabricas proliferaron. La industria
de la harina se concentró en Rochester y St.
Louis y la de la carne -tanto envasada como de productos
derivados, tales como objetos de cuero, abonos,
velas, jabón, cola, manteca- en Cincinatti y
Chicago. Debido a los yacimientos de carbón cercanos,
Pittsburgh se convirtió en el corazón de la producción
de hierro.
La región obtuvo entre 1840 y 1860 la supremacía
internacional en la fabricación de maquinaria
210
Material de Apoyo Historia Universal I
agrícola. El arado de acero de John Deere gozó de
amplia aceptación, pues no sólo reducía el trabajo de
hombres y animales sino que aumentó el rendimiento
del suelo al removerlo a mayor profundidad. Hacía
1860 se vendían más de 13 000 por año. Simultáneamente.
Cyrus McCormick comenzó a producir segadoras
en gran escala, sin darse abasto con la demanda.
Se fabricaron también sembradoras, rastrillos giratorios,
cosechadoras y trilladoras.
La minería fue la industria más importante en el
Lejano Oeste en la década de 1850. Diez años antes
de la conquista norteamericana, los mexicanos habían
hecho varias excavaciones a lo largo de la costa
de California y encontrado oro en cantidades apreciables.
No obstante, fue el famoso descubrimiento en
el molino de Sutter, cerca de Sacramento, el 24 de
enero de 1848, el que atrajo una oleada de emigrantes
a la ex-provincia de México. Aunque no todos se
enriquecieron - como pretendían -, el metal californiano
convirtió a los Estados Unidos en el primer productor
mundial y lo ayudó, no sólo a nivelar su balanza internacional
de pagos, sino también a obtener en el extranjero
recursos indispensables para su revolución
industrial. Propició igualmente otros desarrollos mineros
- plata, cobre, más oro- en las montañas
Rocallosas: en Colorado, Utah, Nevada, Arizona y
Nuevo México. La mina de Nueva Almadén, en
California , descubierta en 1845, y una de las principales
productoras de azogue en el mundo, proporcionó
un insumo indispensable para el beneficio de los minerales
y, al encontrarse cerca de los yacimientos,
abarató los costos.
Antes del hallazgo de 1848, la minería estadounidense
carecía de un código legal o de precedentes
apropiados para regirse. El desorden propio de los
descubrimientos metálicos exigía la elaboración de
un sistema de ordenanzas y de una ley de minas. De
suerte que los norteamericanos tuvieron que adoptar,
de inmediato, las costumbres y los reglamentos mexicanos,
herederos de la gran tradición del pueblo español.
México les proporcionó también mano de obra,
técnicas y herramientas.
El Sur, proveedor de materias primas y comprador
de productos elaborados en el Noreste o en
Europa, producía en 1860 menos de 10% de las manufacturas
nacionales. Su casi exclusivo interés en la
agricultura, y la necesidad de emplear mano obrera
esclava en el cultivo de algodón, impidieron su crecimiento
industrial. Ello incidiría adversamente sobre
su capacidad bélica durante la Guerra Civil y sobre
sus posteriores oportunidades de prosperidad.
No obstante sus grandes logros, la industria
norteamericana de los tres decenios anteriores a la
Guerra Civil se hallaba todavía en una etapa de transición
y mostraba grandes contrastes, no sólo en el
ámbito regional, sino también en el tipo de producción.
De las grandes manufacturas, algunas -como las
textiles de algodón y de alimentos- estaban totalmente
mecanizadas, otras sólo en parte -botas y zapatosy
las restantes -madera- empleaban todavía una tecnología
rudimentaria. Al mismo tiempo que en algunas
zonas la fuerza de trabajo se convirtió en un simple
instrumento de producción, sin participar en la propiedad
de la fábrica, máquinas o herramientas, ni en
la administración o en el mercado, en otros lugares
muchos comerciantes dependían del sistema de “producción
hacia afuera” o se utilizaban métodos pre-industriales.
En la producción de acero, por ejemplo, la
abundancia y bajo precio de la madera, así como la
escasez de carbón mineral, impidieron la abundancia
de los altos hornos -predominando los pequeños, que
utilizaban carbón vegetal- y propiciaron la importancia
de hierro forjado y rieles de Gran Bretaña.
Debe añadirse que la presencia de la máquina
de vapor no significaba que se hubiese dejado de
depender ampliamente de la fuerza hidráulica. La organización
de corporaciones, la producción en gran
escala y el empleo de artículos elaborados en el proceso
manufacturero comenzaban a tener importancia.
De hecho, prevalecían las fábricas pertenecientes
a un solo propietario, transformadoras de materias
primas en pequeña escala. En realidad, la industria
en los Estados Unidos, hacia 1860, empezaba apenas
a madurar.
211
Material de Apoyo Historia Universal I
Mientras Latinoamérica se desenvuelve en forma
accidental y lenta, y a veces, se estanca y aun
retrocede… al sur del Río Bravo…. En Norteamérica
tiene lugar un proceso de expansión sin precedentes
en el nuevo mundo.
1) En 1803, se compra la Louisiana a Francia,
precisamente en el momento en que ésta pierde Haití
y cuando sus planes expansionistas en América sufren
por ello un duro golpe. Y por un enorme territorio de
cerca de un millón de millas cuadradas, Norteamérica
“paga” la ridícula suma de 15 millones de dólares.
2) En 1819 se da el segundo paso. Tras de frecuentes
incidentes fronterizos y largas negociaciones,
España cede sus posesiones localizadas al este de
Mississippi y renuncia a sus derechos sobre Oregon.
Como resultado de ello, Estados Unidos adquiere el
territorio de Florida, con 58,700 millas cuadradas, por
5 millones de dólares.
3) En 1846 el turno toca a Oregon: la ocupación
que conjuntamente mantenía hasta entonces Inglaterra
y Norteamérica, concluye bajo la presión de esta
última, y en el curso del año se llega a un acuerdo que
permite a Estados Unidos agregar a su ya gran territorio
otras 286,500 millas cuadradas, o sea una extensión
que incluía lo que hoy son el propio estado de
Oregon, Washington, Idaho y parte de Wyoming y
Montana.
4) En el mismo año de 1846 se inicia la guerra
contra México, una guerra francamente injusta, que
exhibe de cuerpo entero la agresividad de la política
norteamericana y el carácter violento del proceso de
expansión territorial a que nos referimos.
“El mundo entero sabe que México ha sido víctima
y que nuestro pueblo es el ladrón. México es la
Polonia de América. Servir como voluntario o votar a
favor de que se gaste un dólar para llevar adelante la
guerra, es traición moral… a los derechos de la humanidad”.
5) Como resultado de la agresión a México, Estados
Unidos obtiene primero Texas y poco tiempo después,
en 1848, otra gran porción de territorio. En conjunto,
Norteamérica incorpora unas 945, 000 millas
cuadradas en una vasta zona que comprende lo que
hoy son los estados de Texas, Arizona, Nuevo México,
California, Nevada, Utah y parte de Wyoming; y
después de apoderarse de esas tierras sin el menor
derecho,, “paga” por ellas 26.8 millones de dólares,
como si este modo se pretendiera legitimar la anexión.
6) En fin, en 1853, al firmarse el Tratado de
Gadsden o de la Mesilla, Estados Unidos adquiere de
México otro pequeño territorio fronterizo, y unos años
más tarde compra Alaska a Rusia, por la suma irrisoria
de 7 millones de dólares.
O sea que, aún haciendo caso omiso de Alaska,
en el curso de medio siglo el territorio norteamericano
aumenta diez veces, al adquirirse por diversas vías
cerca de 2.3 millones de millas cuadradas por el
comodo precio de poco más de 50 millones de dólares.
¿Qué es lo que determina esa política de expansión
territorial? ¿Qué fuerzas impulsan? y ¿por qué
se produce precisamente entonces, y no antes o después?
La guerra de independencia juega un papel muy
importante en la aceleración del desarrollo capitalista.
Al amparo de ella se amasan rápidas fortunas, se especula
con divisas y títulos de crédito, se hacen jugosas
operaciones comerciales y cobra impulso la industria
al volverse imposible o indeseable adquirir en
Inglaterra muchas mercancías. A partir de 1791, en
que Hamilton presenta al Congreso su famoso “Informe
sobre la Cuestión de las Manufacturas”, la política
de fomento industrial adquiere un gran relieve y en
unos cuantos años el nivel de los aranceles protectores
se duplica. Los argumentos de Hamilton en favor
del desarrollo industrial son tan sólidos, que en poco
tiempo se imponen a las opiniones de quienes -como
el propio Jefferson- defendían a la agricultura y veían
en esta actividad la mayor perspectiva para el naciente
Estado.
Bajo el impulso de condiciones en verdad excepcionales:
un momento histórico propicio, un clima democrático,
ausencia de una estructura feudal
enraizada, una eficaz política de promoción industrial,
vastos recursos naturales, una población creciente,
laboriosa y de un nivel de preparación relativamente
alto, y un rápido avance tecnológico, la economía norteamericana
se transforma en unas cuantas décadas.
Precisamente porque se vuelve indispensable la
búsqueda de nuevos mercados para una producción
cada vez mayor, el proceso de expansión territorial se
convierte en el camino “natural” para abrir más am-
EXPANSIÓN TERRITORIAL Y ECONÓMICA DE
ESTADOS UNIDOS
Alonso Aguilar Monteverde
Tomado de: “El Panamericanismo” en Cuadernos Americanos, México, 1965, p. 7.
212
Material de Apoyo Historia Universal I
plias perspectivas a la industria; y como el mercado
no sólo se forma por vías extensivas, o sea incorporando
nuevas áreas geográficas en las que pueda
compararse y venderse cada vez más, sino liberando
los recursos productivos y en particular la fuerza de
trabajo, hasta volverse fáciles objetos de cambio, la
expansión hacia el oeste adquiere una gran importancia,
pues es allí donde hay ricas tierras, bosques y
minas, y una abundante mano de obra, sujeta en buena
parte a un anacrónico régimen de esclavitud que
la mantienen al margen del mercado.
La concentración de la tierra, la explotación
despiadada de la población indígena y la lucha contra
la esclavitud que culmina en la guerra civil, juegan
un papel decisivo en el proceso de expansión de la
economía de Estados Unidos en los dos primeros tercios
del siglo XIX. “La tierra… era una de las diferentes
formas de hacer dinero; pero la especulación en
grande escala con las tierras demostró ser uno de los
más efectivos medios de acumulación.
La lucha contra la esclavitud fue otro hecho fundamental
en el proceso de expansión de Estados Unidos.
Aunque con frecuencia se piensa en ella como
una demanda que se justificaba por consideraciones
meramente humanitarias, que tendían dignificar a los
negros, lo cierto es que el propósito de liquidar la esclavitud
tenía motivaciones más objetivas y profundas,
ligadas a todo el fenómeno de formación de un mercado
interior capaz de asegurar la realización de una
producción cada vez más abundante y variada. “El
trabajo - había escrito Marx en El Capital, refiriéndose
a la situación norteamericana- no puede emanciparse
en el cutis blanco, donde el negro esta estigmatizado”,
y enseguida añadía que el desarrollo del movimiento
obrero se vería obstaculizado “en tanto que la
esclavitud desfigurara una parte de la República”. “La
validez de esta observación es obvia…; la esclavitud
impidió en forma definitiva el desarrollo de un movimiento
obrero militante, al desacreditar la dignidad de
trabajo manual y poner trabas al desarrollo de las
manufacturas… y al limitar las posibilidades de mercado”.
Resumiendo: entre 1790 y 1865, el capitalismo
industrial se afirma y desarrolla en grande escala en
Estados Unidos, y ese es el hecho fundamental que
subyace a la expansión territorial que convierte al país
del norte en una gran potencia, y el que explica por
qué las cosas han de tomar, a partir de las últimas
décadas del siglo, el curso que toman. Entre los rasgos
que caracterizan esa nueva fase del desarrollo
económico y social de Estados Unidos, podrían mencionarse
los siguientes: se transforma el régimen de
propiedad y explotación de la tierra; se inicia el desenvolvimiento
de la industria pesada, aunque es la
propiamente ligera la que cobra mayor impulso y crece
más aprisa; la industria textil, en particular, vive una
larga etapa de auge; se generaliza el empleo de la
máquina y a consecuencia de ello se eleva grandemente
la productividad. Se introduce el sistema de producción
en grande escala, se multiplica el número de
empresas medianas y la forma anónima de organización
desplaza rápidamente a las tradicionales sociedades
de personas. La producción aumenta con celeridad
en casi todas las ramas de la economía; pero,
a la vez, se advierte claramente la falta de uniformidad
en el proceso de desarrollo. La competencia se
agudiza y no sólo trae consigo notables avances técnicos
sino formas nuevas de explotación del trabajo.
El movimiento obrero adquiere fuerza y la lucha social
se acentúa, pues mientras los grandes magnates
sientan las bases de sus poderosos consorcios, la
población trabajadora obtiene en realidad pocos beneficios.
En otras palabras, la marcha incontenible de Estados
Unidos durante toda la primera mitad de siglo
XIX, no fue accidental. Lo que se buscaba en el oeste
eran ganancias, nuevos mercados, tierras baratas,
mano de obra abundante, ricos yacimientos minerales,
materias primas para la naciente industria del norte.
Las condiciones históricas necesarias para hacer
posible una rápida acumulación de capital estaban
presentes; el empleo de una política de fuerza, haría
el resto. Y la expansión territorial se realizó, precisamente
al amparo de esa política, conforme a aquella
cínica divisa de Andrew Jackson, sucesor del presidente
Lincoln, según la cual “… el modo de obtener
un territorio es ocuparlo y después de tomar posesión
entrar en tratos…”
213
Material de Apoyo Historia Universal I
Con la súbita emancipación de más de 300 000 esclavos,
Mississippi se ha creado un problema de gran
magnitud, de cuya adecuada solución dependen las
esperanzas y la futura prosperidad y bienestar de nosotros
y de nuestros hijos.
Bajo la presión de las bayonetas federales, apremiadas
por las simpatías mal encaminadas del mundo
a favor de los africanos esclavizados, el pueblo de
Mississippi abolió la institución de la esclavitud y declaró
solemnemente en su constitución estatal que “la
legislatura cuidará legalmente de la protección y la
seguridad de la persona y la propiedad del hombre
liberado y cuidará de éste y del estado contra cualquier
daño que surja a raíz de su súbita emancipación”.
Cómo se llevará a cabo esta importante estipulación
y requerimiento de la constitución es el problema
que se nos presenta para buscarle solución.
Debemos enfrentar la cuestión tal como es y no
como nos gustaría que fuera. La regla debe ser la
justicia. El negro es libre, nos guste o no; debemos
darnos cuenta de este hecho ahora y para siempre.
Sin embargo, el ser libre no lo convierte en un ciudadano
ni le da derecho a la igualdad social o política
con el hombre blanco. Pero la constitución y la justicia
sí le dan derecho a la protección y la seguridad de su
persona y de su propiedad, tan real como personal.
En mi humilde opinión, a ninguna persona, libre
o esclava, bajo cualquier forma de gobierno puede
asegurársele protección o seguridad en su persona o
propiedad excepto a través de un sistema judicial independiente
e ilustrado. En consecuencia, las cortes
deben estar abiertas para los negros. ¿Mas de qué
sirve abrir las cortes e invitar al negro a “demandar y
ser demandado” si no se le permite atestiguar y presentar
un testimonio tal que él o su abogado crean
esencial para comprobar la verdad y la justicia de su
caso? Sea negro o blanco el testigo, es la negación
del más elemental privilegio de libertad, un engaño sin
sentido, la burla más tonta.
[Como] una medida de política interna, ya sea
para la protección de la sociedad, debe permitirse y
requerirse que el negro atestigüe a favor o en contra
de blancos y negros de acuerdo a la verdad. Hay pocos
hombres viviendo en el Sur que no conozcan a
muchos criminales blancos que “hayan sido absueltos”
porque no se permitió el testimonio de un negro
en las cortes. Y ahora que el negro ya no se encuentra
bajo las restricciones ni la protección de su amo,
se convertirá en un incauto y en el instrumento del
despreciable y vicioso hombre blanco, que buscará su
compañía y saqueará nuestras tierras con total seguridad
de no ser castigado a menos que se le atrape a
través del testimonio del negro. Es un insulto a la inteligencia
y a la virtud de nuestras cortes y a los jurados
de hombres blancos el firmar o sospechar que no podrán
o no querrán proteger al inocente, ya sea blanco
o negro, contra la falsedad y el perjuicio de los testigos
negros.
El asunto de permitir el testimonio de un negro
para la protección de su persona y propiedad se hunde
en la insignificancia al lado del otro gran problema
ESPÍRITU NACIONAL DE ESTADOS UNIDOS
García Cantú Gastón
Tomado de: op. cit. p. 58.
“El episodio continuo de la sangre vertida a lo largo
del territorio: primero los indios; después los negros,
más tarde los mexicanos, induce a considerar que la
esclavitud quedaría marcada como el rasgo característico
de los Estados Unidos. La esclavitud y el lucro,
el primero de los bienes norteamericanos. Un
episodio que se repetiría obsesivamente en las aldeas,
pueblos y ciudades, el cual junto con las ideas de conquista
se manifestaba en el verdadero espíritu nacional
de Estados Unidos y la imagen futura de este
pueblo”.
JUSTICIA MAS NO-IGUALDAD PARA EL NEGRO
(20 DE NOVIEMBRE DE 1865)
Benjamin G. Humphreys
Tomado de Silvia Nuñez García op. cit., pp. 127-130.
214
Material de Apoyo Historia Universal I
de protegerlos a ellos y al estado contra los daños que
pudieran surgir a raíz de su súbita emancipación.
¿Cuáles son los daños que ya han surgido y de los
cuales debemos proteger al negro y al estado? La
respuesta es clara para todos: la vagancia y la pobreza
y sus inevitables consecuencias; el crimen y la miseria
cuelgan como un oscuro paño mortuorio sobre
lo que alguna vez fuera una tierra próspera y feliz, que
ahora está desolada.
Los esclavos emancipados han sido confiados
al cuidado protector de la Oficina de Hombres Liberados.
La ley civil y el hombre blanco ajeno a la oficina
han sido privados de cualquier jurisdicción sobre ellos.
Ved a vuestro alrededor y observad los resultados. La
ociosidad y la vagancia han sido los resultados. Abandonaron
los campos, ricos y productivos, y se fueron a
las buhardillas mugrientas y a los lúgubres sótanos de
nuestros pueblos y ciudades. De productores se convirtieron
en consumidores y, al aproximarse el invierno,
su única salvación del hambre y la necesidad son
las raciones federales, el robo y el pillaje. Los cuatro
años de guerra cruel, llevada a cabo bajo principios
de vandalismo vergonzante para la civilización de la
época, causó menos ruina y destrucción a los hogares
de los hombres blancos y menos destrucción y
degradación para los hogares de los negros que lo
que ha resultado en los últimos seis u ocho meses de
la administración de esta pesadilla negra. Muchos de
los oficiales asociados a esta oficina son caballeros
de honor e integridad, pero parecen ser incapaces de
proteger los derechos y la propiedad de los hombres
blancos contra las villanías de los despreciables y viciosos
con los que están asociados.
Lamento no poder asegurar por cuánto tiempo
más se permitirá que esta horrenda maldición gobierne
y arruine a nuestra infeliz gente más allá de lo que
las declaraciones públicas y privadas del presidente
Johnson permiten inferir: que “se retirarán todas las
tropas de Mississippi cuando, en opinión del gobierno,
se haya restaurado la paz y el orden y la autoridad
civil, y cuando éstas puedan mantenerse sin su presencia”.
En esta incertidumbre lo que aparentemente
satisfará a nuestro gobierno se relaciona con nuestra
lealtad y nuestra capacidad para mantener el orden y
la paz y la autoridad civil, siendo nuestro deber, según
la Constitución, no descuidar la protección del negro y
de nuestro estado contra los daños que surjan a raíz
de la súbita emancipación.
Me parece claro cuál es nuestro deber hacia el
Estado y hacia el hombre liberado, y respetuosamente
recomiendo: primero, que el testimonio de los negros
debe ser permitido en nuestras cortes no sólo
para protección de la persona y de la propiedad del
hombre liberado sino para la protección de la sociedad
contra los crímenes de ambas razas.
Segundo, que se estimule inmediatamente al
hombre liberado en la búsqueda de alguna ocupación
para sostener a su familia y la educación de sus hijos
a través de leyes que le garanticen amistad y protección.
Fijadle al liberto impuestos para el sostenimiento
de los hombres liberados indigentes o indefensos y
entonces, con una voluntad de hierro y la mano fuerte
del poder, encargaos del holgazán y del vago, y
obligadlos a obtener un empleo provechoso.
Tercero, aprobad una ley militar que permita que
el ejército proteja a nuestra gente en contra de la insurrección
o de cualquier combinación posible de viciosos,
ya sean hombres blancos o negros.
Antes de que toméis un receso, estimo de vital
importancia, la aceptación de estas medidas. Con
ellas, podremos asegurar el retiro de las tropas federales
y así, hacer que nuestro pueblo tenga nuevamente
esperanza y confianza en el futuro, y podamos
alentarlo a que se comprometa nuevamente con la
agricultura, de la que todos dependemos. Si no las
aceptamos, el futuro será incierto, ruinoso y desalentador.
215
Material de Apoyo Historia Universal I
El despotismo de la colectividad estadounidense iba
más allá de la discriminación y segregación racial y
étnica. Las mujeres eran también objeto de graves
ofensas pues, como en casi todo el mundo, se las consideraba
incapaces de ejercer los derechos ciudadanos
y útiles únicamente como reproductoras de la especie
y amas de casa.
En 1866, las mujeres formaron la Asociación
Americana Pro Igualdad de Derechos, que encaminó
su lucha a obtener el derecho a voto para ellas y para
los negros.
Después de que las enmiendas decimocuarta
y decimoquinta garantizaron el sufragio a los hombres
de color, el movimiento femenil se enfrentó a una grave
crisis.
Durante la séptima década del siglo XIX surgieron
agrupaciones femeninas más radicales, como la
encabezada por Elizabeth Cady Stanton y Susan B.
Anthony, denominada Asociación Nacional de Mujeres
Sufragistas, que exigían una Enmienda Constitucional
en favor del voto de las mujeres (1878), proponían
una legislación liberal para el divorcio y defendían
el amor libre.
La lucha de las mujeres se identificó con la de
los sectores sociales más oprimidos, por lo que la agitación
se extendió por todo el país.
AFIRMACIÓN DE LA UNIDAD NACIONAL
Silvia Núñez García
EUA. Documento de su historia socieconómica III, Vol. 6., México, Instituto Mora, 1988, pp. 15-19.
216
Material de Apoyo Historia Universal I
La revolución burguesa de Francia, a finales del siglo
XVIII, se desarrolló bajo el llamamiento a la libertad,
igualdad y fraternidad.
Sus ideas influyeron en cierta medida para el
desarrollo en Rusia de la ideología antifeudal. Sin
embargo, pronto se reveló la estrechez del espíritu
revolucionario de la burguesía. En 1812 Rusia fue invadida
por los ejércitos de Napoleón. Algunos años
antes se había proclamado emperador de Francia y
ambicionaba nuevos territorios, pues la burguesía francesa
necesitaba colonias. Por eso por parte de Rusia
se trataba de una guerra de liberación.
En la campaña de 1812 Napoleón tuvo que
habérselas no sólo con el ejército regular, al mando
del célebre fieldmariscal Mijaíl Kutúzov, sino también
con el propio pueblo ruso, que hizo gala de heroísmo,
firmeza y patriotismo legendarios. Particularmente
DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN RUSIA
Konstantín Tarnovski
Historia ilustrada de la URSS. Editorial de la Agencia de Prensa Nóvosti, 1982, pp. 43-45.
APRENDIZAJE
El Alumno valorará las consecuencias de la expansión de los países capitalistas dominantes.
Contenido temático: El capaitalismo en la Rusia Zarista y el colonialismo en Asia y África
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentaiocho
I. Lectura y análisis
1. Lee cuidadosamente las lecturas que se anexan.
1. Subraya las ideas más importantes.
1. Contesta las preguntas:
1.-¿Cuántas veces fue superada la producción metalúrgica de Rusia por la de Inglaterra para el año de 1860?
2.-Indica el kilometraje de las vías férreas de Inglaterra en 1861 y comparalo con el kilometraje de las vías férreas
que tenía rusia en el mismo año.
3.- ¿Cuál fue el objetivo del grupo secreto denominado”Sociedad del Sur”, y cuál era la vía para la liberación del
país, que importantes escritores rusos consideraban como única?
I. Actividades de profundización y refuerzo al tema.
1. Platica con tus padres o familiares adultos sobre la importancia de Rusia en el siglo XX y describe tus principales
pensamientos en relación con este país y la situación que se describe en las lecturas.
1. Localiza 3 notas hemerográficas que traten sobre la situación actual de Rusia e indica alguna reflexión.
cruenta fue la lucha por Moscú. En la batalla de
Borodino, a cien kilómetros al Oeste de la ciudad, el
ejército francés perdió 58,000 hombres, y cuando
Napoleón emprendió su humillante retirada de Moscú,
y el ejército ruso pasó a la contraofensiva, el “mazo
de la guerra popular”, según expresión del gran escritor
ruso León Tolstói, se levantó con toda su terrible y
majestuosa fuerza. Después de la batalla del río
Berezina el “gran ejército francés”, prácticamente había
dejado de existir.
La guerra de liberación terminó, pero no se terminó
con el régimen de servidumbre que, al contrario,
se había fortalecido. Mas la época del poder absoluto
de los partidarios de la servidumbre llegaba a su fin:
217
Material de Apoyo Historia Universal I
en el segundo cuarto del siglo XIX en Rusia se agrava
la crisis del régimen feudal de servidumbre.
Eso se expresó, en primer lugar, en el creciente
atraso de Rusia respecto a los países capitalistas desarrollados
de Europa Occidental. Si en el siglo XVIII
ocupaba el primer lugar por la producción de arrabio,
a principios del XIX la industria metalúrgica inglesa ya
la había adelantado y para el año 1860 la había superado
casi en doce veces. La línea férrea entre
Petersburgo y Moscú se inauguró en 1851 y en 1861,
en el país había unos mil quinientos kilómetros de vías
férreas, mientras que la red ferroviaria de Inglaterra
pasaba de los quince mil kilómetros, y la de Alemania,
de los diez mil.
La crisis del régimen de la servidumbre se manifestaba,
por otra parte, en el continuo aumento del
número de levantamientos campesinos, motines y
agitaciones en el ejército, hecho que preocupaba particularmente
a la autocracia.
En tercer lugar, esa crisis se expresaba en el
impulso que iba tomando la formación de una ideología
antifeudal, antizarista.
En diciembre de 1825 en Rusia tuvo lugar el
primer alzamiento contra la autocracia y la servidumbre,
encabezada por los oficiales de la nobleza, que
pasaron a la historia con el nombre de “decembristas”.
La acción fue preparada por los miembros de
sociedades secretas (las más importantes eran la “Sociedad
del Sur”, en Ucrania, y la del Norte, en
Petersburgo) que buscaban la abolición de la servidumbre
y la promulgación de una constitución por
medio del pronunciamiento. La muerte del zar Alejandro
I precipitó el levantamiento. Según el plan elaborado
por la “Sociedad del Norte”, los regimientos amotinados
debían ocupar la residencia real - el Palacio
de Invierno -, la fortaleza de los Santos Pedro y Pablo,
cercar el Senado y obligarle a publicar el “Manifiesto
al pueblo ruso”, en el que se declaraban abolidas la
autocracia y el régimen de servidumbre. En la madrugada
del 14 de diciembre salieron a la Plaza
Senátskaya (del Senado) unos tres mil soldados
insurrectos. Pero, a falta de resolución de los dirigentes,
los sublevados no pasaron a la acción resuelta. El
nuevo zar, Nicolás I, logró cercar la plaza con tropas
fieles a la autocracia y, después, acribillar a balazos a
los insurrectos.
Es difícil calcular la importancia de la insurrección
de los decembristas, quienes, según palabras del
escritor y revolucionario ruso, Alexandr Herzen, “despertaron
a toda una generación”.
En el país empieza el auge del movimiento social.
A la cabeza de éste estaba la literatura rusa, iluminada
por el genio de Alexandr Pushkin y una pléyade
de brillantes prosistas y poetas. En la primera mitad
del siglo Rusia conoció la poesía de Mijaíl
Lérmontov y Nikolái Nekrásov, la prosa y dramaturgia
de Nikolái Gógol, la crítica literaria y los ensayos de
Visarión Belinski. Después se oyó el toque de rebato
llamando a la revolución del “Kólokol” (La campana),
como tituló Alexandr Herzen su periódico ilegal, que
se imprimía en Londres; de las páginas de la revista
de Nekrasov, “Sovreménnik” (El contemporáneo) lanzó
su ardorosa prédica revolucionaria Nikolái
Chernyshevski. Herzen y Chernyshevsky anunciaban
la entrada en la lucha de los demócratas revolucionarios,
que consideraban que el único camino hacia la
liberación del país era el de la revolución popular e
hicieron mucho para su preparación.
En el país se iba creando una situación revolucionaria.
El gran atraso de la Rusia de aquellos tiempos
se vio claramente en la Guerra de Crimea, que
empezaron Inglaterra y Francia contra Rusia cuando
el zarismo intentó aumentar su influencia en la península
Balcánica. Para evitar el desarrollo de la lucha
revolucionaria, el gobierno se vio obligado a emprender
el camino de las reformas burguesas. La principal
de ellas fue la abolición del régimen de servidumbre
por el Manifiesto del 19 de febrero de 1861. A partir de
esa fecha, en la historia del país empieza un nuevo
capítulo: Rusia entra en su periodo de desarrollo capitalista.
218
Material de Apoyo Historia Universal I
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cuarentainueve
I Lectura y análisis de textos históricos.
India: de la industrialización al neocolonialismo.
♦ Lee con atención los textos anexos y contesta el siguiente cuestionario.
♦ ¿Cuáles eran las nacionalidades de los comerciantes que perdieron influencia con la llegada de la Compañía
de las Indias Orientales?
♦ Explica por qué los comerciantes ingleses lograron derrotar comercial y militarmente a los franceses en la
India.
♦ ¿Cuáles fueron las razones por las que el Gobierno de Bengala no expulsó a la Compañía de las Indias
Orientales?
♦ Explica las medidas económicas inglesas que provocaron un descenso en la producción del sector manufacturero
de la India.
219
Material de Apoyo Historia Universal I
[...] aunque el comercio era de escasa importancia para
la India (y, por supuesto, para Europa), era
importantísimo para dos grupos: los siete mil europeos
que aproximadamente se dedicaban al comercio en la
India, y el grupo todavía menor que en Londres se
ocupaba de las finanzas, el comercio y la política. Fueron
los intereses personales de esos hombres, en especial
de los que vivían en Bengala, los que provocaron
que a mediados del siglo XVIII el poder político
pasara de manos de los nawab de Bengala a las de la
Compañía Británica de las Indias Orientales.
[...] Los portugueses mantenían todavía sus
antiguas posesiones en la costa occidental, pero no
tenían ya influencia ni en la política ni en el comercio
de la India. Los holandeses, que habían disputado,
tanto a los portugueses como a los ingleses, en el siglo
XVII, el comercio con la India, concentraron sus
principales intereses en Oriente, en Java y las otras
islas, si bien siguieron manteniendo su influencia en
Bengala por medio de sus factorías de Chinsura y
Patna. Los daneses se habían esforzado por establecer
bases comerciales a principios del siglo XVII y su
factoría de Serampore tuvo importancia en primer lugar
para los comerciantes privados ingleses que trataban
de compensar el monopolio comercial de la Compañía
de las Indias Orientales, y más tarde para los
misioneros británicos, a los que no se permitía vivir en
Calcuta. Los franceses estaban en una situación diferente,
aun cuando el volumen de su comercio era poco
más de la mitad del de los ingleses. La rivalidad entre
franceses e ingleses en la India formaba parte de la
larga lucha que se llevaba a cabo en Europa y en
Norteamérica, y los franceses luchaban tenazmente
para impedir la expansión de la influencia inglesa. El
fracaso de los franceses para conseguirlo, a pesar de
la brillante victoria militar de Dupleix, puede explicarse
en parte por el dominio británico de las rutas marítimas,
que hizo posible que llegaran los refuerzos a la
India, y en parte por la posición comercial más ventajosa
de la Compañía Británica de las Indias Orientales
en la propia India. Su red comercial extendida por toda
Bengala hacía posible un comercio que proporcionaba
tanto dinero como suministros, por lo que, en gran
medida, las guerras con los franceses pudieron sostenerse
con recursos procedentes de la India.
El predominio de los comerciantes británicos en
Bengala durante el siglo XVIII provocó fricciones cada
vez mayores con el gobierno del nawab, que condujeron
a la crisis de 1756 en que el nuevo nawab, Sirajud-
Daulah, ocupó las factorías de la Compañía de las
Indias Orientales, incluida Calcuta, su centro más importante
en la India. La causa de la fricción era la creciente
autonomía de la Compañía, que había sido constituida
en virtud de privilegios comerciales especiales
que recibía de cuando en cuando de los mogoles y
que habían sido confirmados por el emperador en
1716. Los más importantes de esos privilegios eran
los de usar la ceca provincial para acuñar moneda, el
derecho a arrendar treinta y ocho pueblos en los alrededores
de Calcuta y el derecho a pagar todos los
impuestos sobre los productos del interior por medio
de una cantidad anual fija. El problema de la Compañía
era convencer a los nawab de Bengala de que
respetasen al arrendatario del emperador en una época
en que las órdenes imperiales habían dejado de
tener mucha fuerza; el problema de los nawab era
aprovecharse de la presencia de la compañía en el
país, sin limitar su propia soberanía.
Pero hacia 1740 estaba claro para la corte del
nawab que se estaba produciendo esa limitación.
[...] Si era ésta la situación, cabe preguntarse
por qué los nawab no expulsaron del país a la Compañía
de las Indias Orientales, o contuvieron su expansión.
Una de las razones era que, a pesar de sus
lamentaciones, los nawab y sus funcionarios encontraban
que la compañía constituía para ellos una cómoda
fuente de ingresos. Durante la guerra contra los
maratos, el nawab había obligado a la compañía a
proporcionarle el dinero necesario para pagar a sus
tropas durante dos meses; cuando los comerciantes
visitaban la corte tenían que hacer costosos regalos, y
en toda la provincia se solía sobornar a los funcionarios
públicos. Tampoco les hubiera convenido a los
nawab actuar contra los ingleses y no contra otras
compañías, pues sabían que los franceses hubieran
ocupado inmediatamente el puesto abandonado por
aquéllos. Pero la razón más importante era que el mismo
Alivardi Khan reconoció que no tenía poder suficiente
para destruir a los europeos, aunque lo hubiese
deseado.
LA LLEGADA DE LA COMPAÑÍA DE LAS INDIAS
ORIENTALES
Ainslie Embree T, et al
India. Historia del subcontinente desde las culturas del Indo hasta el comienzo del dominio inglés. México,
Ed. Siglo XXI, Col. Historia Universal, Vol. 17, 1974. Págs: 282-285.
220
Material de Apoyo Historia Universal I
“En Asia, los primeros pasos hacia el imperialismo los
realizó Gran Bretaña en la India. A finales del siglo
XVIII, William Pitt presentó una ley (India Act) que establecía
el control de la Corona sobre la Compañía
inglesa de las Indias Orientales. Ello favoreció la consolidación
y la expansión de la potencia inglesa en el
subcontinente indio. La conquista británica afectó a la
economía de la India; el resentimiento frente a la potencia
dominante desembocó, en 1857, en la sangrienta
revuelta de los cipayos, reprimida con dificultad al
año siguiente. Después de este episodio, la Corona
asumió todos los poderes de la Compañía y la administración
inglesa se dedicó con energía a una profunda
reorganización del país”.
“Más tarde, abandonando la política del anterior
Gobierno liberal, que había permitido a la India un
relativo desarrollo industrial (sobre todo en el campo
textil), Disraeli reestructuró completamente las relaciones
entre la metrópoli y la “perla” del Imperio. Poniendo
como único fin la grandeza de Gran Bretaña y
su crecimiento económico y financiero, acentuó y estableció
definitivamente un papel muy particular para
la India. Ésta debía tener la exclusiva función de proveer
a Inglaterra de materias primas, como algodón,
añil, opio, yute y té, comprando a su vez en la metrópoli
los productos industriales... La India, el mayor proveedor
de materias primas de Gran Bretaña y el mercado
más vasto y mejor organizado para sus productos,
estaba convirtiéndose en el pilar económico y político
de todo el Imperio”.
“La concesión a la reina Victoria, del título de
emperatriz de las Indias, dentro de los planes de
Disraeli, aparte de constituir la confirmación de que
los intereses ingleses habían logrado ya un asentamiento
internacional, era sobre todo un aviso a las otras
potencias: a partir de entonces ningún país podría
moverse en Asia sin tener en cuenta la presencia inglesa
en la India. Esta advertencia iba dirigida especialmente
a Rusia
PRESENCIA DEL CAPITALISMO EN LA
INDIA
José Pijoan.
Historia Universal. Barcelona, Salvat, 1980,T. 6, pp. 25-39
221
Material de Apoyo Historia Universal I
La segunda parte de la reconstrucción del modelo de
exportación - importación que impuso la incorporación
(de la India a Inglaterra) fue la decadencia del sector
manufacturero en las zonas que eran incorporadas.
Este tema se ha relacionado durante tanto tiempo con
la experiencia del subcontinente indio que puede ser
ilustrativo entender que esto no era, en modo alguno,
algo peculiar de la India. No obstante, comencemos
con el caso indio. Es claro que, antes de 1800, el
subcontinente indio era, según los estándares
mundiales, un centro de producción textil de primera
magnitud. En efecto, Chaudhuri sostiene que
“probablemente era el mayor productor mundial de
tejidos de algodón”. La decadencia fue súbita. Aunque
los años primeros de las guerras napoleónicas
contemplaron un breve auge de las exportaciones, los
acuerdos de Berlín, sumados a la competencia inglesa,
supusieron “el final de la exportación de artículos de
Surat a Londres”. Por lo que respecta a los artículos
de algodón de Bengala, “prácticamente
desaparecieron” de la lista de exportaciones de la
Compañía de la Indias Orientales alrededor de 1820
y, poco después, también de la de los exportadores
privados. Durante algún tiempo subsistió (o se inició)
un comercio de exportación de tejidos a China, pero
éste también desapareció, de manera que las
estadísticas muestran un descenso sostenido, con una
disminución del 50% del valor de exportación de
artículos de algodón entre 1828, y 1840, a partir de
una base ya muy reducida. Además, observando la
brusca decadencia de la producción de Bihar en el
siglo XIX, un área que nunca exportó a Europa, también
podemos ver el impacto en el mercado “interno”.
Una de las explicaciones es, simplemente, la
nueva ventaja tecnológica y competitiva de Gran
Bretaña. Smelser atribuye al telar automático el crédito
de la “conquista definitiva” de Gran Bretaña sobre el
mercado indio. Si esto es así, uno se pregunta por
qué los británicos tuvieron que recurrir a medidas
políticas para garantizar su supremacía en el mercado.
En 1830, Charles Marjoribanks testificó lo siguiente
ante el parlamento:
Hemos excluido las manufacturas indias de
Inglaterra mediante elevados y prohibitivos aranceles,
y fomentado la introducción de nuestras propias
manufacturas en la India. Mediante nuestra política
egoísta (utilizo la palabra con envidia) hemos derrotado
a los fabricantes nativos de Dacca y otros lugares e
inundado su país con nuestros artículos.
I N D I A
Immanuel Wallerstein
Tomado de: El moderno sistema mundial. México, Ed. Siglo XXI, 1998, pp. 208-209
222
Material de Apoyo Historia Universal I
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cincuenta
I. Lectura y análisis de texto histórico.
Lee con atención el siguiente texto y sigue las instrucciones:
• Identifica los elementos de la modernización que influyeron en el Japón.
• Identifica a las potencias interesadas en abrir y explotar el mercado Japonés.
• Realiza un ensayo de una cuartilla sobre los efectos de la modernización en la clase dirigente del Japón.
Durante la dinastía Tokugawa (1603-1867) los feudos, controlados directamente por la familia
Tokugawa, o indirectamente a través de daimios aliados o afines, formaron la base del dominio
de Japón. A los daimios menos fieles se les daban feudos alejados y eran sometidos a estrecha
vigilancia. Cada daimio era libre para gobernar el feudo familiar pero podía ser depuesto por el
sogún, al que tenían que visitar cada dos años en Edo (actual Tokio). El sogunado Tokugawa
proporcionó a Japón 250 años de paz y estabilidad hasta su finalización con la restauración
Meiji. ( “Japón bajo el dominio de los Tokugawa,” Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. ©
1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.)
223
Material de Apoyo Historia Universal I
... Decir que el Japón
1853 equivale a subrayar un proceso más universal,
en el que los propios japoneses intervinieron como
participantes activos y creadores. Porque, sin duda
alguna, los últimos años de historia japonesa reveló
algo más que un ciego esfuerzo, por parte de los japoneses,
de imitar los sistemas de la Europa occidental
y de la América del Norte.
En el Japón del siglo XX una tradición cultural
establecida desde hacía mucho tiempo y unas profundas
corrientes de cambio se mezclaron con las influencias
procedentes del Oeste para producir una sociedad
moderna que, de todos modos, conservaba su
propia identidad.
Históricamente, desde luego, fue en Occidente
donde las sociedades experimentaron por primera vez
los muchos e interrelacionados cambios que crearon
las condiciones modernas, y es difícil, ciertamente,
imaginar que el Japón hubiera iniciado las reformas
revolucionarias de los años 1860 y 1870, de no haber
sido por el
Japón, en los años de la crisis Tempo, hubiera estado
buscando a tientas algunas de las condiciones sobre
las que había de construirse la sociedad moderna, pero
carecía del impulso necesario para romper las restricciones
del sistema tokugawa. Este impulso vino por
primera vez de Occidente.
La situación moderna, que históricamente es el
resultado de la evolución de la sociedad occidental,
surgió de los cambios que se produjeron en Europa
durante el siglo XVIII. Las nuevas sociedades europeas
fueron, ante todo, el producto de las guerras de
consolidación del siglo XVIII, que forjó un nuevo tipo
de estado nacional, fueron el producto de unas revoluciones
sociales que llevaron al individuo a una más
estrecha participación en la vida nacional, sobre la
base de unas ideas de representación política, de educación
para todos y de servicio militar general; fueron
el producto de unas revoluciones espirituales que siguieron
la huella de la reforma protestante y del desarrollo
del pensamiento racionalista y científico; y, por
último, fueron el producto de una revolución económica
caracterizada por el desarrollo de la ciencia y de la
industria... Este fue el moderno
que tan dramáticamente alcanzaría al Japón, en 1853.
Podemos suponer que ningún pueblo, ni siquiera
los pioneros entre los modernizadores, fuese capaz
de sufrir los profundos cambios implícitos en la modernización,
sin las más perturbadoras consecuencias
internas. Para los pueblos no europeos, como el japonés
y el chino, la experiencia resultó aún más
traumática, porque les era impuesta, en mayor o menor
grado, por la influencia de una cultura extraña, radicalmente
distinta. Como para ellos la modernización
comenzó literalmente con la occidentalización, se agregó
un elemento de choque cultural que hizo doblemente
difícil y complejo el proceso de revolución de
las instituciones. Todas las sociedades de Asia que se
modernizaron posteriormente tuvieron que enfrentarse
con una serie de problemas notablemente similares,
cuando experimentaron el impacto occidental. La
intromisión de la esencia occidental en estos países,
toda vez que cada uno de ellos se vio obligado a abrir
puertos comerciales a la actividad mercantil de Occidente,
a abrir sus zonas interiores a los viajeros y misioneros
de Occidente, y, por último, a reelaborar sus
leyes y constituciones a imitación de las costumbres
occidentales. Las opuestas reacciones del Japón y de
China frente a aquellas intromisiones son especialmente
interesantes, toda vez que el Japón se había adherido,
durante largo tiempo, a muchas de las premisas
fundamentales del modo de vida chino.
En el siglo XIX, China y Japón se enfrentaron
por primera vez, con lo que podría llamarse su crisis
de identidad. En otras palabras, ambos países se vieron
obligados, en cierto modo, a conquistar una voluntad
de supervivencia frente a la presión occidental y a
rehacerse como entidades nacionales definibles. Además,
cada nación tenía que defender su identidad, si
quería mantener su seguridad en un ámbito hostil.
Aquellas iniciales crisis de identidad y de seguridad
no fueron fácilmente abordables, y sólo cuando nuevos
y enérgicos dirigentes pasaron a primer plano y
tomaron el mando de nuevos gobiernos, que tuvieron
la virtud de unir los recursos humanos y materiales,
antes diseminados, surgieron las nuevas naciones
dotadas de la necesaria capacidad para competir en
el mundo moderno.
Pero la nueva dirección no apareció hasta que
la vieja estructura política se derrumbó y hasta que se
debilitaron los intereses creados que habían predominado
durante tanto tiempo. Así pues, tanto en China
como en el Japón, la modernización se hallaba estrechamente
unida a la revolución política contra el viejo
régimen.
Sin embargo, apenas habían logrado consolidarse,
cuando las nuevas naciones se enfrentaron con
LA MODERNIZACIÓN Y EL JAPÓN
John Whitney Hall
Tomado de: El imperio japonés. México, Ed. Siglo XXI, Col. Historia Universal, vol. 20, 1992, págs: 191-195.
224
Material de Apoyo Historia Universal I
nuevos problemas del desarrollo moderno. El cambio
tecnológico y el crecimiento industrial eran esenciales
para sobrevivir económicamente. Fue necesaria una
constante evolución del sistema político para que los
nuevos ciudadanos respaldasen al Estado y su política.
Cambios, al principio, rápidos y principalmente inspirados
en los occidentales, y, luego, de ritmo más lento
y determinados cada vez más por las condiciones nacionales
propias, fueron necesarios para incorporar a
aquellos pueblos al mundo moderno. En otras palabras,
la occidentalización fue una fase de la modernización.
La velocidad con que el Japón resolvió estos
problemas de modernización ha asombrado al mundo.
Como resultado de muchos y especiales factores
–la situación y las dimensiones del Japón, el peculiar
momento de la llegada de Perry, y, sobre todo, las particulares
circunstancias en que se producía la intromisión
occidental-, la reacción del Japón ante el impacto
de Occidente fue, desde el principio, rápida y precavida.
Las crisis iniciales de modernización se resolvieron,
pues, con un mínimo de vacilaciones o de falta
de decisión. Entre 1853 y 1877 el Japón superó su
doble crisis de identidad y de seguridad interna. Entre
1868 y 1890 la adopción de reformas sociales, económicas
y educativas de largo alcance permitió al Japón
enfrentarse con las crisis del desarrollo económico y
de la participación popular. En 1890 el Japón se hallaba
en condiciones de lanzar su programa de industrialización
pesada, y, al mismo tiempo, de comenzar a
afirmar su independencia en los asuntos internacionales.
Entre 1894 y 1905, tras haber derrotado a China
y a Rusia, y de haber concluido un tratado de alianza
con la Gran Bretaña, el Japón se había incorporado
a las potencias occidentales, sobre un pie de igualdad
con ellas... Volviendo la vista atrás puede decirse
que la característica más notable de la reacción del
Japón ante el impacto occidental había sido su éxito
al mantener la cohesión nacional en el momento crítico
de la transición del orden político tradicional al moderno,
en el momento en que tantos otros países habían
caído en la guerra civil. La
japonesa casi no había sido una revolución, en absoluto,
pues se había mantenido limitada al interior del
antiguo grupo que ejercía el poder, la clase samurai, y
se basaba en la sólida permanencia de los símbolos
de lealtad y de los valores políticos... Las mismas décadas
que habían despertado el Japón a un sentimiento
de crisis interna le habían revelado también la existencia
de una nueva amenaza extranjera. La inicial
política aislacionista de los Tokugawa había estado
dirigida contra las antiguas potencias coloniales y se
había mantenido con pequeñas dificultades, durante
más de un siglo. Pero a finales del XVIII, los japoneses
tuvieron que darse cuenta de que el mundo que
les rodeaba había cambiado; un nuevo grupo de potencias
extranjeras había comenzado a adentrarse en
aguas japonesas, con el propósito de derribar el muro
de aislamiento del Japón. Aunque no se había visto
obligado, hasta 1853, a enfrentarse directamente con
la nueva crisis extranjera, había existido una creciente
inquietud en el país durante más de medio siglo antes
de la llegada de Perry, porque el ritmo de las intrusiones
extranjeras en aguas japonesas había aumentado y
la frecuencia de incidentes en que se hallaban implicadas
potencias extranjeras había llegado a ser alarmante...
... Los ingleses, habían comenzado a explorar
las aguas costeras japonesas. Durante el siglo XVIII,
tras haber dirigido su atención al Asia Oriental, los ingleses
expulsaron rápidamente del comercio de Cantón
a franceses y holandeses. Durante las guerras
napoleónicas los ingleses ocuparon Java, por poco
tiempo, e impidieron a los holandeses enviar sus barcos
mercantes a Nagasaki... La concentración del interés
británico sobre China, durante los años de 1830
y los 1840, y, en especial, tras el estallido de la Guerra
de Opio (1839-1842), alivió, momentáneamente, la
presión directa británica sobre el Japón. Así pues, ocurrió
que fueron los Estados Unidos los que se convirtieron
en la nación occidental más directamente responsable
de la apertura del Japón. El interés americano
por el Japón había ido aumentando desde hacía
algún tiempo. Sus barcos habían intervenido en el
comercio con Cantón desde las últimas décadas del
siglo XVIII, y sus balleneros habían entrado en el Pacífico
septentrional, poco tiempo después. Con la apertura
de los puertos francos chinos, se iniciaba una
nueva era en el Extremo Oriente, no sólo para los ingleses,
sino también para los americanos...
... El interés de los Estados Unidos por el Japón
se debía a un buen número de consideraciones. Había
los problemas prácticos concernientes al comercio
con China y a la industria de la pesca de la ballena:
protección de los marineros que hubieran naufragado,
la necesidad de abastecimiento, y, por último, el
deseo de disponer de puertos para la carga del carbón.
Había también la esperanza del comercio. Sin
embargo, tras el esfuerzo por abrir el Japón, se encontraban
dos factores, menos tangibles, pero que
constituían la fuerza motriz fundamental. Uno era lo
que podría llamarse el sentimiento del destino, la creencia
de que lo ocurrido en China era inevitable y de que
la luz de la civilización y del progreso occidental tenía
que brillar, al fin, sobre todos los pueblos. Por consiguiente,
la obstinada negativa del Japón a tratar con
el mundo civilizado y a compartir sus puertos con otros,
parecía moralmente condenable. En segundo lugar,
había las presiones de rivalidad nacional entre las
potencias occidentales, que empujaban a los Estados
225
Material de Apoyo Historia Universal I
Unidos a actuar en el Pacífico de acuerdo con las líneas
de su destino manifiesto.
Los americanos habían hecho algunos inútiles
intentos de entablar relaciones con los japoneses. En
1837 el barco mercante Morrison, transportando náufragos
japoneses, entró en la bahía de Edo, pero fue
rechazado por las baterías de Uraga. En 1846 el comandante
Biddle, con dos barcos de guerra americanos,
se acercó a Uraga, pero, renunciando al empleo
de la fuerza, se retiró sin obtener concesión alguna.
Dentro de este contexto, el Presidente Fillmore ordenó
al comandante Matthew C. Perry, en 1852, que se
pusiese al mando de una expedición, en un supremo
esfuerzo encaminado a romper el aislamiento del Japón.
El comandante Perry, con su escuadra de cuatro
barcos, dos de los cuales eran fragatas a vapor, ancló
frente a Uraga, el día 8 de julio de 1853, y exigió el
derecho de presentar una carta del presidente Fillmore
al
poder, enfrentándose a los japoneses con su
irresistible fuerza, simbolizan la nueva capacidad de
las potencias occidentales de violar, a su capricho, la
tierra de los kami.
Cuando en Edo se recibió la noticia de la llegada
de los americanos, la ciudad sufrió una gran conmoción.
Y en las residencias de los samurai y en las
escuelas de esgrima, muchos se jactaron de que el
enemigo sería expulsado de las puertas de Edo, por
la fuerza. Pero los funcionarios del bakufu que estaban
obligados a negociar con Perry sabían muy bien
que el Japón había llegado a un momento de crisis. El
bakufu no había permanecido ignorante de la amenazadora
llegada de Perry, ni del cambio de las condiciones
mundiales. En 1842 Mizuno Tadakani había suavizado
la orden de expulsar a todos los barcos extranjeros,
reconociendo el temor del Japón en relación con
las potencias occidentales. En 1844 el gobierno holandés
había enviado un barco de guerra a Nagasaki,
que llevaba una carta del Rey de Holanda en que hablaba
de la Guerra del Opio y exhortaba a los japoneses
a abrir sus puertos, antes de verse obligados a
ello, como en el caso de China.
En 1852 los holandeses advirtieron al shogunato
de la misión de Perry y le revelaron el contenido de las
demandas que iba a plantear. Sin embargo, el gobierno
Tokugawa no estaba preparado para enfrentarse
con Perry, ni psicológica ni militarmente.
La presencia de los barcos americanos en Uraga
revelaba la inutilidad de las defensas costeras, apresuradamente
dispuestas, y demostraba la total vulnerabilidad
de la ciudad de Edo ante un ataque extranjero
o ante la cadena de hambre mediante un bloqueo.
Abe Masahiro (1819-1857), que, como jefe de los Consejeros
Ancianos, tenía la responsabilidad de tratar con
Perry, se percató de que carecía de los medios necesarios
para mantener incólume la política aislacionista.
Cuando Perry abandonó Uraga, después de entregar
la carta del presidente, con la promesa de volver
pronto a recoger la respuesta, había puesto en movimiento
una cadena de acontecimientos que pronto
abrirían el Japón al mundo y provocarían el hundimiento
del shogunato Tokugawa...
...En 1871 los últimos restos del sistema
Tokugawa desaparecieron, con la abolición de los dominios
de los daimyo. La nueva dirección que tomó el
poder en 1868, procedió a crear un estado nacional
unificado y a poner en práctica reformas fundamentales,
con el propósito de encaminar al Japón por la
ruta de una modernización rápida. Estos acontecimientos
son conocidos con el nombre de Restauración Meiji.
226
Material de Apoyo Historia Universal I
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cincuentaiuno
I Lectura y análisis de texto histórico.
China: la lucha por la apertura comercial en Asia.
Lee con atención y sigue las instrucciones:
• Identifica a las potencias europeas interesadas en abrir el mercado chino.
• Explica por escrito la forma en que Inglaterra logró obtener privilegios comerciales del imperio chino.
• Elabora un breve ensayo sobre la utilización del opio como medio para lograr la apertura comercial de China.
227
Material de Apoyo Historia Universal I
Los dos emperadores que gobernaron durante la primera
mitad del siglo XIX fueron monarcas hábiles y
astutos; y si el imperio se derrumbó, ello no se debió a
los errores y debilidades de Yung-yen (1760-1820;
gobernó desde 1796 hasta 1820 bajo la divisa Chiach’ing)
y Ming-ning (1782-1850; gobernó desde 1821
hasta 1850 bajo la divisa Tao-kuang). Entre 1802 y
1834 la población aumentó en cien millones de habitantes
alcanzando la cifra de 401.008.574, pero la productividad
de la economía que seguía siendo predominantemente
agraria, no pudo elevarse en la misma
proporción, ni mucho menos...
... Quizá la precaria situación económica hubiera
podido mejorarse algo mediante un comercio exterior
sabiamente guiado e intensificado. Pero tampoco
en este caso logró el gobierno Ch’ing zafarse de las
cadenas de la tradición, cuyo ideal en materia de política
económica implicaba la autarquía del imperio. La
carta dirigida al rey Jorge III, que Ch’ien-lung entregaba
a Macartney en 1793, expresaba que el imperio
(chino) producía de todo en abundancia y no confiaba
nunca en las mercancías de los para la
satisfacción de sus necesidades.
Por entonces los ingleses habían alcanzado ya
una posición absolutamente dominante entre las potencias
occidentales que practicaban el comercio con
China. Pero fracasaron todos sus intentos de acrecentar
el mercado chino para sus productos industriales,
así como de lograr reducciones de tasas aduaneras
reguladas por un pacto. Igual fracaso sufrió una
nueva delegación enviada en 1816, encabezada por
William Pitt, conde de Amherst. La compañía de las
Indias Orientales que detentaba el monopolio del comercio
inglés con China tenía establecida su organización
en Cantón desde 1876. Exportaba a China predominantemente
estaño, plomo, telas de lana (de
Yorkshire) y telas de algodón, importando de allí principalmente
té (23.000.000 libras en el año 1800, por
un valor de 3.665.000 libras esterlinas). En tales condiciones,
la balanza comercial china conservaba un
saldo activo y la plata afluía al país en cantidades considerables.
Esta situación se modificó considerablemente
cuando la compañía de las Indias Orientales,
LA CHINA HUMILLADA:
LA PRIMERA GUERRA DEL OPIO
Herbert Franke et al
Tomado de: El imperio chino. México, Ed. Siglo XXI, Col. Historia Universal, vol. 19, 1984, págs: 302-305.
que estaba establecida en Bengala desde mediados
del siglo XVIII (en 1757, primeros derechos territoriales;
en 1765, administración civil en toda la baja Bengala
y Bihar), comenzó a ampliar enormemente sus
exportaciones de opio a China.
El opio se conocía en China desde la época de
T’ang, dándosele un uso medicinal. Junto al consumo
de tabaco se hizo habitual también fumar opio, y en
1729 Yung-cheng ya había dictado un edicto contrario
a ello. En aquel tiempo se introdujeron anualmente
unas 200 cajas, pero de 1780 a 1810 el número aumentó
a 4.000-5.000 cajas por año (cada caja contenía
alrededor de 65 kilos). En 1796, 1814 y 1815 se
publicaron severos decretos contra el tráfico de opio,
que, sin embargo, continuó floreciendo a partir de entonces,
poco menos que sin dificultades, por la vía del
contrabando, pues muchos funcionarios se beneficiaban
encubiertamente con ello.
La compañía de las Indias Orientales liberó, a
partir de 1816, el tráfico de opio, adquiriendo éste, de
esta forma, nuevo impulso. En 1834 se importaron
aproximadamente 22.000 cajas, en 1838 más de 4.000.
El punto crítico se sitúa alrededor del año 1825: la
balanza comercial china se tornó súbitamente negativa,
y en adelante esta situación se fue acentuando sin
ningún freno. En el segundo decenio del siglo XIX aún
entraron en China casi diez millones de onzas de plata,
pero salió casi la misma suma sólo entre 1831 y
1833. El precio de la plata constituye un buen barómetro
de este proceso: en 1779, una onza de plata
equivalía en Pekín a 880 monedas de bronce; en 1822,
la equivalencia se situaba entre 2.000 y 3.000 monedas
de bronce.
Aunque las consecuencias que tuvo el consumo
de opio en la salud fueron bastante graves, han
sido, de todas formas, exageradas con considerable
frecuencia. Se estima que en el año 1835 existían
aproximadamente dos millones de fumadores de opio.
Pero fueron sencillamente devastadores los efectos
ejercidos por el contrabando de opio sobre la burocracia,
que cuanto más ganaba en este negocio, tanto
más irresistiblemente se corrompía. En la Corte no se
228
Material de Apoyo Historia Universal I
llegaba a un acuerdo sobre la política a seguir frente a
este problema. Había tres corrientes: una que quería
legalizar el tráfico del opio; otra que abogaba por una
prohibición estricta y general, y, por fin, una tercera
que propugnaba el mantenimiento de la situación
existente, es decir, la prohibición oficial junto con una
aplicación laxa de tal prohibición. La concepción del
primer grupo alcanzó su mejor expresión en un memorándum
elevado en 1836 por cierto Hsü Nai-chi, en
el cual se recomendaba particularmente instaurar un
comercio basado en el intercambio –que se legalizaría-
y que al mismo tiempo detendría la salida de la
plata. Esta proposición no fue aceptada, principalmente
por la influencia ejercida por el segundo grupo. Este
tenía por interlocutor a Lin Tse-hsü (1785-1850), que
fue llamado a Pekín en 1838, y en 19 audiencias logró
grangearse, en principio, la voluntad del emperador. A
continuación, Lin fue enviado a Cantón, llegando en
1839 con carácter de comisario imperial con poderes
especiales. Su rival allí era el encargado de negocios
inglés Charles Elliot. Lin le forzó a entregarle el opio
almacenado en las factorías, 19.179 cajas y 2.119 sacos,
y los mandó destruir. Además, Elliot y todos los
británicos tuvieron que abandonar Cantón en mayo
de 1839. La situación se vio agravada por un incidente
en el que resultó herido un chino y por la expulsión
de los residentes ingleses en Macao; los primeros disparos
se produjeron pocos meses más tarde.
No es necesario describir detalladamente las
operaciones bélicas que se desplegaron posteriormente.
Éstas se efectuaron al comienzo en la desembocadura
del río de la Perla, y en 1840 los ingleses las
desplazaron hacia las costas de Chekiang, donde ocuparon
Ting-hai (en las islas de Chou-shan). Después
de una demostración naval realizada por los británicos
en el puerto de Tientsin, se iniciaron negociaciones
en las que el consejero de Estado manchú Ch’ishan
no quiso allanarse sin más a la exigencia de que
fuese cedida Hongkong. Los ingleses, que buscaban
una victoria neta, atacaron en 1841 varios fuertes situados
sobre la desembocadura del río de la Perla y
tomaron Amoy, Ning-po y nuevamente Ting-hai, que
entretanto habían evacuado de nuevo. Desde allí amenazaban
Hang-chou, y remontaron el Yangtse con sus
naves. Cuando, en agosto de 1842, pasaron frente a
Nanking con 80 buques al mando de Henry Pottinger,
I-li-pu (Elipoo) transmitió, en nombre del emperador
chino Tao-kuang, la propuesta de celebrar conversaciones
de paz, lo que equivalía a una capitulación.
Aun teniendo en cuenta lo mal armadas que estaban
las tropas chino-manchús, los ingleses, con su
pequeño ejército, no hubiesen podido alcanzar éxito
alguno de no ser por la disposición a capitular que
mostraban influyentes círculos de la corte. Había terminado
por imponerse el tercero de los grupos antes
mencionados, dentro del cual pesaban decididamente
los altos funcionarios manchús Mu-chang-a (1782 a
1856) y Ch’i-ying (m. 1858). Las consecuencias de la
derrota fueron muy graves: China tuvo que ceder
Hongkong a Inglaterra, pagar indemnizaciones de guerra
por un valor de 21 millones de dólares de plata,
abrir en Fu-chou, Amoy, Shanghai y Ning-po cuatro
nuevos puertos al comercio exterior, garantizar la aplicación
de tasas de aduanas fijas y abolir el monopolio
de los Co-hong. El tratado suplementario de Hu-men
aseguró en 1843 a los ingleses la cláusula de la nación
más favorecida, según la cual los privilegios otorgados
a otro Estado corresponderían automáticamente
también a Inglaterra, junto con la jurisdicción consular
y algunos otros derechos de extraterritorialidad. Se trata
del primero de los tratados designados posteriormente
por los chinos como
sido impuestos por la fuerza; a éste pronto le siguieron
otros tratados del mismo tipo.
Las llamadas guerras del Opio recibieron ese nombre
por haber sido el contrabando de dicho narcótico el
origen de dos conflictos que enfrentaron al Imperio Británico
con el gobierno chino de la dinastía Qing desde
1839 hasta 1843 y entre 1856 y 1860, respectivamente.
La derrota china en ambas guerras supuso la apertura
forzosa de ese país asiático a los intereses comerciales
de los principales estados occidentales.
229
Material de Apoyo Historia Universal I
APRENDIZAJE
El Alumno conocerá las expresiones científicas, artísticas y de vida cotidiana que caracterizan al siglo
XIX.
Contenidos temáticos
Manifestaciones en la ciencia. arte y vida cotidiana de fines de siglo
Ejercicios y sugerencias de aprendizaje número cincuentaidos
.
EL ARTE DE AQUELLOS AÑOS: UN BOTÓN DE MUESTRA
Los años entre 1830 y 1870 significan en Europa el
auge del romanticismo y su crisis (más o menos hasta
1848) y sobre todo el advenimiento de nuevas formas
de expresión artística como el realismo y el naturalismo.
Sin duda, Francia es uno de los países más representativos
de estos años en cuanto a realizaciones
artísticas, lo cual no significa que no hubiera
creativos en otros países. Pero es ahí donde parecen
concentrarse los ejemplos más interesantes: novelistas
como Honoré de Balzac, Emile Zolá o Gustave
Flaubert, sin duda los escritores que marcaban la pauta
en una Europa sumamente contradictoria.
Lo que intenta imponerse –y lo logra- es una visión
más real (realista) de las cosas. El artista no “imagina”
la realidad, sino que la presenta, a veces con
toda su crudeza.
Es lo que se ha denominado el realismo artístico,
del que presentamos sólo un botón de muestra: la
pintura de Gustave Courbet: “El taller del pintor”. En
esta obra, el pintor (es decir, el artista) observa la realidad
para reproducirla. Esta se representa por diversos
personajes.
El resto, trata de interpretarlo tú solo. Seguro que podrás.
230
Material de Apoyo Historia Universal I
GLOSARIO
ACCIONES. Documentos que acreditan la propiedad de
una empresa.
AMNISTÍA. Perdón
APOLOGISTA. El que alaba (hace una apología) de algo
o alguien
ARANCELES. Tarifa oficial que establece los derechos a
pagar en varios ramos, como el de costas judiciales,
aduanas, etc.
ARMISTICIO. Suspensión de hostilidades, de acciones
bélicas.
BOLCHEVISMO. Pertenencia o simpatía por los postulados
del partido bolchevique. Partido comunista ruso.
CANTONALISTA. Perteneciente a los cantones. Cantón
es la división administrativa de algunos países, como
Suiza.
CARDADO. De cardar, peinar con la carda. La carda es
un cepillo metálicas.
CATALIZADOR. Cuerpo que produce una catálisis, una
reacción química.
CENTURIA. De cien años. Siglo.
COERCITIVO. Que ejerce coerción. Uso de la fuerza.
COLISIÓN. Choque.
CONDADO. División administrativa de algunos países,
como Inglaterra y Estados Unidos. La palabra está
relacionada con el conde, título de nobleza, su poseedor
controlaba un condado.
DIETA. Asignación (sueldo) a diputados o senadores.
DISENSIÓN. Desacuerdo, oposición.
ESTAMENTO. Capa de la tierra, o capa social (fracción
de clase social).
EXTRÍNSECO. Se refiere a lo externo de algo. Por oposición
a intrínseco (lo interior de algo).
HANSEÁTICA. Que pertenece a la Hansa (Liga comercial
entre varios países nórdicos de Europa).
IDEOLOGÍA. Forma de interpretación del mundo y sus
fenómenos, así como de la sociedad.
INSUFLAR. Introducir soplando.
INVETERADO. Arraigado.
JERGON. Colchón de paja.
JURISDICCIÓN. Territorio en que se ejerce autoridad.
LABRANTIL. Se refiere a labranza, trabajo en la tierra.
LUMPENPROLETARIADO. Según Carlos Marx, que inventó
el término, grupo de individuos Desclasados,
que no son proletarios (asalariados) y se dedican a
actividades que ahora llamaríamos de economía
subterránea o informal.
MERCANTILISTA. Se refiere al mercado, así como a una
tendencia del pensamiento económico denominada
mercantilismo, desarrollada en los siglos XVI y
XVII en Europa, que implicaba una serie de medidas
estatales en la economía con la finalidad de
obtener una balanza comercial favorable y obtener
así metales preciosos (oro y plata).
MONOPOLIO. Agrupación económica de tal poder que
controla sectores clave de la economía.
NEOGÜELFOS. Nuevos güelfos. Los güelfos eran un grupo
político florentino que, durante parte de la Edad
Media, tomaban partido por el papa en contra del
emperador.
NIHILISTA. Que todo lo niega, que no cree en nada.
PERIPATÉTICO. Que sigue la filosofía de Aristóteles.
PERNICIOSO. Dañino.
POPULISMO RUSO. Movimiento revolucionario ruso de
mediados del siglo XIX, que llegó a ejercer acciones
terroristas.
PRAXIS. Práctica.
PROLETARIADO. Concepto acuñado por Marx. Los proletarios
son los trabajadores asalariados que venden
su fuerza de trabajo para poder subsistir. Como
generalmente tienen bastantes hijos, o prole, por
eso se les denominó así.
PROTOTIPO. Modelo de algo.
RENTABILIDAD. Que se pueden obtener ganancias de
algo.
RISORGIMENTO. Movimiento político italiano de tipo liberal
en 1859-60.
SOCAVAR. Minar, debilitar.
WHIG. Miembro del partido liberal inglés.
XENOFOBIA. Patriotería.
YUNKER. Gran terrateniente alemán.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
BARNES, HARRY ELMER. Historia de la economía del
mundo occidental. Hasta principios de la segunda
guerra mundial. México. Tipográfica Editorial Hispano
Americana, 1980.
FERNÁNDEZ, ANTONIO. Historia Universal. Edad Contemporánea.
Barcelona, Vicens Vives, 1990 (Volumen
IV)
FRIEDLAENDER, H.E., y OSER, J. Historia económica
de la Europa Moderna. México. Fondo de Cultura Económica.
1957.
GÓMEZ NAVARRO, JOSÉ, ET. AL. Historia del Mundo
Contemporáneo. México. Edit. Alhambra Mexicana,
1996.
GONZÁLEZ DE LEMOINE, GUILLERMINA, ET. AL. Atlas
de Historia Universal Contemporánea, México,
UNAM, 1985.
MARTÍNEZ DE SAS, MA. TERESA. Las claves de la Restauración
y el Liberalismo. Barcelona, Planeta, 1990.
MARX, CARLOS Y ENGELS, FEDERICO. Obras escogidas
en dos tomos. Moscú. Editorial Progreso, 1971.
MARX, CARLOS. Las luchas de clases en Francia de 1848
a 1850. Moscú, Edit. Progreso, 1972.
PACHECO, JOSÉ EMILIO, y RESÉNDIZ, ANDRÉS. Crónica
del 47. México. Editorial Clío. 1997.
SÁNCHEZ, JULIO ERNESTO (Coordinador), Historia del
mundo contemporáneo. Comentario de Textos Históricos.
Granada, Port Royal, 1996.
TRAVERSONI, ALFREDO. El pensamiento político y social
en el siglo XIX. Colombia, Cincel-Kapelusz, 1988.
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